Uno de los signos distintivos del proceso separatista que sufrimos en Cataluña desde hace decenios son sus tendencias y prácticas totalitarias. Estamos ante una de las más singulares reformulaciones de las tendencias políticas de las postrimerías del siglo XX. Me explico, lo que vemos en esta comunidad autónoma es un híbrido posmoderno de las tendencias totalitarias precedentes, una circunstancia que respondería a la paradoja de nuestro sistema institucional, que permite a las administraciones autonómicas actuar casi como si fueran un Estado, pero en verdad no son más que una administración regional. Esta es la razón de que desde la Generalitat necesitan crear instrumentos y asociaciones civiles para activar según qué iniciativas de imposición ideológica en ámbitos que desde lo público no pueden hacer (solo lo harían si fuesen un estado y pudiesen desplegar si cortapisas toda su hiel autocrática).
Esta tendencia hacia el totalitarismo híbrido (aprovecha la formalidad democrática para imponer un modelo ideológico totalitario) se vislumbra en la imposición de un programa de valores y una ideología asfixiante que expulsa o estigmatiza cualquier atisbo de disidencia. Lo más llamativo de todo es que este programa tiene nombre, se llamó Programa 2000, está escrito y fue publicado en al año 1990 por tres periódicos nacionales, ABC, El Periódico y El País. La lectura de este programa permite recorrer los episodios de este gran culebrón separatista que tiene polarizada, tensionada e hiperventilada a la sociedad catalana.
Esos movimientos han ido de abajo-arriba, desde clubes de barrio o asociaciones de sardanas hasta la Cámara de Comercio de Barcelona
Cuestión destacable es que gracias a una política inteligente (y una cantidad ingente de recursos públicos) el separatismo ha ido poniendo en práctica uno de los ejes fundamentales de dicho Programa 2000: el acaparamiento de toda actividad e institución civil y la monopolización de cualquier símbolo que pudiera adscribirse a 'Cataluña'. Esos movimientos han ido de abajo-arriba, desde clubs deportivos de barrio o asociaciones de sardanas hasta la Cámara de Comercio de Barcelona. La novedad de estos últimos años es que están utilizando asociaciones independentistas creadas ad hoc como elemento para acaparar las instituciones catalanas más relevantes. Utilizan el asociacionismo subvencionado como ariete de la Generalitat para simular que es la “sociedad civil” quien exige este tipo de operaciones.
Como ya he comentado, esta tendencia lo hemos visto en la Cámara de Comercio de Barcelona, cuando la ANC impulsó la candidatura de Joan Canadell, un creyente entre los creyentes separatistas. Lo paradójico es que ganó en una votación en la que solo votó el 6,3% del censo. ¿En qué se ha convertido la Cámara de Comercio de Barcelona desde entonces? En un altavoz más en manos del separatismo para la propaganda política que ahoga la pluralidad de las miles de empresas que debería representar, obvia los problemas reales de los socios de la Cámara, mientras su presidente se dedica a insultar a España y a los españoles (un extravagante del autoinsulto) y a la manipulación más burda y deleznable de la realidad (España es paro y muerte, Canadell dixit).
El próximo desafío
Pero la tendencia hacia el control total no se queda aquí. Hay una pieza mayor que desde hace muchos años pretenden cazar: el FC Barcelona. Saben que si consiguen tal pieza tendrán el altavoz más potente que nunca han tenido. No me refiero únicamente al símbolo cultural catalán, ni a ese perímetro romántico más allá del fútbol de ser 'más que un club', ni a ese púlpito privilegiado desde dónde emanar los mantras separatistas a la sociedad catalana. Me refiero a la comunicación internacional, a la propaganda más allá de nuestras fronteras, el verdadero eje sobre el que pivotará el próximo desafío al ordenamiento jurídico, ahí es dónde tiene puesta la diana el separatismo.
Naturalmente, están aprovechando el episodio Messi para el asalto al poder en el club de fútbol, aprovecharán la debilidad del momento para el asalto, aducirán motivaciones deportivas, resultados, honor blaugrana, pero en verdad, lo único que querrán es instrumentalizar la institución, hacer callar a los disidentes, monopolizarán cualquier actividad con elementos ideológicos y tratarán de imponer su moral antidemocrática: solo se puede ser un buen catalán si eres separatista, solo podrás ser un verdadero barcelonista si crees en nosotros. Lo que le pase al club es indiferente, como lo es lo que les ocurra a las empresas de la Cámara de Comercio de Barcelona. Lo único importante es acapararlo todo en pos de su ideología.
Ni siquiera aquellos que son equidistantes o aquellos que simplemente no tienen una actuación claramente separatista pueden estar en posiciones de responsabilidad. Es un marco mental totalitario
Esta obsesión totalitaria también la hemos visto en las declaraciones de la presidenta de la ANC, Elisenda Palauzie, cuando 'acusa' a la Universidad Autònoma de Barcelona y a la Universidad de Barcelona de ser 'unionistas'. La ANC ya ha marcado el objetivo, deben controlar estas dos universidades con una 'acusación' tan absurda como esa, máxime cuando en la UAB se están viviendo reiterados casos de agresiones a los estudiantes que libremente se declaran contrarios al proceso separatista con nulo o escaso apoyo por parte del rectorado. Este clima asfixiante contra la pluralidad en las universidades provocado por los cachorros de las formaciones separatistas no es suficiente para la ANC. Hay que controlarlo todo. Para ellos es indignante que los que disientan puedan tener una existencia civil normal y pacífica. Ni siquiera aquellos que son equidistantes o aquellos que simplemente no tienen una actuación claramente separatista pueden estar en posiciones de responsabilidad. Es un marco mental absolutamente totalitario y demencial.
Apertura y pluralidad
Ahora bien, no puedo acabar este artículo sin hacer una crítica a todos los que luchamos por una Cataluña abierta y plural. Nos equivocamos en nuestra estrategia, no hemos de dejar esos espacios al separatismo, hemos de dejar esa vocación de resistentes y establecer estrategias para evitar la 'ocupación' de las instituciones y de la vida civil. Nuestra misión debería consistir en estar en los órganos de decisión, pero desde una lógica de apertura y pluralidad para evitar caer en la trampa de la polarización que es el terreno de juego necesario para el separatismo. Desde ahí, desde las instituciones, es más eficaz denunciar el totalitarismo separatista, desde ahí la sociedad podría visualizar la verdadera sociedad civil no ideologizada, desde ahí podrían romperse los marcos autorreferenciales creados por la Generalitat.
No es posible que un Canadell con un 6% de votos haga de la Cámara de Comercio un coto privado de caza independentista, no puede ser que no se cree un movimiento que evite que el Barça se convierta en mucho menos que un club, no puede ser que las asociaciones de estudiantes no independentistas renuncien a estar en los órganos de gobierno de las universidades. En nuestras manos está evitar que se impongan las tesis del nacionalismo en todas las esferas de la vida pública.
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