La inflación ha vuelto a las portadas de los periódicos. Después de una década en la que el problema era otro, la subida de precios ha copado la preocupación de muchos. Yo mismo he escrito más de una columna sobre esta cuestión en los últimos meses, aunque siempre desde el mismo punto de vista: la prudencia.
En esta ocasión no vengo a cambiar mi mensaje, nada nuevo ha ocurrido para que así fuera. Sin embargo, sí creo necesario exponer la idea de que, si bien la inflación aún hoy no es un problema desde un punto de vista “macro”, la subida de ciertos precios es un problema claro desde el punto de vista “micro”.
Para empezar, la variación interanual del Índice de Precios al Consumo en el mes de agosto se situó en el 3,3 %, la más alta desde octubre de 2012. Esta cifra es superior en cuatro décimas a la de julio (2,9 %) y relativamente lejana al 0,5 % de inicios de año. Es obvio que en estos meses hemos experimentado un incremento significativo de la tasa de variación de los precios.
De hecho, la inflación subyacente, aquella que nos enseña la evolución de los precios de bienes menos “volátiles”, se sitúa en el 0,7 % frente a un 0,6 % de hace un mes
Los comentarios que proceden ante esta cifra deben ir de la mano de la prudencia, como decía al inicio. Para empezar, de este incremento sabemos que se fundamenta en el alza de los precios de productos muy concretos, que explicarían buena parte de su evolución, diríamos que no menos de un 80 % del total. A falta de una mayor desagregación de los datos de agosto de este año, desde el mismo mes del año pasado hasta julio, la aportación de la rúbrica de “Calefacción, alumbrado y distribución de agua” explicaba el 40% de la subida media registrada, algo que seguramente habrá aumentado en este último mes. Casi otro tanto se explica por el transporte personal, debido a la subida de los carburantes. Ya muy lejos, algunos alimentos como las grasas y aceites o frutas frescas.
Así, en primer lugar, debemos decir que buena parte del aumento se debe a factores que suelen tener una naturaleza temporal. De hecho, la inflación subyacente, aquella que nos enseña la evolución de los precios de bienes menos “volátiles”, se sitúa en el 0,7 % frente a un 0,6 % de hace un mes. Es cierto que ha aumentado, pero su cifra se mantiene muy baja.
En segundo lugar, debemos recordar que en estas cifras hay un importante efecto base o escalón, es decir, los precios caían precisamente hace un año. De hecho, estuvieron cayendo durante nueve de los 12 meses de 2020. Aunque es obvio que no toda la evolución se debe a este efecto base, este hecho debe tenerse presente a la hora de analizar la inflación.
Buena parte de esta subida se explica por el “rebote” económico global durante esta primavera, lo que ha puesto en jaque a las cadenas de suministros
En tercer lugar, y por último, también existe una explicación desde el lado de la oferta, es decir, buena parte de esta subida se explica por el “rebote” económico global durante esta primavera, lo que ha puesto en jaque a las cadenas de suministros y, por ello, ha alimentado subidas de precios. Estos tres factores nos vuelven a decir con claridad que el retorno de la inflación, al menos a cifras superiores a las marcadas como objetivo a medio plazo, es más temporal que otra cosa.
Macroeconómicamente, por lo tanto, la preocupación del rebote de los precios debe existir, pero sin llegar, como he comentado, a asumir aún el retorno de tiempos pasados. Es cierto que estos aumentos de precios se trasladarán al de otros bienes, pero por experiencias pasadas no se asumen traslados lineales, sino en una determinada proporción. En cuanto a la consolidación de niveles elevados a medio plazo son necesarios cambios fundamentales en la estructura de las actuales relaciones económicas y sobre todo laborales. Estos cambios, que no son imposibles, al ser estructurales necesitan de tiempo para aposentarse y es extraño que en unos pocos meses cambiemos tendencias casi seculares (últimos cuarenta años). Por último, el efecto contagio más probable, y preocupante, puede suceder al actualizarse pensiones y sueldos públicos si van acompañados los últimos de cláusulas de revisión. Sin embargo, es de esperar que por sí solos no logren arrastrar subidas generalizadas de precios y salarios para el resto de la economía, al menos, de momento.
Beneficios y precios
Dicho esto, la otra cuestión muy diferente es el efecto micro de esta subida. Como hemos visto, el problema de este repunte de precios (dos o tres productos dentro de una amplísima cesta de bienes) es que es patrimonio de productos básicos, como son los suministros energéticos. La demanda de energía, aunque lejos de la de hace décadas, tiene la particularidad de que posee una muy baja elasticidad. Esto quiere decir que ante una subida del precio el consumo no suele reducirse en similar o mayor proporción. De este modo, el aumento de los precios suele ser acompañado por un aumento del gasto. La consecuencia directa es que el aumento tan intenso de los precios energéticos debe ir, necesariamente, acompañado de una reducción del gasto en otros productos en el caso de las familias o en una reducción de los beneficios o subidas de precios en el caso de las empresas.
La subida de precios de la luz puede tener un efecto muy diferente en función del nivel de ingresos de las familias o del tipo de empresa
Sin embargo, el problema es cuando ese gasto en otros productos no tiene mucho margen de bajada o la subida de precios tiene un límite. Estoy pensando en familias con poco espacio para el ajuste porque los ingresos sean bajos o en empresas enfrentadas a mercados con escaso margen. Así, la subida de precios de la luz puede tener un efecto muy diferente en función del nivel de ingresos de las familias o del tipo de empresa. Así, por ejemplo, en el caso de las familias según el informe de la Asociación de Ciencias Ambientales el gasto en energía doméstica y por persona en 2016 en el decil 1 de renta era del 12 % de los ingresos anuales. En el decil 5, este peso caía hasta el 6 % y en el decil 9 hasta el 3 %. Por lo tanto, lo más preocupante de esta subida súbita de los precios es su carácter diferencial en función de la renta.
Prudencia y paciencia
La lectura que debemos hacer ante esta evolución reciente de los precios debe ser diferente si lo miramos con un prisma macro o si lo miramos con un prisma micro. En el primero no debe conferir mayor preocupación que asegurarse que no existen efectos de segunda ronda intensos. De hecho, me atrevería a decir que no existe aún un episodio inflacionista si la definimos de forma correcta (subida generalizada de precios), sino solo una subida de la media de precios por el fuerte impulso de un grupo muy particular de ellos. Por lo tanto, es razonable que desde las instituciones monetarias la prudencia y paciencia sea la tónica para no repetir errores pasados.
Sin embargo, desde el punto de vista micro la preocupación debe ser elevada. Afecta a la capacidad de las familias más vulnerables para poder hacer frente a los gastos del mes, y por ello afecta gravemente al bienestar de muchas de ellas. También a la rentabilidad de ciertas empresas ya comprometidas. Por lo tanto la preocupación debe estar enfocada desde este punto de vista. Cualquier política que permita distribuir más y mejor los costes de la subida de precios y que a medio plazo suponga una menor carga energética para todos, será en buena parte una política económica y social.