Hay varias formas de dirigirse a los jóvenes, pero una de las más habituales es la de tratarlos con desprecio. La generación 'tapón' es especialista en ello. No lo digo por quienes ponen su maestría al servicio de las nuevas generaciones, a las que enseñan, tutelan y corrigen. Más bien va dirigido a quienes dedican sus días y sus noches a torpedear el talento con insoportables ejercicios de egocentrismo y de adanismo cateto. Su menosprecio hacia lo juvenil es tan nefasto como el de todos esos directivos que piensan que la única forma de llegar a este público es a través de lo simple y lo chabacano. O sea, del bro, del todes y de ese tipo de empoderamiento que consiste en primar la exhibición cárnica sobre el desarrollo neuronal.
Lo joven es inexperto, impetuoso y agresivo, pero no imbécil. Es cierto que esto último es habitual a esa edad, pero como consecuencia de lo primero, no de cualquier discapacidad. La rabia que encrespa los nervios en esa época explica deducciones como la de Holden Caufield en El Guardian entre el centeno, cuando afirma que ojalá realizaran cerca de su casa un ensayo con la bomba atómica para ponerse el primero de la fila y morir allí. La ira y la impotencia se consumen en grandes cantidades en esos años, pero eso no convierte a su paciente en un memo. Hay quien no lo entiende y menosprecia a su audiencia cuando es adolescente. Un ejemplo se pudo ver el otro día en la gala de los Goya, cuando se juntaron en la alfombra roja la tal Inés Hernand, uno de sus compañeros y la cantante Amaia Romero.
De aquella reunión -emitida en el canal digital PlayZ- surgió una conversación tan brillante que hubo quien avisó del avistamiento inesperado de un fenómeno astral. Le preguntaron a Amaia sobre cuál de ‘Los Javis’ era su favorito, a lo que respondió: “No me podría quedar sólo con uno”. El muchacho allí presente, micrófono en mano, exclamó: “Yo hasta hace poco pensaba que eran como Ortega y Gasset, que eran dos”. La cantante torció entonces el gesto y dijo: “¿Quiénes eran esos?”. Inés Hernand le sacó de dudas: “Era un médico… o sea, un filósofo”.
Hernand es algo que se ha gestado en ese canal desde hace mucho tiempo. Para el recuerdo quedará aquella tertulia del programa GenZ que se tituló: “Políticas identitarias: ¿hemos olvidado la conciencia de clase”. Quien se encuentre con esa frase y sea inexperto en el neo-lenguaje marxista, sin duda, se expone a algún tipo de colapso o derrame cerebral. Pero, en esencia, en esa mesa se debatía sobre el papel de la ideología en todo lo relacionado con la identidad sexual. Alrededor de la presentadora se situaban luminosas como Samantha Hudson -comprúebese aquí- o una muchacha feminista, de color, que corrigió -enfadada- a su compañero de mesa por optar por el vocablo “afroamericano” en lugar de por el término “racializado”. Paren las rotativas...
La izquierda woke y su espectáculo
Así que, en los debates que RTVE organiza(ba) para el público juvenil se desplegaba todo el argumentario de la nueva izquierda woke, que es totalmente contrario a la razón y que le ha servido al poder para hacer pensar a los jóvenes que la culpa de su malestar la tiene la ausencia de igualdad, y no la decadencia económica del lugar en el que viven. Las verdades individuales suelen hallarse mediante la reflexión. Las sociales... siguiendo el rastro del dinero. Los políticos y los periodistas más desubicados y ególatras suelen obviar esto último, en una clara muestra de su ignorancia o de su capacidad de manipulación.
Inés Hernand estaba al frente de esa tertulia y ayudó con creces a la transmisión de ese 'bicho', al igual que en otras intervenciones. Así que no sólo se ha dedicado al entretenimiento -como en los Goya-, sino que también ha sido predicadora. A lo mejor ese petardeo gusta y vende en Telecinco. Quizás atraiga masas y haga ganar mucho dinero a los Berlusconi. En RTVE, rechina. Tanto los eructos, como el lenguaje inclusivo... como esas exhibiciones de petardeo ignorante. El cual, por cierto, Pedro Sánchez alabó con un tuit en defensa de Hernand, en una muestra más del porqué el peronismo destruye sociedades.
Que nadie crea que todo esto no obtiene recompensa. RTVE paga muy bien a Hernand por lo que hace. Tan sólo por el Benidorm Fest del año pasado se llevó 15.000 euros, es decir, el sueldo de todo un año de casi cualquier miembro de la Generación Z. Quienes se prestan a colaborar con 'el aparato' y a difundir la propaganda -camuflada como entretenimiento- suelen vivir muy bien. Ahí la edad no es tan importante, de ahí, entre otras cosas, que el Ejecutivo haya realizado desde los tiempos de Iván Redondo un esfuerzo tan grande en engatusar con publicidad a determinados influencers. ¿Acaso alguien pensaba que los repentinos compadreos de estos jóvenes empresarios con Moncloa eran a cambio de nada?
La televisión que quieres... o la que quiere él
Sea como sea, RTVE está para lo que está. Para Hernand, pero en general para todo el que se porte bien con el sistema, como, por ejemplo, aquel tertuliano que se lleva 450 euros por sesión en La mañana de La 1 y estos días se empeñaba en difundir los datos de incautaciones de droga y detenciones en el Estrecho de Gibraltar durante los últimos años. O, por ejemplo, la propia Carmen Calvo, que próximamente volverá al redil como presidenta del Consejo de Estado y que... ¡oh, milagro!, ahora defiende la ley de amnistía.
¿Sorprendente? Puede ser. El caso es que el otro día presentó su nuevo libro en el Ateneo de Madrid y el Canal 24 Horas retransmitió en directo una parte del acto. Seguro que la autora estaba satisfecha. También el jefe de la institución, Luis Arroyo, uno de los asesores más cercanos al PSOE zapaterista, acomodado por allí desde hace un tiempo. Cuando toca arrimar el hombro, todos hablan el mismo lenguaje.
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