Como aclaró Jorge Wagensberg, el dilema sobre qué fue antes si el huevo o la gallina quedó resuelto hace mucho tiempo de manera definitiva: “naturalmente primero fue el huevo, pero no era de gallina”. Por ahí le anda Salvador Illa cuando dice “No voy a rescatar al Gobierno de Pere Aragonès; voy a ayudar a los catalanes”. Amigo lector, ¿pero qué broma es ésta?. Naturalmente la mejor manera de ayudar a los catalanes, tal como la entiende Illa, es acudir de inmediato al rescate del president Aragonès en dificultades, sobre el que apuesta como lo mejor que le puede pasar a Cataluña y a los catalanes. Está fuera de dudas, además, que para el líder del PSC su mano tendida al Govern se mantendrá todo el tiempo que le haga falta a Pere y que, por supuesto las elecciones se convocarán cuando mejor convenga a quien acaba de demostrar voluntad indeleble de seguir siendo el inquilino del Palau.
En cuanto a los presupuestos de la Generalitat, por necesidades del guion de Pedro Sánchez se encuentran conectados con los Presupuestos Generales del Estado y permanecen en situación de votos comunicantes -tanto en el Parlament entre ERC y PSC como en el Congreso de los Diputados entre PSOE y ERC-, según hizo saber desde Praga nuestro Presidente, en cuanto las bases de Junts pel Cat optaron por retirarse del Govern. O sea, que ahora, siguiendo el más difícil todavía de los equilibristas circenses, amanece un Govern de Pere Aragonés, respaldado en solitario por los 33 escaños de ERC, su propio partido, que equivalen a menos de la quinta parte del total de un Parlament de 135 diputados. Dispuesto a cargarse de razón y confirmando el dictamen de Francesc de Carreras según el cual el PSC siempre ha estado contagiado de nacionalismo, Illa, Illa, Illa, en sus declaraciones más recientes elude reclamar la presidencia de la Cámara, pese a que el PSC fue la lista más votada en las últimas elecciones del 14 de febrero de 2021.
Siempre en ayuda de los catalanes, que es el lema invocado, el salto a la amnistía tendría toda la coherencia en aras del bien común
Reconozcamos que se muestra a favor de que Pere Aragonès convoque la mesa de partidos según se había comprometido, pero anticipaba que no habrá por su parte vetos para que aborde la autodeterminación. Eso sí, puede contarse con su apoyo decidido en favor de que Pedro Sánchez modifique el código penal para eliminar el delito de sedición. Ya puestos, siempre en ayuda de los catalanes que es el lema invocado, el salto a la amnistía tendría toda la coherencia en aras del bien común, del mal menor, del cambio climático, de la transversalidad, de la paridad. La locuacidad de Illa termina donde empiezan las reclamaciones de quienes piden, con modales impecables y ante las instancias competentes, que tenga carácter vehicular el idioma español en las escuelas. Es gravísimo que el Tribunal Supremo haya sentenciado a su favor y que ese pronunciamiento sólo haya servido para que con ayuda de Illa la Generalitat urdiera una ley impidiendo su cumplimiento.
Semejante proceder induce a la confusión y al triunfo de la arbitrariedad sobre el respeto a las instituciones, de manera que el individuo no está jamás al abrigo de la injusticia cuando sólo la ley le ampara. Escribe Jean-François Revel que es propio del cesarismo apoyarse precisamente en la voluntad de aquellos a quienes aniquila políticamente, pero esa característica la comparte con los populismos abonados a designar el uso abusivo del principio de la mayoría. Continuará.
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