Más que preocupación eran caras de asombro, de incredulidad. Nadie salió bien en la foto con ese rictus tenso que no permite el desagradable susurrar entre dientes. La corrupción a cierta escala no es asunto marciano para un europarlamentario. Trabaja en las Instituciones europeas en Bruselas, que no es sólo una de las capitales del lobby. Cuando saltó el Qatargate lo que más sorpresa le pudo causar fue que se publicase. Pero lo del Gobierno socialista en España es tan burdo que la cara atónita de los hombres de negro es inevitable.
Calviño, en clara pugna con la realidad, les agradecía sus felicitaciones mientras les acusaba de ser «personas que se presentan a elecciones» para deslegitimar su actuación de control. Eliminar el delito de malversación durante un desembolso de 140.000 millones de euros, donde la mitad son ayudas directas, es marcar un nuevo camino en la impunidad de la corrupción. Pablo Escobar al menos se construía su propia cárcel -ese hotel del que entraba y salía- pero el PSOE legisla para que no haya ni que pisar una celda en caso de irregularidades.
Es algo que ni los Kirchner idearon para Argentina. Mientras los eurodiputados leían titulares de árbitros comprados en La Liga durante veinte años por el Barcelona
La prisión empieza a no ser una opción para el delincuente en la España del progreso. No suena a moderación. Así lo indicó Borrell en el 8 de octubre. Griñán, condenado a seis años por uno de los mayores casos de corrupción juzgados en España, aún no ha pisado la cárcel a petición de la Fiscalía, que espera otro informe médico. Con el PSOE el delincuente puede que salga antes de prisión por traslado, reducción de penas, indulto o puede que ni llegue a entrar. Es algo que ni los Kirchner idearon para Argentina. Mientras los eurodiputados leían titulares de árbitros comprados en La Liga durante veinte años por el Barcelona.
No estamos en una película de Berlanga, sino de Buñuel. El Barça siempre fue más que un club. La Institución más importante para crear un solo poble desde la Cataluña de Pujol
El Barçagate ha salido a la luz en un momento en el que la vía administrativa está prescrita por una reciente modificación de la legislación. La vía penal, por corrupción entre particulares, depende de la fiscalía ante un Enríquez Negreira que declara tener Alzheimer. No estamos en una película de Berlanga, sino de Buñuel. El Barça siempre fue más que un club. La Institución más importante para crear un solo poble desde la Cataluña de Pujol. Cuando llegó el procés fue parte del mismo organismo parasitario que la TV3 y la Generalidad. El fútbol siempre ha sido política, pero con el Barcelona como brazo lúdico del mayor estercolero de corrupción de Europa no podía ser otra cosa. Ninguna de las informaciones sobre Negreira e Hijos y los millones de euros pagados por el Barça sorprende a quienes nos hemos criado en la España del Villarato.
Entonces Mourinho era un crispador, un conspiranoico que se preguntaba ¿por qué? Quizá los madridistas que renegaron de él en favor de la «moderación futbolística» sean los mismos que hoy esperan una opinión de su columnista deportivo favorito, Mariano Rajoy. El caso de corrupción del Barcelona es la historia de la corrupción de Cataluña, una consecuencia del Estado impune del PSOE de las autonomías. El Barcelona ha sido un órgano imprescindible para dar estabilidad a ese régimen de expolio y descomposición de la nación. Un órgano esencial para crear nacionalidades con Estatut y referéndum propio.
El barçagate descubre la derroición de La Liga y del Estado de autonómico. Evitar una sanción acorde acabaría con el fútbol español. Pero la moderación empieza a colarse por las enormes grietas e invoca el «demasiado grande para dejarlo caer». El lema de los populares con el PSOE. Quizá la clave para no avergonzarnos de lo que sucede en este país empiece por acabar con la impunidad del Barça, para salvar La Liga, que sería una ventana para acabar con la impunidad social, mediática y política del PSOE. Dar una esperanza a España.
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