Opinión

Una Historia de España en positivo

Lo curioso del “caso español” es que las más feroces acusaciones no vienen de fuera sino de dentro

¿Por qué fracasan los países? ¡Es el relato histórico, estúpidos! Es lo que habría exclamado con toda seguridad James Carville (asesor de Bill Clinton) si hubiera sido español, pues el éxito económico (pero también el social, el político e incluso el personal) requiere una base mínima de autoestima colectiva. De esto los EEUU andan sobrados, aunque en su más corta historia que la nuestra quepa encontrar errores y horrores incluso mayores (que se lo pregunten a los filipinos o a algunas poblaciones japonesas) que los nuestros. ¿Por qué unos países saben “construir”, a pesar de todo, un relato histórico del que sentirse orgullosos y nosotros no? ¿Tenemos acaso menos motivos para ello? No proponemos rehuir la necesaria autocrítica, sino precisamente aprender las lecciones de nuestros fracasos para no repetirlos, no para regodearnos en ellos, al tiempo que no desaprovechamos las enseñanzas de nuestros éxitos, que como las meigas, “haberlos, haylos” y en abundancia.

España fue la primera potencia global y multicultural (mestizaje) que logró que el mundo se conociera a sí mismo, creando líneas marítimas seguras que unían comercialmente a todo el planeta (al Pacífico se le conocía como el lago español). Protagonizó la mayor hazaña jamás contada, con sus luces y sus sombras, como todas las grandes aventuras. No fue un golpe de suerte, sino fruto del coraje, del arrojo, de la innovación en mapas de vientos, técnicas y manuales de navegación, y de contar con los mejores cartógrafos de la época que confeccionaron el Padrón Real (el primer atlas universal de la historia), cartografiaron toda América y gran parte del litoral de tierras ignotas, y elaboraron (Juan de la Cosa en 1500) el primer mapa geopolítico del mundo.

Treinta años después de la gesta de Colón, Elcano completaba la primera vuelta al mundo. Hasta 58 años después los “eficaces” ingleses no se atrevieron a dar la segunda circunnavegación a manos de un corsario (Francis Drake). Habrá que esperar casi cinco siglos para asistir a una aventura semejante donde, sabiendo donde iban, a la Luna, los norteamericanos fracasaron diez veces (Apolo XI). Sin embargo…, nos regodeamos en que hemos sido malos, malísimos, mientras exaltamos la edad heroica de la exploración de la Antártida con Ernest Shackleton o damos más relevancia al doctor Livingston que a Francisco de Orellana quien descubrió ya en 1542 el Río Amazonas.

Los primeros pensadores y filósofos

España también jugó un papel clave en el terreno cultural e intelectual. San Isidoro de Sevilla elaboró (Etimologías) la mejor compilación del saber de su tiempo, incluyendo a ciento sesenta autores, cristianos y paganos. La filosofía europea resurgió gracias a las traducciones de la Escuela de Toledo de textos árabes que se hacían eco de fuentes griegas. La medicina, la astronomía y las demás ciencias, incluidas las matemáticas —Europa utiliza la numeración árabe-india— también se beneficiaron. Demostramos que la convivencia de las tres religiones era posible. La mística alcanzó aquí sus más altas cotas en el ámbito cristiano (Santa Teresa o San Juan de la Cruz), pero el sufismo no se entiende sin Ibn Arabi, ni la cábala sin Abraham Haleví ben David o Moshe ben León.

Los primeros filósofos modernos fueron Vitoria, Ginés Sepúlveda y Suárez, por no hablar del siglo de oro que abarcó de 1492 hasta 1681. La Escuela de Salamanca creó los derechos humanos y el Derecho de Gentes ─el Tratado de Tordesillas es origen del Derecho Internacional─, al tiempo que sentaba las bases de la economía de mercado. Sin embargo…, nos regodeamos en la ausencia del pensamiento español, aceptando la preeminencia de Descartes y Spinoza (éste descendiente de sefarditas), cuya obra no puede entenderse sin la influencia de Francisco Suárez.

La Monarquía moderna fundamentada en un pacto que obligaba al Rey y a los súbitos al cumplimiento de las leyes/libertades, sometidas a la moral cristiana

En el terreno político Isabel I, Fernando II (y V), Carlos I y Felipe II crearon la Monarquía moderna fundamentada en un pacto que obligaba al Rey y a los súbitos al cumplimiento de las leyes/libertades, sometidas a la moral cristiana. Diseñaron una maquinaria eficaz (capaz de mantener un Imperio de enorme extensión 300 años), con instituciones como la de “la residencia” donde una vez cesada una autoridad ésta se sometía durante treinta días a un examen de su gestión. Sin embargo…, nos regodeamos en nuestro sempiterno mal gobierno sin remedio.

En la ciencia y tecnología contamos con grandes personajes como Turriano, Lastanosa, Herrera y Ayanz. Innovamos en la metalurgia de la plata y el mercurio, en las técnicas de extracción, desagüe y ventilación de las minas. Promovimos el mestizaje científico-farmacológico con el saber amerindio (Vasco de Quiroga o Bernardino Álvarez). La red de canales y desagües resolvieron el problema de las inundaciones sistémicas que sufrían ciudades como Méjico. Por no hablar del “mejor laboratorio de química de Europa” (1792) en el Alcázar de Segovia o la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907) presidida por Santiago Ramón y Cajal. Sin embargo…, nos regodeamos en la idea de una España acientífica.

Europa, atrasada e ignorada

España fue el primer país en defender la idea de Europa y de Occidente, salvándolos de su desaparición o insignificancia. En 1492 Europa era un lugar atrasado e ignorado, mientas la India, el islam, China y el resto de Asia oriental la superaban en riquezas, arte e inventiva. En su lucha contra la invasión árabe y turca, España hizo de parapeto primero y encabezó la batalla de Lepanto después. Los EEUU no habrían logrado su independencia sin nuestra ayuda económica y en pertrechos, y sin Bernaldo de Gálvez quien consiguió tener ocupados a los británicos en otras zonas, al tiempo que recuperaba las dos Floridas para la Corona española. Sin embargo…, preferimos regodearnos en la idea de una España “diferente” y franquista “ad eternum”.

¿Por qué negar, ignorar o menospreciar nuestros éxitos? ¿Por qué enfatizar más la historia que divide y debilita que la que nos une y fortalece? Lo curioso del “caso español” es que las más feroces acusaciones no vienen de fuera sino de dentro, como si no fuéramos todos herederos de lo/s mismo/s. De hecho, los mayores críticos de la Inquisición hoy ejercen de nuevos inquisidores contra quien simplemente ose precisar algunos datos o ponerlos en contexto, consolidando así una versión postmoderna y coloreada del duelo a garrotazos de Goya. Un extraño empeño en rechazar las lecciones que nos ofrece gratis la Historia. Un paradójico ejemplo de “seppuku” histórico-cultural a la española.

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