Mirar debajo del coche, cambiar tu ruta para ir al trabajo o al volver a casa por el riesgo de ser asesinado, vivir siempre con la sombra del escolta, llorar porque te han arrebatado a tu padre, hijo, hermano, amigo, porque te han quitado la vida: eso hacía ETA. No tiene sentido perder la vida por nada ni por nadie y eso es lo único que hacía la banda bajo el paraguas de un objetivo político que era conseguir la independencia. Mucho ha llorado España por este motivo, pero quienes lo saben de verdad son aquellos que en sus propias carnes han vivido el horror y padecido la pérdida de alguien a causa de un acto terrorista atroz, nada comparable con lo que pasa en Cataluña.
Diez años después de su fin, su huella perdura por todo el daño causado, por los familiares que no están. Por ello, el espectáculo de un terrorista condenado por dos asesinatos dando una conferencia en una universidad pública vasca no debería haberse producido jamás y menos cuando sigue sin mostrar el mínimo atisbo de arrepentimiento. ¿Qué tipo de sociedad somos o queremos ser amparando a asesinos pese a que hayan cumplido condena? Como jamás debería haberse producido una comparación deleznable y mezquina entre lo que pasa en Cataluña y la situación política que se vivía en nuestro país cuando ETA mataba.
Las palabras duelen y más cuando vienen de un dirigente político, y en este caso con poco conocimiento de causa dado que, afortunadamente, Cayetana Álvarez de Toledo jamás perdió a un familiar a causa de un atentado de ETA ni sufrió el zarpazo de la banda terrorista. No nos merecemos ni quienes no hemos sufrido el terrorismo directamente ni aún menos los que aún lloran por los familiares arrebatados por los asesinos, que se hagan declaraciones de esta índole, que nada tienen que ver con la realidad y que hieren a muchas víctimas además de hacer una aportación nefasta a la clase política.
Negociaciones en Cataluña
Que deje de erigirse el PP en el partido que está al lado de las víctimas. O el PP ha perdido el norte o hay personas en sus filas que han adoptado un perfil abascalizado que no favorecen en nada a la convivencia y a la resolución de conflictos. Quizás Cayetana debería pasarse a las filas de Vox donde seguro que el líder de la formación ultraderecha le podrá explicar lo que ha vivido en sus propias carnes en Euskadi.
La huella de ETA debe ser enterrada por nuestros políticos si es que el fin de la política se basa en resolver conflictos y no generarlos. Por suerte, gracias a negociaciones y no precisamente lideradas por los populares, se consiguió acabar con ETA. Que se preocupe el PP por las próximas elecciones en Cataluña porque por ahora ha sido incapaz de conseguir las mayorías necesarias para no favorecer al sectarismo independentista catalán y que deje de contaminar. Vox se frota las manos.
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