La fragmentación cambia de bando. Acaban de nacer las tres izquierdas, merced a un movimiento audaz y quizás kamikaze de Íñigo Errejón, destacado miembro de la cofradía de los políticos sobrevalorados. Errejón, ¿tú también, Íñigo?, desertó de Podemos, traicionó a su líder y se enroló en Más Madrid, la marca electoral de Manuela Carmena que este mes de mayo cosechó más de medio millón de votos.
Errejón es un obús pretencioso y redicho, disparado desde la Moncloa contra la cabeza de Pablo Iglesias, el molesto semoviente al que Pedro Sánchez pretende borrar del mapa. La operación 'Iñígo, don Erre que Erre' no está exenta de riesgos. El primero, que Errejón, en solitario, lejos de los faldones de Carmena, no es nadie. Hará ruido mediático, porque le adora el periodismo gregario, y quizás le arrebate tres o cuatro escaños a Iglesias. Poco más.
Sánchez se ha manejado con fatuidad tras la investidura fallida. Apenas ha logrado zafarse del estigma de ser el responsable del bloqueo
El segundo y quizás principal, es que provoque efectos similares a los de la irrupción de Vox en el centroderecha. El voto se dispersa, D'Hont lo diluye y el bloque se resiente. El PP lo pagó muy caro. Quizás al PSOE le ocurra lo mismo. Sin Carmena al frente, nadie conoce la naturaleza del votante de Errejón. Veteranos podemitas hartos del marqués de Galapagar, desilusionados con su señora, decepcionados del 15-M... Pero sin duda, a ese ignoto conglomerado también se sumarán socialistas hastiados de la petulancia de Sánchez, de su activo boicot a formar un gobierno 'progresista', de su egocentrismo patológíco.
Los barómetros de la demoscopia ya auguran espesos nubarrones para el PSOE. Tendrá menos diputados de los pretendidos en tanto que Casado escalará más de lo anunciado. Sánchez se ha manejado con fatuidad y torpeza tras la investidura fallida. Apenas ha logrado zafarse del estigma de ser el responsable del bloqueo. Eso pasa factura, lo detectan los sondeos, el 'sanchismo' pierde fuelle.
Silencio y oscuridad
Ahora le llega lo peor. Tiene que abandonar su zona de confort para adentrarse en el calvario de la campaña. Sánchez se desenvuelve con soltura en el territorio del silencio y la sombra. Así ganó a Susana Díaz en las primarias, sin apenas conceder entrevistas ni desgastarse en actos incómodos. “No es no”, era su único discurso. Así ganó las pasadas generales, con una campaña mínima de comparecencias medidas e intervenciones controladas. “Viene el trifachito”, era su elemental mensaje. Le funcionó.
Cuando se muestra tal cual es, sin el atrezo institucional, sin libreto acordado, pierde. Le pasó en los debates televisivos. Cuando ha de improvisar una respuesta, naufraga. Recuerden la escena de hace unos días. "¿Piensa dimitir si no forma gobierno?", le preguntó un periodista. Tensión en la quijada, odio feroz en la pupila, silencio atroz de 22 segundos. Touché.
Sánchez es imbatible cuando calla, cuando pasea, cuando se exhibe con su suave balanceo, desciende pomposo del avión, posa en el helicóptero, saluda a otros dirigentes... "Es el más guapo, el más alto y habla inglés, y eso cotiza en las urnas", desliza un antiguo asesor monclovita. No por casualidad del calendario ha arrancado su campaña electoral en Nueva York. Lectura de discursos y fotografías con los dueños del universo. Los periodistas, lejos, a distancia.
Igual que Santiago Abascal el 28-A, Errejón será el protagonista este 10-N. Puede ser el salvador o el puntillero de Sánchez. Puede malherir a Iglesias y reforzar al PSOE, o lo contrario. "La fortuna rige la vida, no la sabiduría", proclamaba Cicerón. Iván Redondo, que vende ideas no ideologías, lo sabe.
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