Aunque el PP ha venido presumiendo de que Rajoy evitó la intervención de la economía a la que abocaba la dramática crisis de 2008, su ajuste draconiano y los correspondientes sacrificios -luego tan productivos- que se impusieron a Grecia, Irlanda y Portugal, el programa de rescate de la banca por 60.000 millones estuvo claramente condicionado. No llegaron a venir los ‘hombres de negro’ pero nos vigilaban implacablemente desde Bruselas y determinaron para bien la política económica del Gobierno popular. Uno de los primeros frutos de aquella condicionalidad tácita fue la reforma laboral impulsada por la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, que introdujo la dosis de flexibilidad que necesitaban las empresas para comenzar a generar francamente valor añadido y empleo. Por cierto, la señora Báñez fue también la que diseñó la figura de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, que van a ser uno de los principales paliativos de la tragedia laboral que ya está provocando el cerrojazo de los negocios inducido por la pandemia del coronavirus.
Otra de las condiciones impuestas entonces por Bruselas a cambio del préstamo para sanear el sistema financiero fue la creación de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, la Airef, cuyo objetivo fundacional era, y sigue siendo, controlar estrechamente las cuentas públicas y asegurar su rigor y prudencia. Su primer responsable hasta hace sólo unos meses fue José Luis Escrivá, que ha pasado a ser casi sin solución de continuidad el ministro de Seguridad Social y de Inclusión del presidente Sánchez. Su nombramiento, que me dejó un poco perplejo, porque explicaba a posteriori la animadversión que Escrivá siempre mostró por el exministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, fue unánimemente elogiado. En apariencia, el señor Sánchez, que se había bajado los pantalones nombrando vicepresidente a un comunista impulsivo y locoide como Iglesias, con el que prometió no acostarse jamás, situaba en el Consejo de Ministros a un guardián de la ortodoxia con una reputación acreditada, consolidando el tono de prometedora sensatez de la señora Calviño.
Una combinación estelar
Pero estas conjeturas han ido a parar en poco tiempo al cubo de la basura. Irónicamente, el señor Escrivá, que venía de ser el policía de Bruselas en España, la persona encargada de impedir que el país se desviara de las reglas marcadas por la Unión Europea, se ha convertido de la noche a la mañana en un cuatrero dispuesto a vulnerarlas. El artefacto elegido es el invento temerario de la renta mínima por el que porfía con denuedo Iglesias en busca de la santidad y de la sumisión generalizada, y que ha encontrado en Escrivá el valedor con el armazón académico del que carece el cow boy de la coleta. No me dirán que no es una combinación estelar. La renta mínima con carácter permanente introducirá una muesca estructural en el gasto público en el momento más inconveniente, cuando las obligaciones del Estado se van a disparar por el pago de los intereses de la deuda y el aumento brutal de los recursos destinados al subsidio de desempleo. Cuando se pregunta a Escrivá por el coste de esta nueva canonjía, responde sin pudor que estará en el rango alto, y el diario ‘El País’, que tiene hilo directo con la Moncloa, calcula que puede suponer un desembolso de más de 5.500 millones anuales.
Conociendo precedentes como el del PER se puede pronosticar con escaso margen de error que muchos trabajarán unos meses para luego recogerse bajo el paraguas de la renta mínima
Los efectos del ingreso mínimo sobre el mercado laboral serán además letales. El ministro dice que para no desincentivar el trabajo esta ayuda será compatible con un empleo al menos durante unos meses, y lo dice sin rubor, sin reparar en que el remedio será aún peor que la enfermedad, porque ¿cómo se justifica que los ciudadanos vayan a tener que reforzar con sus impuestos la renta de quien ya tiene un puesto de trabajo con su salario correspondiente? Esto no es un ejercicio de solidaridad sino el juego político propio de un trilero, un estímulo para vivir del cuento. Conociendo precedentes como el del PER, se puede pronosticar con escaso margen de error que muchos trabajarán unos meses para luego recogerse bajo el paraguas de la renta mínima. Y así este artefacto está destinado a convertirse en el más poderoso acicate para que muchas personas que podrían ganarse la vida por sí mismas se instalen en la comodidad de un subsidio recurrente -al que se estarán atadas de por vida- en vez de participar en el sistema productivo con vocación de permanencia, contribuyendo a capitalizar la economía y a engrosar la población ocupada.
Es verdad que, dadas las circunstancias, con miles de muertos encima de la mesa y ya inmersos en una catástrofe económica de dimensiones inéditas, Bruselas ha suspendido temporalmente los cánones fiscales a los que debían ajustarse los estados miembros. Pero no hay duda de que, cuando la crisis amaine y la situación se vaya estabilizando, las reglas financieras y presupuestarias serán progresivamente restauradas. Lo contrario sería una ingenuidad, una insensatez o el producto del delirio tremendo que aqueja a los comunistas del Gobierno.
Un proyecto fracasado
La crisis de 2008 sorprendió a España con un envidiable superávit público del 1,6% del PIB. En 18 meses, este se había transformado en un déficit del 11% por obra y gracia de las políticas equivocadas de Zapatero. El amigo de Maduro no tuvo la culpa de la debacle inmobiliaria y financiera, pero fue el responsable directo de que la economía estuviera a punto de quebrar con medidas disparatadas como el 'Plan E', que aumentaron inoportunamente los gastos ya explosivos de los intereses de la deuda y del subsidio de desempleo para afrontar el paro rampante. Ahora el señor Sánchez no nos ha traído la Covid-19, pero es el responsable directo de que seamos el país con más muertos por millón de habitantes y con más número de sanitarios infectados; y también será el responsable de que el hundimiento económico de la nación sea más profundo si en lugar de flexibilizar el mercado laboral -revirtiendo por ejemplo la última subida del salario mínimo- o de emplear los recursos de emergencia permitidos por la UE en sostener el tejido productivo los dilapida en proyectos inconvenientes como una renta mínima que ha fracasado en todos los países en los que se ha ensayado.
La pandemia ha sorprendido a España con una deuda colosal, y es muy probable que esta vaya bastante más allá del 120% por el efecto combinado de la caída aguda del PIB y del aumento dramático de los gastos. De momento Bruselas va a mirar para otro lado, pero esta es una decisión transitoria e insostenible en el tiempo. Llegará un punto en que el endeudamiento tendrá que honrarse progresivamente y en el que los países estarán obligados a presentar planes de estabilidad para reducir su déficit. En el caso de España, la nueva renta mínima permanente será una losa pesada en el camino que además lanza un mensaje inapropiado a las autoridades comunitarias y a países como Holanda y Alemania a los que Sánchez ha puesto en el disparadero exigiendo unos eurobonos para mutualizar la deuda.
¿Qué pensarán el señor Rutte o la señora Merkel al comprobar que la prioridad de gasto del Gobierno español es la de fortalecer un sistema de prestaciones sociales que ya es en muchos casos más robusto que los suyos? Pues sencillamente que los recursos europeos mancomunados no están para satisfacer los delirios de grandeza de un Estado con una renta per cápita todavía lejos de los países ricos y con problemas estructurales hirientes como una tasa de paro intolerable.
Sánchez va a pedir a Bruselas un gran fondo de reconstrucción por valor de 1,5 billones que se haga efectivo con transferencias directas no reembolsables y que no genere más deuda a los Estados
Este jueves, el presidente Sánchez va a pedir a Bruselas un gran fondo de reconstrucción por valor de 1,5 billones que se haga efectivo con transferencias directas no reembolsables y que no genere más deuda a los estados. Es una propuesta realmente osada, destinada a tropezar con muchas dificultades en Holanda, Alemania y otros países del norte. Probablemente la UE transija en inyectar una buena cantidad de dinero para impedir la ruina cierta de Italia y de España, pero lo que es seguro es que el nuevo paquete monetario será condicionado y finalista. Igual que ha ocurrido siempre de manera expresa o tácita, Bruselas determinará en qué se van a gastar los nuevos recursos, y desde luego no será en la renta mínima o en cualquier otra ocurrencia contraria a estimular la actividad productiva, que es la filosofía que inspira el pacto de Gobierno entre Sánchez e Iglesias destrozado de facto por el virus.
Reacción de mercados e inversores
Mi amigo el gran economista alemán Juergen B. Donges me escribe: “Comparto al cien por cien tu argumentario. En Alemania la ultraizquierda también reclama una renta básica vital, pero por suerte los demás partidos políticos la rechazan”. Los señores Sánchez, Iglesias y Escrivá quieren chulear a la señora Merkel y a la Comisión de Bruselas exigiendo fondos para unos fines más que discutibles y potencialmente peligrosos. Fracasarán. Las excentricidades del Gobierno español, el único de Europa que tiene un vicepresidente comunista con un vasto poder fáctico -que además tiene atado por los huevos al propio presidente-, y que está ganando la batalla interna imponiendo con escasa resistencia su agenda, tampoco van a pasar desapercibidas a los mercados ni a los inversores, a los que tanto vamos a necesitar en este trance fatal.
La política española, las ideas que inspiran la actuación del Ejecutivo, van camino de una 'argentinización' progresiva del país. La renta mínima es el último eslabón, y no pequeño, de una cadena que pasa por intensificar la redistribución de ingresos por medio de la confiscación fiscal, por aumentar la intervención pública en la economía, por fortalecer el papel nocivo y siempre turbio de los sindicatos, por la amenaza de las nacionalizaciones y por el control de los medios de comunicación. Otro amigo con chispa me escribe: “Tendremos una renta básica sin trabajar, nuestros hijos podrán pasar de curso sin aprobar, se podrá ocupar una vivienda sin pagarla, ya se puede acusar sin pruebas, tendremos derechos sin obligaciones, tenemos, en fin, un Gobierno sin responsabilidad. ¿Qué puede salir mal?”.
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