Opinión

Hezbolá, en la encrucijada

En poco más de una semana Israel ha conseguido causar más daño a Hezbolá del que le ha hecho en los últimos quince años

La guerra de Gaza nos está dando mucho de qué hablar a lo largo de las últimas dos semanas, pero no precisamente por lo que está pasando en Gaza, donde continúa la guerra sin que se aprecian avances significativos, sino porque el conflicto se ha desplazado al norte, hasta la frontera del Líbano con Israel. Tras la exitosa operación de los buscas se abría la posibilidad de que eso se tradujese en una guerra a gran escala, que se quedase la cosa como está o que empeorase la situación en la zona fronteriza. Esto último es lo que ha sucedido.

En poco más de una semana Israel ha conseguido causar más daño a Hezbolá del que le ha hecho en los últimos quince años. Ha destrozado sus sistemas de comunicación, ha retirado de la circulación a buena parte de sus comandantes y les ha puesto en jaque por todo el Líbano sin más consuelo que lamentarse ante la prensa internacional. Primero vino la explosión de los buscas y los walkie-talkies que cortó de cuajo sus comunicaciones internas. Luego el asesinato del comandante de operaciones Ibrahim Akil y más tarde una ola de bombardeos selectivos con el objetivo de ir liquidando poco a poco su arsenal.

Pero el líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, no parece dispuesto a rendirse. Ha insistido que en que redoblarán sus esfuerzos por atacar el norte de Israel. A pesar de que reconoce que es mucho lo que tiene que perder y que la aviación israelí está muy bien dotada técnicamente (pueden realizar ataques con gran precisión sobre objetivos concretos), no piensa echarse atrás ya que no pretende abandonar la pequeña victoria de haber obligado a los israelíes a desplazar a 60.000 personas a otras partes del país.

En Israel la actitud es la misma. Eso sí, aún no ha tomado la decisión de declarar una guerra a gran escala por aire y, mucho menos, una incursión terrestre. Una decisión de ese tipo ocasionaría muchos daños al Líbano y a su infraestructura, especialmente si Hezbolá despliega sus armamento más sofisticado. Parece que, por ahora, el Gobierno israelí lo que está haciendo es mostrar los dientes para que Hezbolá reconsidere su participación en el conflicto de Gaza. Es decir, que se mantengan al margen como han hecho otros Estados árabes.

Las pérdidas que sufrió Hezbolá la semana pasada fueron importantes y se suman a todo lo que se han dejado en el último año desde que decidieron solidarizarse con Hamas abriendo un segundo frente en el norte. Buena parte de su infraestructura al sur del río Litani ha sido destruida, eso incluye polvorines, puestos de observación y centros de comunicaciones. Todo lo más que han podido hacer es responder con fuego convirtiendo el lado israelí de la frontera en una zona inhabitable. Pero Israel no es mucho lo que tiene allí y lo que hay lo esconde mejor que los milicianos de Hezbolá. Eso por no hablar de que los medios del ejército israelí, especialmente los electrónicos, son mucho más avanzados.

Israel trata de mantener sus ataques selectivos y de precisión, al tiempo que Hezbolá intenta no provocar demasiado, porque eso desataría una respuesta mayor y le obligaría a comprometer sus activos militares más valiosos

Al principio de la guerra, el objetivo de Hezbolá era aprovecharse de cualquier solución política que pusiera fin a la guerra entre Israel y Hamás. Pero en el camino lograron algo sin precedentes: trasladar la zona de colchón del sur del Líbano al norte de Israel. Alrededor de 60.000 israelíes siguen desplazados y eso la facción política de Hezbolá lo ha vendido en el Líbano como una aplastante victoria. Eso es lo que Netanyahu quiere invertir ahora. Devolver al Líbano el área de contención y que la comarca fronteriza en territorio israelí vuelva a ser habitable por población civil.

Esto plantea un problema serio para Hezbolá. Caminan sobre el filo de una navaja preguntándose cuántas pérdidas más pueden soportar. Aunque una guerra a gran escala es una posibilidad real, ambas partes siguen prefiriendo evitarla. Israel trata de mantener sus ataques selectivos y de precisión, al tiempo que Hezbolá intenta no provocar demasiado, porque eso desataría una respuesta mayor y le obligaría a comprometer sus activos militares más valiosos, es decir, sus misiles de precisión fabricados en Irán con los que pueden alcanzar objetivos en las principales ciudades de Israel. Estos misiles son algo así como su seguro de vida.

Podría incluso suceder que los ataques de esta última semana no sean más que una forma de presionar a Hezbolá para que se mantengan al margen en lo de Gaza y desmilitaricen la franja comprendida entre el río Litani y la frontera. Eso mismo fue lo que se acordó en 2006 y vino luego confirmado por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la 1701, que puso fin a aquella guerra. Los de Hezbolá no tardaron en incumplir ese acuerdo y remilitarizaron la franja tan pronto como salieron los soldados israelíes. Es una franja de unos 30 kilómetros de ancho por 30 de largo que se corresponde a grandes rasgos con las gobernaciones de Nabatiye y Sur, ambas controladas por Hezbolá. Esto significa que tendrían que aceptar un armisticio por separado, replegar a sus milicias al norte del río Litani y permitir que los civiles israelíes desplazados regresen a sus hogares sin miedo a ataques inesperados.

El desgaste del último año está haciendo mella en ellos. Han perdido bases, comandantes y armas, pero lo más importante es que han perdido seguridad y confianza en sí mismos. Después de cada ataque o asesinato selectivo, y en especial con lo de los buscas y los walkie talkies, en Hezbolá temen que la infiltración del Mosad en sus filas sea más profunda de lo que creen. Muchos de sus militantes han perdido la confianza en los suyos porque sospechan que cualquiera puede ser un espía israelí.

Que los israelíes pudiesen matar a comandantes de primera fila como Fuad Shukr o Ibrahim Akil en pleno Beirut es un aviso del que todos han tomado nota

Tienen otro problema añadido. Les falta un sistema de comunicaciones fiable. No pueden tirar de los móviles, pero tampoco de alternativas de tan baja tecnología como un simple walkie-talkie. La única vía que les queda para los asuntos realmente importantes es la comunicación verbal, a la que están recurriendo sus líderes desde hace una semana. Y ni por esas porque a Akil le liquidaron durante una reunión presencial que se había acordado de forma verbal. Es decir, que la organización está llena de topos. Pero lo peor es que Hezbolá está perdiendo la confianza de su propia comunidad. Si no puede protegerse a sí mismos, se preguntan muchos, ¿cómo podrá proteger a sus votantes? Que los israelíes pudiesen matar a comandantes de primera fila como Fuad Shukr o Ibrahim Akil en pleno Beirut es un aviso del que todos han tomado nota.

Y es aquí es donde entra el Gobierno israelí, que aprovecha esta oportunidad para intensificar los ataques. Lo que es poco probable es que se aventuren a una incursión como la de 2006. Eso podría causarles daños mucho más graves, tendrían que gestionar otra ocupación, hacerse cargo de población civil y gastar tiempo, recursos y energía en protegerse. Por no hablar de que eso les complicaría internacionalmente aún más de lo que ya lo están.

Libaneses, no palestinos

De modo que, hasta que se alcance una solución a largo plazo, el mejor escenario posible es que Hezbolá acepte un alto el fuego independiente y totalmente desconectado de la guerra en Gaza. Eso supondría una traición a sus hermanos palestinos, pero el frente norte lo están manteniendo a costa de un sacrificio de hombres y material muy elevado por un asunto que, en principio, les es ajeno. Hezbolá, no lo olvidemos, es una organización libanesa, no palestina. Es comprensible que apoyen a los palestinos, pero no si eso supone debilitar su posición en el Líbano y comprometer su fuerza allí. En el Líbano, Hezbolá tiene mucha más influencia de la que le otorga ser el tercer partido más votado en las elecciones (en las de 2022 obtuvo tan sólo el 19% de los votos). Esa influencia extra se la debe al hecho de tener un ejército bien armado y entrenado. Si pierde eso, perderá también su posición dominante y su capacidad para llevar la política libanesa en una u otra dirección. Así las cosas, tendrá que elegir entre ambas cosas. O traiciona a los palestinos o sobrevive a esta guerra.

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