El 19 de octubre de este año fue arrestado el ciudadano marroquí y líder islamista Mohamed Said Badaoui, conocido en los medios como el imán de Reus. Dicha detención se produjo en relación con la orden de expulsión que tenía pendiente desde el verano fundada en informes policiales en los que se sostiene que el súbdito marroquí constituye un “riesgo inminente para la seguridad nacional” y fue firmada por el secretario de Estado de Seguridad.
La Comisaría General de Información le acusa de haber adoctrinado a su Comunidad con “difusión de postulados radicales proyihadistas” y de ser “uno de los principales referentes en España del salafismo más ortodoxo” para el que captaba a menores vulnerables, siendo todas ellas actividades que han llevado a “un aumento del radicalismo en la región de Tarragona a causa de su discurso”. Tras su detención fue trasladado a un CIE a la espera de que se resolviera la orden de expulsión a Marruecos, donde por cierto, lejos de ver conculcados sus derechos, recibió visitas de ONGs y asociaciones de derechos humanos. Finalmente, se le ha expulsado junto con otro ciudadano marroquí y ya se encuentra en Casablanca, desde donde no deja de dar entrevistas denunciando una supuesta islamofobia y en las que, y aquí le cito textualmente, expresa que “el salafismo, la yihad, se han demonizado y se han sacado de contexto”.
Veamos qué contexto es ese. El salafismo es un movimiento islámico reformista ultraconservador suní surgido en el siglo XIX y que defiende un retorno a la más estricta obediencia al Corán y al resto de escrituras sagradas interpretándolos de la forma más estricta y radical. La Yihad, por desgracia, es un concepto con el que todos estamos más familiarizados y que se traduce al español como “ esfuerzo”. El esfuerzo que debe hacerse para que la ley divina reine en la tierra y que, en muchos casos, implica la lucha violenta.
La Comisaría General de Información debía estar al tanto de todos los contextos posibles y si elaboró ese informe sobre Badaoui es porque había razones contundentes para hacerlo. No olvidemos las numerosas ocasiones en que se ha informado en los medios y, sin darle excesiva importancia, del desmantelamiento de células radicales o del constante goteo de detenciones de extremistas cuyos proyectos fueron felizmente abortados por la eficaz labor de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado, que silenciosamente nos protege de peligros de los que en la inmensa mayoría de los casos no llegamos a ser conscientes.
Junts, Esquerra y Cup, junto a los comunistas de en Comú Podem, salieron en tromba a defender al islamista y poner en tela de juicio la labor policial
Pues bien, lejos de apoyar y agradecer la función de la policía, los partidos independentistas catalanes, Junts, Esquerra y Cup, junto a los comunistas de en Comú Podem, salieron en tromba a defender al islamista y a poner en tela de juicio la labor policial redactando un comunicado de apoyo a Bodaui que, como mujer lo digo, podrían haberse ahorrado. Un sujeto que se niega a dar la mano a una mujer por el mero hecho de serlo, que dejó a una periodista de La Vanguardia con la mano colgando y que arremetió contra una figura tan poco discutida en el mundillo indepe como Lluis Llach, tachándolo de islamófobo porque se atrevió a poner en cuestión en un tuit una foto de una pareja en la playa, (el chico iba en traje de baño y ella cubierta de negro de la cabeza a los pies) no parece que merezca esa defensa cerrada de quienes se consideran la cumbre de la modernidad y el feminismo.
Incluso las feministas islámicas, que las hay y con mucho mérito, como Najat el Hachmi, han escrito en los últimos días artículos extrañándose de esa defensa, que no se produce con el mismo vigor para defender a las mujeres que sufren bajo esa interpretación radical de la religión. Muchas de ellas han optado por callarse porque no hay salida. Si protestas, te cierran la boca con la acusación de islamofobia.
Incluso las feministas islámicas, que las hay y con mucho mérito, como Najat el Hachmi, han escrito en los últimos días artículos extrañándose de esa defensa
Sin embargo, no debe extrañarnos. El independentismo catalán no se caracteriza por sus miramientso escogiendo amigos y a las fotos con Otegui se suman las fotos con Bodaoui. En unas Junqueras y en otras Rufián, sonríen ciegos a todo lo que esas imágenes representan. Sonrisas en las fotos y abrazos y selfies en la vida real. Tragaderas se le llama a eso en mi pueblo.
En las pequeñas manifestaciones que se han producido contra la expulsión del Imán, los hombres se situaban a un lado y las mujeres a otro. Un detalle sin importancia que viene a recordarnos que nada hay más frágil que los logros de la civilización. Sobre todo cuando quienes deben defenderla no lo hacen.
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