Oriol Junqueras ha desenterrado el hacha contra Puigdemont. Lo hizo en forma de holograma en una conferencia que supone el pistoletazo de salida de las municipales y europeas. Al de Waterloo le ha sentado como una patada en el hígado. Lógico, porque lo es.
En vísperas del juicio por el 1-O, el líder de Esquerra ha demostrado que su presencia, aunque sea en forma de holograma, es mucho más efectiva que el ectoplasma de Waterloo. En tono conciliador, la conferencia insistió en no romper la legalidad, sumar voluntades, seducir y, esto es relevante, no confundir lo deseable con lo factible. Todo muy alejado del exabrupto al que nos tienen acostumbrados Puigdemont y Torra. Del Tot o Res, los republicanos han pasado a la tesis que Saint Exupery ponía en labios de aquel rey que ordenaba al sol que saliera por la mañana, porque era lo lógico. El holograma de Junqueras daba singular peso a frases como “No se come de las banderas”, aunque en Cataluña muchos se hayan indigestado de caviar gracias a ellas. Recapitulemos. La cosa ya venía calentita en el mundo separatista a raíz de la entrevista de Junqueras al rotativo Le Figaro, en la que se descolgaba con afirmaciones tales como “Yo me quedé en Cataluña por sentido de la responsabilidad ante los ciudadanos. Sócrates, Séneca o cicerón tuvieron la oportunidad de huir, pero no lo hicieron y esa responsabilidad cívica y ética me ha impresionado mucho desde siempre”. Era el zasca de vuelta a la querella interpuesta por Puigdemont contra la mesa del parlamento catalán, singularmente contra su presidente Torrent.
Estando el ex presidente escamado ante las reiteradas negativas de Esquerra a sumarse en sus torpes intentos de volver a capitalizar el bloque separatista, solo le hacía falta esa pulla
Estando el ex presidente escamado ante las reiteradas negativas de Esquerra a sumarse en sus torpes intentos de volver a capitalizar el bloque separatista, solo le hacía falta esa pulla, la primera que, de manera pública y notoria, le lanza el encarcelado de Lledoners. Que las aguas bajan revueltas lo demuestra la réplica, agria y montaraz, de Puigdemont: “Tendré paciencia hasta que se produzca la sentencia del juicio. Después, explicaré lo que tengo que explicar”. Amenazando, que es gerundio. Aunque no son pocos los que apuntan que quien puede explicarse primero, y el que da primero, da dos veces, es Junqueras, que tiene en el juicio una plataforma magnífica para dejar claro cual fue su papel y el del por entonces presidente de la Generalitat.
Por su parte, Roger Torrent declaraba en la SER que la decisión de querellarse contra la mesa de la cámara catalana tenía que explicarla el propio querellante, a saber, Puigdemont. Se acabó el buenrollismo, las caritas angelicales, decir con la boca pequeña que la unidad en el campo de la estelada es inquebrantable. Es lógico. Esquerra, que tiene muchas cuentas que saldar con la neo convergencia, y el hecho de que Junqueras esté en prisión preventiva por culpa de la fuga de Puigdemont no es la menor de ellas, hace que, llegados los comicios municipales y el juicio, haya decidido empezar a enseñar los dientes a los herederos del pujolismo. Estos, poco acostumbrados a que les lleven la contraria, comienzan a saborear el miedo, de ahí su nerviosismo. Están en números rojos, políticamente hablando. Ni el mismo CEO de la Generalitat les da esa abrumadora mayoría social de la que presumen. Ninguno de los propósitos de su líder se ha cumplido. Ni ha vuelto para ser presidente, ni los presos están en la calle, ni los órganos que va creando como un árbol en otoño deja caer sus hojas secas han tenido la menor relevancia. Consell de la República, la Crida, todo acaba por quedarse en agua de borrajas. Puigdemont solo puede contar con los más fanáticos de la ex Convergencia, y aún gracias. Ni las CUP le apoyan ni tampoco la ANC tiene la fuerza que tenía como correa de transmisión de las órdenes emanadas de Palau. Torra no controla el Govern, Artadi hace lo que le da la gana y, por no tener, ni siquiera tiene una lista a las municipales de Barcelona con cara y ojos. De los CDR mejor no hablar, porque ha llegado un punto en que a esos grupúsculos nadie sabe quien los controla y para qué.
El fracaso del ectoplasma puigdemontiano, ridículo híbrido entre el espectro del padre de Hamlet y Casper, el pequeño fantasma, no da más de sí
El fracaso del ectoplasma puigdemontiano, ridículo híbrido entre el espectro del padre de Hamlet y Casper, el pequeño fantasma, no da más de sí. En cambio, el holograma de Junqueras cobra a cada día que pasa más fuerza, más potencia, más prestigio entre el votante separatista, un poco harto de tanta bravuconada y de, si se me permite la expresión popular, de tanto lirili y tan poco lerele.
En estos días que se avecinan, con el juicio como telón de fondo, van a dilucidarse mucho más que las cuestiones que tengan pendientes los acusados con la ley. Lo que allí se ventila, en realidad, es quien se queda con la razón social del separatismo catalán de cara a los próximos años. De como se desarrollen las sesiones y de lo que allí digan los protagonistas va a depender en no poca medida el resultado de las municipales, las europeas y, si no hay presupuestos, de las próximas elecciones autonómicas. Porque, según indica todo, Torra no pasa de agosto. De mente literaria, el actual President optó por el ectoplasma inspirado en las novelas románticas de Sir Walter Scott, pobladas de caballeros, de romanticismo, de castillos escoceses envueltos por pertinaces brumas y apariciones añejas, mientras que Junqueras ha elegido el holograma de Obi Wan Kenobi, mucho más actual. Con eso ha relegado al de Waterloo al lado oscuro y de todos es sabido el trágico final de Darth Vader.
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