Como es lógico, de la segunda carta a la ciudadanía remitida por Sánchez lo más destacado y lo que más ha sido comentado es el burdo intento de exculpar a su mujer en base a criticar al juez instructor, a los periodistas, a los medios de comunicación y, como no, a la derecha y a la ultraderecha. Ni una sola explicación, aclaración o desmentido que contrarreste los graves hechos realizados por Begoña Gómez que la han conducido a la delicada situación procesal que ahora tiene. La verdad que es un tipo de defensa ciertamente creativa y no exenta de imaginación ¿Se imaginan al abogado de la Manada declarando ante la Justicia que la acusación de violación no era más que fango? Ni un intento de probar que fuera sexo consentido, ni un esfuerzo para intentar demostrar que la violada se avino voluntariamente a la penetración colectiva, ni una solicitud al menos de atenuante por el estado de embriaguez de los violadores. Nada en absoluto, solo la manifestación de que la acusadora era de extrema derecha y su acusación no era más que otra muestra del fango ultra que invade a una parte de la sociedad española. Y además de eso, llevar a los violadores a un acto público en el que cuatro “bien pagaos” coreasen al unísono ¡Ma-na-da, Ma-na-da!
Pues si nos imaginamos lo anterior, observaremos que se asemeja mucho, muchísimo, a la imaginativa defensa que de su mujer está realizando Sánchez. Es tan innovadora que yo recomendaría a Begoña Gómez que la patentara ya que tiene una acreditada experiencia en registrar a su nombre lo que ella no ha elaborado ni pagado.
La mayor de las injusticias
Al margen de este breve comentario sobre la principal zafiedad de la última epístola sanchista, quiero llamar la atención sobre otro pasaje de la misiva en el que Sánchez afirma su voluntad de “luchar contra la mayor de las injusticias, que es la desigualdad”. Hay que tener cuajo para manifestar algo así cuando viene de cometer un auténtico atentado contra la igualdad. Obviamente me refiero a su execrable Ley de Amnistía por la que un conjunto de delincuentes -los que al propio Sánchez le conviene para conformar y mantener la mayoría parlamentaria que le ha hecho presidente del Gobierno- quedan exonerados de rendir cuentas ante la Justicia como sí están obligados el resto de los españoles. ¡Viva la igualdad sanchista!
Lo ha expresado con claridad el imputado Koldo comparando la suspensión de militancia que se le ha aplicado a él por su imputación y la elevación a los altares socialistas que ha recibido Begoña Gómez
Con su Ley, Sánchez consigue que se otorgue el mismo trato a los españoles que infringieron la Constitución y a los que no lo hicieron, a los que malversaron caudales públicos y a los que abstuvieron de hacerlo, a los que agredieron a las fuerzas de Orden Público y a los que las respetan, a los que incendiaron calles y plazas y a los que sufrieron los incendios, a los que saquearon comercios que a los que acuden allí a comprar y pagar sus compras ¡Viva la igualdad sanchista!
También dirige Sánchez su partido con su particular concepción de la igualdad. Lo ha expresado con claridad el imputado Koldo comparando la suspensión de militancia que se le ha aplicado a él por su imputación y la elevación a los altares socialistas que ha recibido Begoña Gómez, tan imputada como él. ¡Viva la igualdad sanchista!
Lo cierto es que profundizando la reflexión y ampliando su alcance, la siniestra política tiene una pervertida concepción del principio de igualdad. En ella se pretende que exista un presente y un futuro igual para que los que han actuado y actúan de forma desigual y esta pretensión de hacer iguales a los que han tenido y tienen comportamientos desiguales sí que constituye la mayor de las injusticias.
Aspirar a que tengan las mismas condiciones materiales de vida los que se han comportado y se comportan de modo desigual no es igualdad, es igualitarismo, una viciada, trasnochada y fracasada versión de la igualdad
Es así porque resulta injusto e inadmisible pretender la igualdad entre los que han dedicado una buena parte de su vida a formarse profesionalmente y los que no lo han hecho, entre los que trabajan más y los que lo hacen menos, entre los que trabajan mejor y los que lo hacen peor, entre los que arriesgan su patrimonio para realizar una actividad empresarial y los que han optado por no arriesgarse, entre los que la desarrollan con éxito y los que no lo tienen… Nada es más injusto que pretender equiparar a unos con otros. Y nada más fariseo que pretender hacerlo invocando el principio de igualdad. Aspirar a que tengan las mismas condiciones materiales de vida los que se han comportado y se comportan de modo desigual no es igualdad, es igualitarismo, una viciada, trasnochada y fracasada versión de la igualdad.
Es viciada porque, en la dirección que he expuesto, supone prostituir la auténtica igualdad. Es trasnochada porque responde a planteamientos arcaicos, lejanos a la actualidad. Y es fracasada porque todos los experimentos políticos que la han implementado han cosechado fracasos estrepitosos. El más mediático es el caso de Cuba donde, además de ser injusto, el siniestro intento igualitarista ha demostrado su total ineficacia al haber destruido cualquier incentivo al esfuerzo individual abortando así las posibilidades de éxito colectivo. Y, a la vista está, el “hombre nuevo” con el que soñó el Ché, no existe, no es más que la ensoñación de un asesino de masas. Y la sociedad construida sobre su pretendida existencia es el paradigma de un mayúsculo fracaso colectivo.
“No, Ignacio, estas instalaciones están para obtener dólares para la Revolución”. Así entienden ellos la igualdad, concretada en que actualmente ningún cubano puede disfrutar del Club Habana, ya son todos iguales
Voy a relatar un hecho real que me sucedió en uno de mis viajes oficiales a Cuba. Tras una jornada de trabajo -a la cubana-, el viceministro de Finanzas quiso enseñarme el Club Habana, un lujoso establecimiento situado Malecón arriba con todo tipo de instalaciones sociales y deportivas incluido un embarcadero. Mientras me lo enseñaba me decía: “Fíjate Ignacio qué injusticias había antes de la Revolución, aquí solo podían entrar los cubanos ricos, los pobres no”. Preguntado por mí respecto a quienes eran ahora sus usuarios me respondió: “Los miembros de las legaciones diplomáticas extranjeras y los extranjeros directivos de las nuevas empresas mixtas”. Repregunté ¿Y los cubanos? “No, Ignacio, estas instalaciones están para obtener dólares para la Revolución”. Así entienden ellos la igualdad, concretada en que actualmente ningún cubano puede disfrutar del Club Habana, ya son todos iguales.
Volviendo a España, son muchos los ejemplos de decisiones económicas del Gobierno de Sánchez que bajo el paraguas de una pretendida igualdad no son sino artimañas de objetivos igualitaristas, absolutamente injustos y desigualitarios. Uno de los más significativos es el desigual porcentaje con el que se vienen incrementando las pensiones, mayor para las de más reducido importe y menor para las de importe más alto. Con esa tendencia, la cuantía individual de las pensiones camina en la senda de la progresiva igualación de las prestaciones, circunstancia a todas luces injusta pues no son iguales las contribuciones pagadas y que se pagan por unos y por otros. De manera que igualar o caminar hacia la igualación de las pensiones que reciben los pensionistas sí constituye una gran injusticia.
El mérito y el esfuerzo
Pero es así como Sánchez y con él los socialistas y demás miembros de la siniestra política entienden la igualdad, desactivando desde el poder los méritos logrados individualmente ¡qué perversa injusticia! Ese lamentable igualitarismo genera sociedades sin incentivos, atrofiadas, faltas de iniciativas, carentes de vigor y condenadas al atraso económico y social. Vuelvo a ejemplificarlo con la referencia antes hecha a Cuba. Por el contrario, las sociedades que avanzan, innovan y progresan son aquellas en las que se valora el esfuerzo, el trabajo, el mérito, la asunción de riesgo y el éxito, aquellas donde el individuo sabe que su futuro puede ser mejor si su esfuerzo es mayor. De ese modo, es la existencia de oportunidades lo que provoca el esfuerzo por el éxito individual y es la suma de estos esfuerzos la que conduce al éxito colectivo.
Pero no, la siniestra política desprecia lo anterior y enarbola como alternativa la bandera del igualitarismo, esa viciada, trasnochada y fracasada concepción de la igualdad. Llegados hasta aquí, es justo reconocer que el político más caracterizado de nuestra siniestra, Sánchez, sabe enarbolarla con una eficacia inimaginable obteniendo un altísimo rédito electoral. No hay duda, Sánchez es un gran siniestro porque es un siniestro muy eficaz, eficacísimo.
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