Cuando preguntaron a los padres del niño de Canet cómo y cuándo habían decidido dar un paso al frente y solicitar para su hijo, ese pequeño héroe que lleva sobre sus frágiles hombros la dignidad de todos frente a los independentistas, que se le impartiera el 25% de las materias en castellano, el padre respondió que llevaban un año preparándolo. Piénsenlo bien: un año. Un año para tomar una decisión que debería ser la más fácil y lógica del mundo, el derecho a ser escolarizado en la lengua materna, que además coincide con la oficial, en su propio país.
Un derecho que no debería acarrear consecuencias negativas ni para el niño ni para la familia, pero ni siquiera contando con el apoyo y la cobertura de la AEB, la Asamblea por una Escuela Bilingüe en Cataluña, pudieron evitar las amenazas, los ataques y los insultos. Un presunto gastrónomo, de nombre Jaume Fábrega, escribió que se apuntaba a ir a apedrear la casa de la familia. Un mosso de escuadra, de nombre Albert Donaire, abogaba, en el colmo del sectarismo y la crueldad, que dejaran al niño absolutamente solo en clase. Hay que estar muy mal de conciencia para ensañarse así con un crío, pero lo hacen, y por eso los padres pensaron durante un año en cómo ejercer sus derechos, porque sabían que esa libertad la iban a pagar muy cara.
Por supuesto, la AEB presentó las correspondientes denuncias, pero mientras tanto el Govern fue encontrando la forma de saltarse la ejecución de la sentencia y los meses fueron pasando, hasta que llegó junio y con él el fin de curso. Qui dia passa any empeny, dice el refrán catalán. Quien pasa un día va empujando el año, y mientras tanto un ciclo más en que no se ha cumplido la sentencia del 25% y eso que ha ganado el independentismo.
El niño de Canet, y tantos otros como él, van a ver conculcados sus derechos por este gobierno que padecemos todos, y van a ser usados como moneda de cambio para asegurarse el apoyo de ERC
Ahora el niño de Canet, y tantos otros como él, van a ver conculcados sus derechos por este Gobierno que padecemos todos, y van a ser usados como moneda de cambio para asegurarse el apoyo de ERC. Primero aprueban con los votos socialistas del PSC la ley que consagra el catalán como única lengua vehicular en la educación pública para después sentarse a la llamada Mesa de diálogo, ya en su versión PSOE, y acabar de vender lo que queda de España en Cataluña.
Me imagino cómo deben estar esos padres que dieron el paso en su día y han sufrido el desamparo de quien debía protegerlos y qué deben estar pensando todos aquellos otros que seguirán en el silencio porque están solos y lo saben y han escarmentado con el ejemplo. Pienso que este año y cinco meses de gobierno que aún le quedan a Sánchez se han comprado a un precio altísimo que jamás debió pagarse.
Empieza agosto y, a los ojos de los niños que juegan felices en el campo o en la playa de muchos lugares de Cataluña, la vuelta al cole parece que está muy lejos. Hablan entre ellos, (no hay gorjeo que pueda superar la alegría de ese griterío infantil) se ríen, y empiezan a nombrar al mundo en la lengua de sus padres que no sabrán escribir.
Que no se olvide.
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