Opinión

El inevitable desastre de las criptomonedas

Lo que distingue a los cromos digitales glorificados conocidos como cripto es que su “precio de mercado” es casi siempre muy fácil de manipular

  • Una moneda con el logo del bitcoin. Fernando Gutiérrez-Juárez / Zentralbild / dpa.

Imaginad una empresa con el modelo de negocio siguiente.

Primero, creamos un elaborado cromo de colorines utilizando las más avanzadas tecnologías de impresión cuántica, fractal y teleológica. Segundo, vendemos el susodicho cromo por 1000 euros a un inversor, que recibe un comprobante digital único que es almacenado en la nube. Tercero, imprimimos 1000 cromos de colorines más utilizando las mismas técnicas cuánticas, fractales y teleológicas, pero no las vendemos; lo que hacemos es registrar que son de nuestra propiedad utilizando un comprobante digital único que es almacenado en la nube.

El primer cromo valía 1000 euros. Tenemos 1000 cromos. Este audaz empresario acaba de ganar un millón de euros, así por las buenas. Ríete, Elon Musk. Estamos ante un visionario.

Por supuesto, es harto improbable que esta súbita riqueza y fortuna de nuestro hipotético emprendedor sea real. Para empezar, estamos asumiendo que en el mundo hay 1000 personas más dispuestas a comprar nuestros bonitos cromos por 1000 euros cada uno. Si de repente inundáramos el mercado con cientos de nuestras estampitas de alta tecnología, seguramente nos veríamos obligados a venderlos a un precio menor. Segundo, el valor unitario de los cromos en cuestión se basa en una venta; quizás el inversor se cansa de admirar el intrincado dibujo y lo vende por 20 euros la semana que viene, haciendo que nuestra enorme fortuna se desvanezca por completo. El mercado especulativo de cromos es pequeño, y eso significa que podemos tener grandes ganancias, pero también colosales bancarrotas.

Nadie en su sano juicio va a intentar un imperio financiero utilizando este sistema de generación de riqueza, obviamente. Excepto todo el sector de las criptomonedas, que en esencia están construidas bajo exactamente este modelo de negocio.

Los tipos de FTX no sólo estaban falseando las cuentas con números de fantasía, sino también utilizando los depósitos de sus clientes para pagarse vicios

Pongamos el caso de FTX, el colosal chiringuito cripto que se ha ido a pique estos días. FTX tenía la costumbre de convertir los depósitos de sus clientes en una criptomoneda llamada FTT. Los creadores de FTT eran los señores de FTX, que valoraban sus activos denominados en FTT en algo más de 5.500 millones de dólares. El pequeño problema, casi sin importancia, es que el valor de FTT venía definido un poco demasiado parecido al del cromito de la empresa de arriba; los activos tenían un valor enorme porque FTX controlaba la inmensa mayoría de FTT en el mercado, y básicamente le ponían el precio que les daba la gana. Cuando uno de sus competidores, Binance, decidió vender las FTT que tenía, el precio se desplomó, ya que nadie quería tener FTTs, dejando a FTX en bancarrota.

Por supuesto, los tipos de FTX no sólo estaban falseando las cuentas con números de fantasía, sino también utilizando los depósitos de sus clientes para pagarse vicios, especular salvajemente, y llenarse los bolsillos con ahínco. Lo que les permitió hacer esto durante años, en una estafa piramidal de proporciones épicas, fue esta bonita conversión de dinero de sus clientes en cromos de valor imaginario.

Hace unos meses escribía por aquí que todo el sector de las criptomonedas estaba dando ese inconfundible tufillo que dan todas las burbujas especulativas recientes antes de reventar. El caso FTX (y Babel, y Celsius, y CoinFlex, y Voyager, y Vauld, y Zipmex, y Hodlnaut…) ha dejado claro no sólo que la fiesta ha terminado, sino que toda la juerga estaba construida sobre fantasías contables.

El método de valuación de las criptomonedas no es inusual. El principio contable de que el valor de un activo se define según el precio de mercado (mark to market) es el que utilizamos para medir el valor de empresas en bolsa, casas, o bonos del tesoro, o casi cualquier activo financiero. Lo que distingue a los cromos digitales glorificados conocidos como cripto, sin embargo, es que su “precio de mercado” es casi siempre muy fácil de manipular, y que el valor subyacente del invento es esencialmente cero.

Una criptomoneda tiene como único valor que alguien quizás quiera comprártela, y nada más que eso. No es como las acciones de una empresa, que al menos tienen edificios, fábricas, empleados

Sobre la manipulación, volviendo al ejemplo anterior, nada impide que el “inversor” que compra tu cromo sea tu cuñado, un colega, o alguien que va a emitir una serie limitada de estampitas la semana que viene al que le has prometido que le vas a comprar una a un precio desorbitado. Casi todas las criptomonedas tienen un mercado de compradores muy, muy pequeño. Incluso las grandes (Ethereum y Bitcoin) están dominadas por un puñado de grandes fortunas. El valor de todas ellas es a la vez increíblemente fácil de manipular, y casi siempre imaginario.

Segundo, y más importante, una criptomoneda tiene como único valor que alguien quizás quiera comprártela, y nada más que eso. No es como las acciones de una empresa, que al menos tienen edificios, fábricas y empleados detrás, o un bono del tesoro, que incluye la promesa de pago de un estado. Un billete de 100 euros siempre tendrá alguien que te lo acepte como forma de pago, porque los gobiernos de la Eurozona solo aceptan el pago de impuestos utilizando euros. Esto es lo que significa que el dólar esté respaldado por el “full faith and credit of the United States Treasury” (completa fe y crédito del Tesoro de los Estados Unidos): el gobierno federal siempre aceptará dólares cuando tengas que saldar deudas con él. Eso es lo que hace que el dólar (y cualquier otra moneda “de verdad”) siempre sea, en última instancia, valioso, porque siempre será útil para los contribuyentes del país más poderoso de la tierra.

Un FTT, Ethereum o Bitcoin, mientras tanto, no tiene ninguna garantía subyacente de su valor, ni tiene un activo físico detrás. Su valor es puramente un acto de fe de que alguien, en algún lugar del planeta, querrá comprarte esa criptomoneda. En este caso, no tienes ni siquiera un bonito cromo que poder enmarcar.

Estafas piramidales

Es posible argumentar que el valor de las criptomonedas no es estrictamente cero ya que estas tienen algunos usos en que son superiores a otros depósitos de valor, desde divisas a lingotes de oro. El problema, me temo, es que el único uso “descubierto” hasta ahora es o bien la construcción de elaboradas estafas piramidales, o bien lavado de dinero, narcotráfico, y otros crímenes variados. En el primer caso uno espera que algún día la gente se canse de que le timen (no soy optimista); en el segundo no creo que sea demasiado defendible, ciertamente.

Las criptomonedas son, en el mejor de los casos, una solución en busca de un problema. En el peor, el problema que resuelven es “cómo cometer crímenes”. En cuanto antes desaparezcan, mejor.

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