A nadie que haya seguido la trayectoria de la hasta ahora líder de lo que queda de Ciudadanos puede sorprenderle lo que ha pasado en Murcia, lo que se cuece en Madrid, lo que intentan que pase en Andalucía o en Castilla-León. Era una muerte anunciada, una copla desgarrada que se intuía en los ojos negros, negros como el azabache de aquella mujer que vestía de gitana en la Feria de Abril en Cataluña, era aquella sonrisa hecha para perder a quien se enredase en ella. Porque Arrimadas es pura copla y solo el colosal desconocimiento que se tiene de ella ha podido persuadir a alguien de la limpieza de sus intenciones. Si Pablo Casado supiera la letra de La Salvaora, zambra compuesta por Quintero, León y Quiroga para el mítico Manolo Caracol, habría sospechado al mirarla y hubiera recordado Quien te puso Salvaora que poco te conocía, el que de ti se enamora se pierde pa toa la vida. Pero el PP entendió que Arrimadas era, efectivamente, su salvación, y se aferró a un Ciudadanos que ya no lo era, extraviados cuando no centrifugados fuera del mismo el talento, la inteligencia y el sentido de Estado. Eres tan hermosa como el firmamento, lástima que tengas malos pensamientos, sigue la canción, desgarradora como el trágico final que se intuía cuando Albert Rivera, presionado por su honradez y no pocos poderes fácticos, dimitió gallardamente acompañado por el núcleo duro del partido, incapaz de ceder ante Sánchez.
Inés quería arrastrar su bata de cola por las moquetas oficiales. Primero, con Rajoy, después, con Sánchez. Y los liberales de verdad, los que estaban en el asunto para servir al Estado y no por un cargo, cantaban en un colmao de flamencos, manzanilla y amores arrinconados entre un ajado clavel y una guitarra desafinada lo que interpretaba la inmensa Lola Flores, Ay pena, penita pena, pena de mi corazón que me corre por las venas con la fuerza de un ciclón. Imagino a mi hermano Girauta con esa pena viendo en lo que ha ido a parar aquel partido por el que tantos lo dieron todo sin esperar nada. Es lo mismo que un nublao de tiniebla y pederná, es un potro desbocao que no sabe dónde va, es un desierto de arena, pena, es mi gloria de un penar, ay pena, penita, pena.
Inés, es hora de decirlo, chantajeó políticamente a la antigua dirección de Cs si no se la llevaban a Madrid. Quería dar el salto y convertirse en la primera líder del país. O, al menos, ser vicepresidenta. O un ministerio
A quienes entraron en política debido al desafío separatista, hartos de demagogia, corrupción, humillaciones y pujolismo, debió inspirarles la misma copla, que acaba con un sincero manifiesto de amor y desinterés al decir Yo no quiero flores, dinero ni palmas. Porque no se estaba en Ciudadanos para lucir la bata de cola ni para otra cosa que no fuese participar en un proyecto regenerador que, superando el bipartidismo y la dictadura nacionalista, abriera una puerta de esperanza a la mayoría de personas. Era el Ciudadanos de las listas abiertas, de las primarias, de la batalla cultural, del enfrentamiento a cara perro contra los que prefieren una España podrida a una sana siempre que sea suya.
Pero no pudo ser. Inés, es hora de decirlo, chantajeó políticamente a la antigua dirección de Cs si no se la llevaban a Madrid. Quería dar el salto y convertirse en la primera líder del país. O, al menos, ser vicepresidenta. O un ministerio. Algo. Para eso le estorbaba Girauta, De Quinto e incluso Rivera. Lo logró, y ahí están los resultados en Cataluña, por ejemplo. Porque se habla mucho de la exigua cosecha que obtuvo Rivera la última vez que se presentó, pero tuvo la vergüenza torera de presentar su dimisión y volver a la empresa privada. A Inés todavía tenemos que escucharle una disculpa razonable por el hundimiento del partido naranja en las autonómicas de hace dos días. Y, claro, de dimitir, ná de ná.
Ahora, ella y su bata de cola han pretendido taparlo todo, pero debería tener presente lo que le sucedió al CDS, que se vendió al PP para arrebatarle al PSOE autonomías y capitales, tras lo cual se hundió totalmente. Inés, tu bata de cola que ha arrastrado a todo un partido y todo un país tendrá un epitafio terrible cuando, a tu paso, la gente cante Bien pagá, si tú eres la bien pagá, bien pagá fuiste mujer.
Batas de cola que nublan el entendimiento de quienes la admiran y ciegan a quien la lleva. Tan hermosa como el firmamento, sí, lástima que tengas malos pensamientos.
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