La Cátedra Monarquía parlamentaria que dirijo ha organizado, junto con las Cortes Generales, y dentro de los actos que conmemoran el 40 Aniversario de la Constitución de 1978, un ciclo de conferencias que tiene por título “El español como lengua de creación y de integración”.
Cuando le presenté el proyecto al director de la Academia, Darío Villanueva, el enunciado era “El español como lengua de comunicación y de integración”. El profesor Villanueva sugirió cambiarlo a lengua de creación y de integración”. Lo acepté de inmediato, porque entendí -y esto fue conjetura mía- que el castellano o español es fundamentalmente una lengua de creación, desde la perspectiva de la fase actual de la globalización.
En efecto, el español es ya una de las principales lenguas que están creando la globalización, y con más de 500 millones de personas que lo hablan, está a la zaga del inglés. El inglés, desde 1945, con la victoria de las democracias angloparlantes sobre las potencias del Eje, se convirtió en el idioma de la ciencia y de la democracia representativa, que son los dos elementos definitorios de la globalización actual. El inglés es la gran lengua de comunicación, el latín de nuestro tiempo, pero no todos los que leen y escriben en inglés sueñan o crean belleza en ese idioma, mientras los que hablan español están mejor predispuestos para sentir y pensar naturalmente esas cualidades creativas en nuestro idioma.
Lejos de la interesada tesis de que la Constitución se aprobó como trámite o, peor aún, como una orden llegada de los cuarteles, la realidad fue otra muy distinta, también en lo tocante al idioma
De manera que si afrontamos el futuro con voluntad de gobernar la globalización, los pueblos que hablan el español como lengua de creación, si al mismo tiempo valoran su capacidad de integración -desde la integración política interna hasta la integración con los emigrantes-, probablemente tendremos más oportunidades históricas de un porvenir de paz y de progreso, o como sostiene un conocido autor de nuestros días, Yuval Noah Harari, se detendrá así la entropía y el desorden que son consustanciales a los sistemas físicos y sociales cerrados.
Las personas que nos hablarán de estas circunstancias lingüísticas y morales son, Darío Villanueva, director de la RAE; María Teresa Echenique, catedrática de Lengua Española; Remei Sipi Mayo, escritora ecuatoguineana; Ángel López García Molins, catedrático de Lingüista General; Xavier Vidal i Folch, periodista; y Carme Riera escritora y académica de la RAE.
Todos ellos son referentes de la máxima calidad cultural y académica, pero además son también ejemplos cercanos del modelo futuro de la aceptabilidad con la globalización. En otras palabras, rechazan la autarquía social e ideológica, y destacan por su cosmopolitismo, dentro de nuestra más antigua tradición de pueblos viajeros y mestizos.
Así, los conferenciantes de estas sesiones, además de leer y escribir en los principales idiomas europeos, piensan y se expresan en castellano o español, y además, cada uno de ellos lo hacen en otra lengua oficial, muchas veces su lengua familiar o materna; en vasco, Maite Echenique; en catalán, Xavier Vidal y Folch, Carme Riera, y también Remei Sipi Mayo, cuyo idioma materno es el bubi, la lengua propia de la isla Bioko, la antigua Fernando Poo; valenciano, Ángel López García Molins, y también Echenique; y finalmente, Darío Villanueva en gallego. Como ha manifestado Darío Villanueva, la globalización empuja a que las personas en el mundo sean, cuando menos, bilingües, algo que empieza a cambiar con los jóvenes de un país que era monolingüe, como les suele suceder a quienes han sido imperio como España.
Los pueblos que hablan el español como lengua de creación probablemente tendremos más oportunidades históricas de un porvenir de paz y de progreso
Ahora que estamos celebrando el 40 Aniversario de la Constitución, es el momento de recordar que el debate en el Senado constituyente fue intenso en lo referente al Rey, y también en la definición de la lengua oficial del Estado.
Frente a la interesada tesis de que la Constitución se aprobó como trámite o, peor aún, como una orden llegada de los cuarteles, en el asunto del idioma, por ejemplo, hubo tensiones y enmiendas hasta llegar a la Comisión Mixta, el órgano paritario de las dos Cámaras que aprobó el texto común.
El Congreso había aprobado que el idioma oficial fuera el castellano. El Senado enmendó, y en su lugar escribió “el español”. Está entre nosotros el profesor Enciso, que entonces se encargó de la defensa del español como lengua oficial. Fue la Comisión mixta la que llegaría a la redacción actual -El castellano es la lengua española oficial del Estado-, y es un ejemplo de la técnica y de los resultados del consenso: redefine conceptos hacia el futuro. Un proceso constituyente auténtico, como fue el nuestro, tiene la capacidad de transformar la política en Derecho.
Cito unas palabras del Rey Juan Carlos, aunque las podría suscribir el Rey Felipe VI, pues son la plasmación de la filosofía constitucional que la Monarquía simboliza. Las pronunció el 28 de octubre de 1992, en un acto en San Millán de la Cogolla, La Rioja, en el que estuvieron presentes, además de los Reyes, el presidente del Gobierno de entonces, Felipe González, 14 presidentes de las Comunidades Autónomas, todos los de las Comunidades bilingües, salvo Manuel Fraga, que se excusó pues estaba en México: “Convivir no es tolerarse, sino integrarse, dando y recibiendo lo mejor de cada uno, sin imposiciones ni violencia (…) y todas las lenguas conviven normalmente en esta España unida en una Monarquía que asume la variedad con normalidad y orgullo”.
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