Desde hace ya unas cuantas semanas se ha intentado introducir en la agenda política y mediática el tema de indultar a los condenados por sedición por los hechos del otoño de 2017. Lo que parecía una mera necesidad de notoriedad de algunas formaciones políticas de nuevo cuño para hacerse un hueco en el ya concurrido espacio “posconvergente” (definido por los míticos trescientos mil votantes catalanistas), de repente, se ha visualizado la 'casual' coincidencia con los planes del Gobierno. El ministro de Justicia ya ha adelantado en sede parlamentaria sus planes para empezar a tramitar dichos indultos. Pero, ¿a qué respondería esta inesperada e injustificada aparición del tema de los indultos? A mi parecer estaríamos ante dos visiones, un objetivo y una grave ofensa.
Empecemos por la versión buenista, aquella que se prodiga por los foros de poder de Madrid y de la que tan buen provecho saca nuestro actual Gobierno. Me refiero a la que habla de reconciliación, de desinflamación, de desmovilización del separatismo porque al no tener políticos presos no tendrían la excusa victimista para tensar a sus votantes. Naturalmente en esta versión no se tiene en cuenta el Estado de derecho y la 'pequeña' anomalía respecto a que los presos no cumplen las condiciones para ello, no existe ni reconocimiento, ni arrepentimiento (“lo volverán a hacer” no utilizan ni siquiera un condicional). Lamentablemente, esta postura también transmite a la sociedad la sensación de que la actuación de la Justicia ha sido una especie de venganza política. Todo ello hace un flaco favor a un constitucionalismo desmovilizado ya que es un factor añadido a la vuelta al letargo político de la Cataluña silenciada, aquella que levantó la mano el día 8 de octubre de 2017 y dijo prou (basta).
Se venderá como una victoria, como un impulso y como una justificación para seguir adelante. Se venderá aquí y en el exterior
La pregunta sería si de verdad esto de los indultos servirá para bajar la tensión y desbaratar el relato separatista. Solo hace falta partir de una constatación: la agenda política y mediática, la capacidad de imponer el relato en un porcentaje importantísimo de la población catalana, sigue correspondiendo a la Generalitat, sus medios de comunicación públicos y los subvencionados. Pensar que un hecho como el de los indultos necesariamente tendrá una interpretación concreta ante el público es o no entender cómo funcionan las cosas en Cataluña o que en realidad te mueven otros intereses. Veamos qué puede ocurrir con los indultos, en el supuesto de que vayan indultando paulatinamente a los condenados por sedición; el escenario será que irán apareciendo como héroes y víctimas de un Estado represor que ha tenido que claudicar ante la apabullante injusticia que supusieron los juicios como parte de la represión contra “el pueblo catalán”. Se venderá como una victoria, como un impulso y como una justificación para seguir adelante. Se venderá aquí y, lo que es peor, en el extranjero. Será el equivalente a querer apagar un fuego con gasolina. Veremos cada excarcelación como un capítulo de un culebrón que acabará con el desenlace apoteósico de la salida de Junqueras… y es aquí dónde vemos el objetivo subyacente.
Un tripartito en Cataluña
¿Qué significaría ver libre a Oriol Junqueras? Sería dar alas a ERC frente a su archienemigo Puigdemont, por mucho que las encuestas reflejen un empate técnico, el espíritu del prusés es muy mesiánico y, en este caso, el fugado ha sabido capitalizar esa épica aprovechando la imposibilidad que tenía Junqueras de competir mediáticamente desde prisión. Pero, ¿a quién beneficiaría esta nueva situación? ¿Cuál sería el objetivo subyacente? ¿Acaso es una casualidad la intensa cobertura mediática que ha tenido el catalanismo al pedir los indultos? Como bien saben, en política no hay nada casual ni inocente, el objetivo no es otro que contentar a ERC para que siga apoyando al gobierno Sánchez y, cómo no, preparar el camino para lograr un tripartito en Cataluña. La coincidencia narrativa del precalentamiento catalanista al tema de los indultos y, acto seguido, el anuncio público por parte del Gobierno forma parte de una misma cosa, una misma visión y un mismo objetivo. El problema es que dicho objetivo tiene dos derivadas: la primera ya lo decía más arriba, desmoviliza a los constitucionalistas y el segundo es que trata el problema del separatismo (otra vez) de forma tacticista y cortoplacista…
Intensa campaña
Finalmente, como sabrán, si se otorgasen los indultos, en última instancia habrán de ser firmados por Su Majestad el Rey. No puede negarse por ser un acto debido. ¿Se imaginan ver a Felipe VI obligado a una firma que será vendida como una rendición y una humillación por parte del separatismo y como una claudicación por parte del populismo de izquierdas?
Esto formaría parte de la intensa campaña de deslegitimación de la Corona. Hay que recordar que fue el Rey quien, con su discurso del 3 de octubre de 2017, movilizó a la población y puso fin a la intentona separatista. Ahora bien, sabiendo como sabemos que la actual política se ha convertido como un juego de encantamientos, sombras y desinformación, también podría ser que la campaña a favor de los indultos fuese una cortina de humo para tapar la reforma del Código Penal que permitirá salir a los sediciosos y, probablemente, sin condena de inhabilitación.
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