Opinión

Hombre blandengue, mujer fuertota

La de Galapagar nos sale ahora con un anuncio, con un discurso de fondo, un referente desconocido para aquellos a los que pretende aleccionar

Quienes nos dedicamos a escribir artículos de opinión deberíamos pagar a Irene Montero por crear el Ministerio de Igualdad. No hay semana que no deje en bandeja poder ridiculizar alguna de sus iniciativas. Y digo ridiculizar porque el nivel no da ni para argumentar en contra de estas. Es como para ponerse a reír en lugar de llorar, si no fuera porque la bromita nos cuesta más de 500 millones al año, salidos directamente de nuestros bolsillos.

La de Galapagar nos sale ahora con un anuncio con un discurso de fondo, un referente desconocido para aquellos a los que pretende aleccionar. Para Montero el mundo se paralizó décadas atrás, por lo que ignora que hay muchas más probabilidades de que un hombre de 30 años sepa lo que es el Fairy, pues la cantinela del “que frieguen las mujeres” hace tiempo que no cuela.

Y si cuela es porque estás boba, que para algo vives en España y no en Marruecos. La ministra ha tenido que explicar quién es El Fary para que pueda entenderse el anuncio, un error garrafal que no se permitiría ninguna agencia de publicidad medio seria. Así, el tío que asumía con total normalidad expresar sus sentimientos, cuidar de sus mayores, de sus mujeres y de sus hijos, se ha sentido insultado por el gobierno: ¡vivan los blandengues como tú! ¿Así es como pretenden construir nuevas masculinidades, tratando como hombres venidos a menos a quienes ya se comportan como ellas desearían?

El “género” es constructo, por lo que los rasgos biológicos y los estereotipos culturales son irrelevantes e irreversibles: las mujeres somos capaces de hacer cualquier cosa, y no somos diferentes de cualquier hombre

En el fondo tiene cierta lógica todo este asunto, pues estos días se está tratando de tramitar por vía rápida la Ley Trans, sin debate público. Justo cuando algunos países están enderezando su rumbo en este sentido, pues se está comprobando que la barra libre y temprana respecto al cambio de sexo está trayendo consigo problemas de todo tipo (jurídicos, económicos, de salud, etc.). Existen varias corrientes feministas, el del Gobierno es conocido como “feminismo queer”, que encierra varias paradojas en sí mismo. Por un lado, el “género” es constructo, por lo que los rasgos biológicos y los estereotipos culturales son irrelevantes y reversibles: las mujeres somos capaces de hacer cualquier cosa, y no somos diferentes de cualquier hombre.

En aparente consecuencia, para ser mujer basta con auto percibirse como tal. Sin embargo, se da la insignificante casualidad de que los nacidos hombres que se sienten féminas tienden a reflejar estereotipos femeninos en sus gestos, hábitos y vestimenta. Tremenda ironía, el movimiento feminista luchando durante décadas contra ciertos estereotipos para que ahora lo que te convierta en mujer sea, precisamente, convertirse en un estereotipo con patas y falda. Ojalá fuera ése el único problema.

Déjese coleta

Frente al hombre blandengue que propone el Ministerio de Igualdad tenemos a la mujer fuertota. A Lia Thomas, por ejemplo, esa “nadadora” que antes de “transicionar a mujer” (dejarse el pelo largo, básicamente) no ganaba ni una competición de tres al cuarto y como mujer empezó a batir todos los récords. Oh, causalidad, casualidad. Querido lector, ¿quiere ser aceptado y adorado por el Ministerio de Igualdad? Déjese coleta. Los beneficios son enormes. Por ejemplo, si le revienta la cara de un manotazo a Ellen Page es posible que incluso salga usted ganando en un juicio. Porque usted será señora, y Page se hace llamar ahora Elliot, se ha cortado el pelo y mutilado varias partes de su cuerpo. Y aunque Elliot mida 1’55 y no pese más de 45 kilos, si le hace un arañazo al intentar defenderse de usted, se podrá decir que es violencia de género. Y la víctima será usted. Una ganga.

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