Impresiona ver a 11 ministros en manada bajando la escalerilla de un avión presidencial para contemplar abajo a un mandado, como ellos, que les espera con un apretón de manos, ordenados según el escalafón de importancia. En total los 12 hombres sin piedad de sí mismos perplejos ante la singularidad de que el Señor de Marruecos no viene a recibirles porque está de vacaciones, en Gabón, y no va a perderse un día de asueto para darles la bienvenida a quienes no son si no siervos. Como el patriotismo conforma el tarro de las esencias nadie ha querido hacer sangre con el fiasco de un Presidente y sus 11 adjuntos ante el sátrapa marroquí, que parece tenerle agarrado por sus partes más íntimas. Si son capaces de negar la evidencia, qué no tratarán de hacernos creer a los demás.
Vivimos en un mundo distópico, decimos ahora, pero con la mala conciencia de no atrevernos a advertirlo. Unos, por esas esencias patrióticas que le salen al hispano en general cuando se trata de vergüenzas humillantes. Otros, porque mejor no hacerse preguntas sobre su competencia política, manifiestamente mejorable. Solución al dilema: blindarse hasta el punto de ser inmunes a la duda.
De momento sugiero, a la manera de Jonathan Swiff, que las notarías abran una sección expendedora de documentos acreditativos de que los presentes se atendrán en las próximas horas o jornadas a la “ley del sólo sí es sí”
La “prueba del nueve” es la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Ya hay que tener una soberbia sobrecargada, entre lo holístico y lo inquisitorial, para aspirar en tema tan peculiar como la “libertad sexual” que se atenga a “garantías integrales”. Hablando en plata: para follar o retozarse habría que exigir documento probatorio del consentimiento de las partes, ya sea en papel o con una aplicación del móvil, preferiblemente tras la comunicación a un notario que de fe. De lo contrario cualquiera de los practicantes de una sexualidad liberada podría negar que cuando dijo “si” quería decir “depende”, o sencillamente no pronunció palabra hasta que se dio cuenta y tuvo a su pareja empeñada en contravenir la emblemática “garantía integral”. Un galimatías en el que hay tantas variantes como la imaginación consienta. De momento sugiero, a la manera de Jonathan Swiff, que las notarías abran una sección expendedora de documentos acreditativos de que los presentes se atendrán en las próximas horas o jornadas a la “ley del sólo sí es sí”. Sería una fuente de ingresos y otorgaría seguridad a las partes concernidas, por decirlo en lenguaje de notario.
La trayectoria delirante de la “ley del sólo sí es sí” nace de la aberración de un puñado de descerebrados conocidos como “la Manada” y de una joven que se ve metida en un lío, que para más inri fue grabado por los delincuentes como hazaña machista. Nunca entendí que el video de marras fuera visionado por la gente como si se tratara de un entretenimiento brutal, pero reconozco que debe ser defecto mío porque tampoco logró captar el interés que albergan los que ven películas de terror para sufrir miedo o los filmes sangrientos que deleitan a quienes se jactan de pacíficos. Cuando una salvajada criminal impresiona al personal, y es lógico que así sea, lo primero que aparece es el ansia popular por restaurar la pena de muerte. La legislación en caliente tiene siempre un halo de venganza y no hace falta advertir que el ánimo vengativo está en nuestras oscuridades.
La ley de las garantías integrales sobre sexualidad es un producto de la indignación social ante los desafueros de la Manada y su escaso costo en la aplicación del Código Penal, pero como tenemos un partido “trans”, quizá el único en Europa, que pasó de ser “Nosotros Podemos” a las que “Podemos somos Nosotras”, y en aplicación del principio de intimidación, nadie osó advertir de que se cerraban a una parte significativa de su militancia que hasta entonces consideraban que los nombres no vaciaban el proyecto y que se podía ser varón sin pedir disculpas ni preguntarse por sus identidades de género. Para muchos era más importante saber dónde vivías y cuánto ganabas y con qué trabajo, que las declaraciones identitarias que te consentían ser un gañán, calzarte una mansión con los pluses políticos y enseñorearse de tertuliano mediático. En fin, la diferencia entre ganarse la vida con el sudor a hacerlo con la saliva
La ley del “solo sí es sí” ha provocado hasta la fecha casi 400 rebajas de condena y más de 30 escarcelaciones de agresores sexuales, vulgo “violadores”
La ley del “solo sí es sí” ha provocado hasta la fecha casi 400 rebajas de condena y más de 30 excarcelaciones de agresores sexuales, vulgo “violadores”. Si echamos en cuenta la ambición de los promotores -¡que se tiraron un año para demostrar su incompetencia!- y que el partido trans Unidas Podemos la considera su aportación cenital en el gobierno de coalición, estamos ante un caso evidente de torpeza integral. Una ley que llevó a los violadores a prisión es corregida con otra del Ministerio de Igualdad, la meca de la nueva femineidad empoderada, que consigue hacer de los mismos jueces que condenaron a los delincuentes se vean obligados a ser más benévolos, incluso poniendo en libertad a los reincidentes.
Cuando alguien se empeña en negarse a la evidencia de que se ha equivocado entramos en el más allá de la razón y aparece la encarnadura del que ha provocado el desaguisado. El gobierno aceptó el “sólo si es sí” porque para Unidas Podemos era cuestión de principios. Ahora se trata de cómo salir del infierno social, jurídico y político que no admite purgatorios. Lo legislado queda para los anales de la estupidez ensoberbecida, sin arreglo. Pero donde hubiera sido recibido con alivio, al menos por algunos, con el beneficio de la duda, se transformó en búnker.
Fue entonces cuando se llamó a filas a los reservistas y apareció el jefe dando las órdenes para defender el búnker. Ni una debilidad; atacar contra el menor atisbo de duda. Evita-Perón, un solo corazón. El poder intimidatorio de Pablo Iglesias por tierra, mar y aire al servicio de su mujer. Sin admitir un error, un “por favor”, una duda. Las comedias bárbaras de Valle Inclán con personajes de guiñol. Si el jefe y la jefa piden guerra, se la vamos a dar. Incluso amenazan a Sánchez, ¡el presidente que les hizo algo que amenaza terminar en sueño húmedo! Él, que no iba a dormir por las noches. “Lo pagará”, asegura el califa destronado. Si se atreve a desairarnos “lo pagará”. Una parodia de trepadores de Estado incapaces de reconocer que su jefe ha ejercido de promotor de derrotas pero que les ha servido para asentarse en las instituciones. El que duda pierde a sus fieles. Irene y Pablo, una misma ambición en un solo corazón. ¡Iglesias qué grande sos!
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