Las décadas de 1990 y del 2000 fueron gloriosas para Silvio Berlusconi. Recibió tanto poder y tanta influencia que fueron muchos quienes apreciaron que le habían emborrachado. Quizás una de las mejores pruebas de ello fue la que se manifestó en 2003, cuando demostró su gusto por la canción napolitana con una balada llamada Meglio ‘na canzone. La letra era suya y la música, de su amigo Mariano Apicella. “Parecía algo temporal y nada más / Sólo una aventura y nada más / Pero es un amor grande, un gran amor / Grande porque tú / Quieres el amor y ya no estás”, venía a decir una de sus estrofas.
Berlusconi y Apicella interpretaron este tema en público mientras Il Cavaliere era el presidente de la República de Italia. Aplicar el populismo ha sido rentable para muchos líderes a lo largo de la historia. A ‘Silvio’ le ayudó a llegar al poder y a afianzarse en tronos, sillones y atriles. Uno de los precedentes más inmediatos del trumpismo es el suyo. El del presidente de equipos de fútbol, empresario de medios de comunicación y político de primer orden. El que movilizaba con su singular carácter tanto a sus enemigos como a sus acólitos.
Los grupos de televisión hoy ya no son lo que eran. Antes pastoreaban a la opinión pública, creaban iconos e incluso ponían y quitaban presidentes. Berlusconi incluso ‘se puso’ en esa posición
Precisamente es esa personalidad tan singular la que hará imposible sustituir su figura en la organización que comandaba, que era Mediaset, rebautizada en la última etapa de su vida como Media for Europe. Ahí se agrupan el 100% de los activos de Mediaset Italia y España y el 24,9% de la alemana ProSiebenSat.1 Media.
MFE fue el resultado de un proceso de fusión transfronteriza cuya razón de ser es evidente: en un negocio con unos competidores cada vez más grandes, fuertes y temibles, la unión hace la fuerza. Ahora bien, el mundo ha cambiado, la sociedad es digital, las licencias de televisión han perdido casi todo su valor y los gigantes que promovieron Berlusconi y compañía hoy lucen como pigmeos al lado de los grandes agentes del mercado.
Sirva como ejemplo que MFE dispone de una capitalización bursátil de 1.630 millones de euros, frente a los 185.500 de Netflix. Las antiguas cámaras de fotos quedaron obsoletas cuando se expandió la tecnología digital. Lo mismo sucedió con los periódicos. Los grupos de televisión hoy ya no son lo que eran. Antes pastoreaban a la opinión pública, creaban iconos e incluso ponían y quitaban presidentes. Berlusconi incluso ‘se puso’ en esa posición. Los tiempos han cambiado… mucho.
El mercado de la televisión
Así que Berlusconi ha fallecido en un momento en el que varios de los productos de entretenimiento más atractivos del mercado los lanzan las plataformas audiovisuales; y en el que los influencers poco a poco se han abierto hueco en un mundo en el que los medios de comunicación concitaban hasta hace no mucho la mayor parte de la atención de la población. Las generaciones que antes se criaban delante del televisor hoy lo hacen en YouTube o Twitch. Los adolescentes españoles apenas si ven una hora al día la televisión, según los datos de Kantar Media. Hoy son más influyentes entre los jóvenes Ibai Llanos y Gerard Romero que cualquier periodista de la pequeña pantalla.
Eso lo han notado los anunciantes. En 2022, la facturación publicitaria de este medio de comunicación se redujo el 3,8% en España, mientras que en el resto del sector creció el 1%. Las empresas televisivas facturaron 1.769 millones de euros, frente a los más de 2.000 que obtuvieron en 2019, justo antes de la pandemia; o los 3.538,8 de 2007, el año previo a la ‘gran recesión’, cuando la fuerza de las redes sociales, de YouTube e incluso la de la televisión de pago en España era muy escasa. O en el caso de las plataformas OTT, inexistente.
El fallecimiento por leucemia de Il Cavaliere ha sucedido también en un momento histórico complejo para Mediaset España, en el que se ha afrontado la sustitución de otro líder fuerte, Paolo Vasile, quien acaudilló la empresa durante un cuarto de siglo y quien tenía la última palabra sobre casi todas las operaciones que se sopesaban.
Cuenta algunas de las personas de su máxima confianza que Vasile acostumbraba a asistir a las proyecciones que se organizaban en la casa para decidir sobre la compra de series o programas. Su sinceridad llegaba a ser hiriente. Si no le gustaba, no le dolían prendas en afirmar que el producto era “una mierda” y que no le interesaba, aunque estuvieran delante los vendedores.
En otra ocasión, aplicó una estrategia muy sibilina para pujar por los derechos audiovisuales de una torneo internacional de fútbol. Primero, negoció con RTVE para participar de forma conjunta en la subasta. Cuando a Mediaset llegó información sobre la cantidad máxima que podía ofertar la corporación –la que le había autorizado su Consejo de Administración a sus directivos-, trasladó a la UEFA una cantidad superior para que ese producto pudiera verse en exclusiva en Telecinco y Cuatro. Así lo cuentan fuentes de RTVE.
Fricciones en Mediaset
Sustituir a un líder tan fuerte y con tanta personalidad es muy complejo. Tal es así que Vasile fue relevado en España por un equipo de tres consejeros delegados, y Borja Prado, que han chocado en los últimos tiempos sobre varios asuntos relacionados con la gestión de la compañía. Así lo relató Vozpópuli el pasado 24 de mayo.
El ejemplo de Prado es paradigmático. Tras la marcha de Vasile fueron varios medios los que le atribuyeron un poder de decisión sobre la línea editorial del grupo. Todas esas afirmaciones chocaron con las de Mediaset y ocasionaron cierta tensión interna con Alejandro Salem, el nuevo líder de la compañía, quien es el responsable último de los contenidos informativos.
Un directivo del grupo atribuye estas distorsiones a la nueva estructura del organigrama del grupo: lo que antes ejecutaba una persona, Vasile, ahora lo hacen siete. Cada una con su ego, sus intereses y sus aspiraciones. Ni más, ni menos.
Silvio Berlusconi invirtió en España cuando el Gobierno de Felipe González repartió las primeras licencias de televisión privada y durante los primeros años de actividad perdió muchos millones de pesetas. Después, se puso en manos de Maurizio Carlotti y, posteriormente, de Paolo Vasile, y comenzó a ingresar dividendos que han sido más elevados que los de cualquier grupo mediático español. Le acusaron de hacer telebasura. De llenar la cabeza de la población de contenidos mediocres; y de trastornar conciencias con el constante relato de los conflictos emocionales de los personajes de sus programas. Incluso recibió multas de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) por estos motivos. Mientras tanto, ganaba más dinero que ningún empresario mediático español. Cientos de millones de euros.
Al frente de su conglomerado de medios de comunicación ha quedado su hijo Pier Silvio. A su derecha, el veteranísimo Fedele Confalonieri, el hombre del maletín negro. El presidente no ejecutivo, pero una persona de plena confianza para la familia. Fue un gran consejero en vida para Silvio y ahora jugará un papel importante durante la dura transición.
Habrá que ver si Media for Europe logra mantener un buen rumbo sin la influencia de un hombre que lo ha sido todo en Italia durante las últimas décadas
El día siguiente del entierro de un líder tan carismático suele ser complejo. El despiste es habitual en los que quedan y la sensación de vacío –en su parte positiva, pero también en la negativa-, inevitable. Habrá que ver si Media for Europe logra mantener un buen rumbo sin la influencia de un hombre que lo ha sido todo en Italia durante las últimas décadas. Para sus amigos o para sus enemigos.
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