Hoy en Cataluña hemos vivido una jornada que deja abiertas muchas preguntas. La primera y más sencilla, ¿se trataba de una huelga general la que ha convocado el sindicato independentista Intersindical-CSC?
Si atendemos a los datos que nos facilita Pimec (Micro, pequeña y mediana empresa de Cataluña) , el seguimiento ha sido del 4,3%, por lo que parece que el fracaso es más que evidente, y la huelga, de general...poco. Podríamos cuestionarnos incluso si estamos hablando de una huelga o de otra cosa. Llevamos mucho tiempo viviendo tergiversación de conceptos de forma constante en Cataluña. El artículo 28 de la Constitución, “reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses” y, un poco más adelante, el artículo 37.2 “reconoce el derecho de los trabajadores y empresarios a adoptar medidas de conflicto colectivo”. ¿Tiene algo que ver el motivo de la convocatoria con la defensa de los derechos de los trabajadores? Nadie ha secundado esta huelga convocada por la Intersindical-CSC que lidera Carles Sastre, ex terrorista de Terra Lliure que cabe recordar fue condenado por la Audiencia Nacional a 30 años como autor del asesinato de José María Bultó. Podríamos alargarnos todo lo que quisiéramos hablando de quiénes convocan, porqué lo hacen y por qué motivos no les apoya nadie, pero tras haber sufrido en primera persona las interminables colas en la autopista me gustaría relatar lo que algunos allí hemos vivido.
En mi caso (y disculpen lo centre en un ejemplo personal) me desplazaba junto con mi pareja y un compañero de trabajo de Logroño a Barcelona, y hemos tenido la mala suerte de cruzarnos con estos “lumbreras” del procés. Al llegar a la autovía hemos visto que estaba cortada. Hemos parado los coches y hemos bajado para intentar hablar con los Mossos d'Esquadra. En ese momento no habría más de 20 personas en la carretera, y tras preguntarles si iban a hacer alguna cosa nos han contestado que al haber “unas 300 personas en la carretera” no podían hacer nada. La facilidad de algunos mossos por hinchar los números es solo comparable con la facilidad de los políticos y activistas independentistas. Si alguno quiere ver las imágenes las hemos emitido vía Facebook Live. Como nuestros queridos mossos han preferido abultar los datos en lugar de echarnos una mano, hemos tenido que desplazarnos a la autopista AP-2. Justo al pasar el peaje, de nuevo, nos encontramos con un nuevo grupo de “defensores de la república” que nos daban su particular bienvenida a su supuesta república.
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Hemos decidido salir del coche y hablar con el resto de personas que estaban retenidas en la autopista igual que nosotros. ¿Sorpresas? Más de una. Ríos de gente enfadada con lo que allí estaba sucediendo, incluso algunos independentistas que ponen su trabajo por encima de la fobia al Estado español. Me ha llamado la atención principalmente el testimonio de un hombre, que con un acento catalán más bonito que el mío me ha contado una reflexión que me gustaría compartir. Me decía, ayer dije a mi hijo que me avergonzaba de ser catalán, pero hoy me he dado cuenta de que lo que me da vergüenza es que esta gente sean catalanes. Pero no lo decía por el hecho de disentir ideológicamente con todos ellos (cosa que desconozco), sino que lo decía por todo lo que estábamos viendo y viviendo. Me comentaba con desconcierto que no entendía como era posible que la gente creyera que esta era la mejor solución para Cataluña, su tierra.
Mi pareja ha tenido peor suerte que yo. Como se encontraba mal y estaba con fiebre ha decidido ir a hablar con los piquetes para ver si podían hacer el favor de dejarnos pasar o si podían decirle a que hora tenían pensado abrir la barrera humana. A las buenas palabras se ha respondido con afirmaciones más que groseras por parte de unos jóvenes que entre butifarra y porro proferían insultos a alguien que solamente quería información. Al detectar el acento andaluz de mi pareja uno de ellos le ha espetado “¿Para qué vienes aquí andaluza?”. ¡Hasta aquí podíamos llegar! El nacionalismo siempre se revela poco integrador, pero no podemos permitir que la imagen que el mundo se lleve de los catalanes sea el que se llevan los que se cruzan con estos descerebrados. El independentismo reaccionario hace daño a Cataluña. Los catalanes no somos eso. Ni los que queremos una España unida ni muchos de los que consideran que otra alternativa sería mejor. De hecho, estoy convencido de que las formas que está utilizando el independentismo de un tiempo a esta parte va a hacer que muchos catalanes que podían tener simpatía por la independencia dejen de tenerla. La pregunta es…¿cómo son nuestros políticos? ¿Son de los independentistas que creen que están por encima de todo? ¿Son nacionalistas que destilan odio a lo diferente?
El nacionalismo, igual que los populismos requieren de la identificación de un enemigo que acaba siendo el culpable de todo. Forcadell, presidenta del Parlament hace un tiempo ya decía en un mitin que los enemigos de Cataluña eran la gente del Partido Popular de Cataluña y la gente de Ciudadanos. Jordi Pujol afirmaba que el hombre andaluz era “un ser anárquico” que ” vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”. Con estos referentes políticos…¿es necesario responder a la pregunta anterior?
Esperemos que nuestros conciudadanos independentistas se den cuenta de a donde nos lleva el nacionalismo que muta en independentismo y que nuestros conciudadanos del resto de España sepan diferenciar siempre al radical de los que somos mayoría de verdad, los tolerantes con el que piensa diferente.
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