El suceso tuvo lugar en la playa de Barcelona, a las 6:00 de un viernes de marzo del presente año, frente a una zona de ocio nocturno. Una chica de 20 años salía de una discoteca cuando fue abordada por un joven argelino de 24 años que intentó robarle el móvil. La chica se resistió y el joven la arrastró hasta la playa, en donde la golpeó y la violó, dejándola malherida. Cuando el agresor intentaba huir, fue detectado por una patrulla de la Guardia Urbana, que lo alcanzó y logró detenerlo. La noticia ocupó un pequeño espacio en los medios locales. La inmensa mayoría de ciudadanos ni se enteró porque, como diría Rufián, “están bien informados”.
Las denuncias por agresiones sexuales en Barcelona se han disparado un 31% en relación al año pasado. La capital catalana se ha convertido en una de las ciudades más inseguras de España, especialmente para las mujeres. No hay protestas de los vecinos, ni manifestaciones feministas al grito de “sola y borracha quiero llegar a casa”.
Las calles de Barcelona están más sucias que nunca. Latas, cristales, papeles, plásticos, vegetación, cagadas de perro y de paloma, el olor insoportable de orines en algunos lugares, jeringuillas como en los años 80, vagabundos en todos los parques. Los grafitis ensucian el mobiliario público, las paredes y portales de muchos edificios. Todavía se ven muchas banderas esteladas y pancartas en los balcones pidiendo “amnistía” para los “presos políticos”, o reclamando “democracia”. Ni un cartelito exigiendo algo básico: limpieza.
Tenemos más fracaso escolar y peores puntuaciones PISA en la mayoría de materias. Nadie se ha encerrado en un colegio o enfrentado a la policía por ello
La vida en Cataluña se ha encarecido enormemente, pero los salarios reales llevan años estancados. La educación pública fue durante años el único ascensor social con el que podían contar los más humildes, pero ahora está averiado. Los resultados de la orgullosa “escuela catalana” son peores que los de otras regiones españolas y mucho peores que los de países desarrollados. Tenemos más fracaso escolar y peores puntuaciones PISA en la mayoría de materias. Nadie se ha encerrado en un colegio o enfrentado a la policía por ello. No se han declarado “huelgas de país” ni cortado autopistas.
Las listas de espera en la Sanidad no paran de aumentar. Cataluña es líder en el número de días que un enfermo debe esperar para ser operado. No tenemos médicos ni enfermeras suficientes para cubrir nuestras necesidades. Nadie ha rodeado edificios oficiales, ni destrozado mobiliario para demostrar su rabia y forzar a los políticos a cambiar la situación.
La economía catalana ha perdido miles de empresas. Rechazamos grandes inversiones en infraestructuras y en negocios. Los impuestos y las trabas burocráticas no paran de aumentar. Pero el Círculo de Economía, Foment del Treball y las grandes escuelas de negocios no organizan multitudinarios encuentros para lamentarse y quejarse amargamente.
Los políticos, sindicalistas, académicos, periodistas y editores, arribistas y advenedizos que promovieron el procés han sido generosamente recompensados. Alguno de ellos nunca había ganado tanto dinero como en estos años
Cinco años después del referéndum por la independencia de Cataluña, ¿dónde está la sociedad civil que quería “decidir su futuro” y que no podía esperar más para “construir un país más justo”? ¿Dónde el pueblo que protagonizaba una revolución “de abajo hacia arriba”, y que empujaba a sus dirigentes? Los políticos, sindicalistas, académicos, periodistas y editores, arribistas y advenedizos que promovieron el procés han sido generosamente recompensados. Alguno de ellos nunca había ganado tanto dinero como en estos años. Pero… ¿y los demás catalanes? ¿Y la inmensa mayoría? ¿Cuál es el balance para nosotros?
¡Ah! Es verdad: si hubiéramos conseguido la independencia, todo hubiera sido diferente. No se podría prever la dura represión que aplicaría el Estado español. Mientras no nos libremos de España, no llegaremos a ser el paraíso en la tierra que estamos destinados a ser. Así que, más adelante, cuando las circunstancias sean propicias, ¡lo volveremos a intentar! Ho tornarem a fer!
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