En el ranking de las mejores universidades americanas correspondiente al ejercicio 2022-2023, la Johns Hopkins, con su campus de Baltimore, ocupa un casi inalcanzable séptimo puesto. Considerada como una de las más prestigiosas instituciones académicas del mundo, ofrece a sus afortunados alumnos un ratio de colocación del 90 por ciento en los primeros seis meses tras la graduación, además de una formación de élite propia de la que ha sido la primera universidad de investigación moderna, especialmente en el área médica. Claro que acceder a ella no es fácil. Solo el 11 por ciento de los aspirantes que se proponen el ingreso lo culmina con éxito, y para ello necesitan tener un expediente académico única y exclusivamente de sobresalientes. Eso como mínimo, porque todos los aspirantes, hasta los que se verán excluidos, solo han sacado dieces en su vida escolar. Además deben incluir otros cursos y formación extracurricular que les haga destacar del resto.
La élite que se despega de la élite para entrar en una institución todavía más elitista que se lo va a pedir todo primero para dárselo todo después. Y al módico precio de 60.000 dólares por curso. Es decir, no solo tienes que ser el mejor de tu colegio sino que tus padres tienen que tener el fuelle económico necesario para soportar la inversión educativa en su hijo. Pero valdría la pena aunque fuera solo por la agenda con la que se sale tras los años de formación. Sabes que tus compañeros, los mejores venidos de todos los países del mundo, son los llamados a dominarlo. Y tú estás entre ellos.
Pues bien, esta mítica institución ha publicado hace pocas semanas su Guía de lenguaje inclusivo con un glosario de términos LGTBIQ+ para que nadie pueda confundirse en su ámbito en el uso de los mismos, que ya sabemos que las minorías tienen la piel muy fina. Así, el glosario define “HOMBRE GAY”, en traducción literal mía, como "el hombre atraído de forma emocional, romántica o sexual por otro hombre, o que se identifica como miembro de la comunidad gay. A veces el término 'gay' se utiliza para referirse a todas las personas, cualquiera que sea su género, que sientan una atracción sexual o romántica primaria por personas de su mismo género. Gay es un adjetivo, no un sustantivo, su uso correcto es 'un hombre gay'".
Hasta aquí estamos de acuerdo. Gay se usa para referirse a los hombres homosexuales, aunque también es correcto referirse a las mujeres homosexuales como gay.
La mujer ya no existe, queda borrada de las definiciones académicas y ve impotente su espacio invadido por todas las letras del alfabeto reunidas en ese apelativo
Pero vayamos a la definición que se hace a continuación del término “lesbiana”. Lean con atención:
“LESBIANA” un NO-HOMBRE atraído por otro NO-HOMBRE. Aunque definiciones ya superadas se referían a Lesbiana como MUJER atraída emocional, romántica o sexualmente por otra MUJER, Nuestra definición revisada y puesta al día incluye a PERSONAS NO BINARIAS que pueden sentirse identificadas con la etiqueta.”
Es decir, los gays son hombres pero las lesbianas son no-hombres. La mujer ya no existe, queda borrada de las definiciones académicas y ve impotente su espacio invadido por todas las letras del alfabeto reunidas en ese apelativo que no para de crecer con nuevas y cada vez más irracionales denominaciones. Ya no se respeta la sexualidad de una parte sustancial de mujeres que se ven negadas para no herir sensibilidades de otros seres humanos en cuya clasificación no entraré, pero que quieren ser considerados/as como lesbianas y para ello deben acabar primero con el concepto mujer. Se trata de un paso más en nuestra invisibilización, que conlleva tener que soportar en silencio la invasión de los hombres biológicos en nuestros deportes de competición y consiguientemente olvidarse para siempre de la posibilidad de destacar, o resignarse a entrar en los baños públicos o en las vestuarios de los gimnasios sabiendo que existe la posibilidad de que tengamos que compartir espacio con un hombre biológico desnudo que sintiéndose mujer, no ve necesaria ninguna transición física que adecúe su fisonomía a aquella propia del sexo al que pretende pertenecer. Una minoría muy respetable y que en los casos reales de disforia de genéro ha vivido con mucho sufrimiento su condición, se ve perjudicada por el activismo de los que viven la opción trans como una moda ideológica y que conciben el respeto debido como el avasallamiento del otro, en este caso, de la otra.
Convertir a la mujer en un no-hombre es llegar demasiado lejos, incluso para una universidad de élite tratando de navegar como puede por las peligrosas aguas del wokismo
Nada que objetar a la persona adulta que de forma consciente aborda una transición física muy dolorosa que no siempre les llevará a la felicidad que persiguen. Pero todo en contra a que ese legítimo derecho al respeto implique que se pisoteen los derechos de las mujeres, esos mismos que tanto nos ha costado conseguir.
El glosario de la Johns Hopkins ha generado una reacción unánime de rechazo de tal calibre que la universidad ha recogido velas y ha retirado la infamante definición de su guía, en una victoria colectiva del sentido común que solo podemos celebrar.
La autora de este engendro ha resultado ser un ex marine trans llamada Paula Neira con una larga carrera activista a sus espaldas y que aún no se acaba de creer que esta vez la sociedad se haya dejado de miedos y haya reaccionado, pero es que convertir a la mujer en un no-hombre es llegar demasiado lejos, incluso para una universidad de élite tratando de navegar como puede por las peligrosas aguas del wokismo. Demasiados hombres odiando a las mujeres en todas las letras del abecedario.
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