Opinión

Instituciones y crisis cambiarias

Excepciones como Islandia o la propia crisis del euro nos hacen vislumbrar que no hay país ni moneda, salvo quizás el dólar, que pueda sentirse a salvo de estos ataques monetarios y financieros

La crisis de la lira turca es una más de las muchas que se han sucedido a lo largo de las últimas décadas. Todos recordamos la tormenta que causó la crisis asiática del año 98, y sus réplicas rusas, brasileña y argentina. Antes, la crisis de Mexico, en el año 94, dio nombre a este tipo de acontecimientos, con el llamado “Efecto Tequila” como sobrenombre a una serie de procesos que inevitablemente llevan uno tras otro a actos predefinidos con consecuencias esperadas. Turquía es el último ejemplo, tomando el testigo de la aún caliente crisis argentina que el pasado mayo tomó por sorpresa (o no) a los analistas internacionales.

Estas crisis pudieran parecer, en general, endémicas de países con instituciones débiles y fuertes desequilibrios macroeconómicos. Al menos eso se creía hasta no hace mucho. Excepciones como Islandia o la propia crisis del euro nos hacen vislumbrar que no hay país ni moneda, salvo quizás el dólar, que pueda sentirse a salvo de estos ataques monetarios y financieros. Sin embargo, no es menos cierto que es en dichos países con deficiencias institucionales donde es más probable que se sufran tales envites financieros, estando la mayoría de ellos condenados a sufrirlas a menos que se tomen ciertas precauciones.

Y es que ni siquiera aquellos países que tienen su propia moneda pueden escapar de tales eventos, a pesar de como lo argumentan algunas escuelas económicas. La razón es que, en general, las raíces de las crisis cambiarias se hunden, como se ha apuntado, en un problema netamente institucional, origen común de otras “enfermedades” macroeconómicas como son el déficit fiscal o la hiperinflación, y no específicamente monetario. En general, esta debilidad de las instituciones suele caracterizarse por una escasa independencia de la política monetaria (monetización del déficit fiscal), por tensiones inflacionistas (mala estructura económica y regulación de precios y rentas), por deficiencias fiscales (escasa capacidad de cubrir los gastos públicos con impuestos suficientes y eficientes) y corrupción (que limita la eficiencia del gasto público). Sumen a lo anterior la inestabilidad política o la arbitrariedad de las decisiones de los grupos gobernantes (piensen en Macri y sus ministros) y tendrán una combinación que de forma inevitable elevará el riesgo de las inversiones y con ello los incentivos a iniciar la crisis.

En los factores que tensan la situación financiera encontramos, en general, políticas económicas tendentes a financiar inversión interior con crédito exterior

Con diferencias en las razones últimas y en el origen de cada una de ellas, en general, los pasos que se suceden, uno tras otro, en estas crisis son los siguientes. En los factores que tensan la situación financiera encontramos, en general, políticas económicas tendentes a financiar inversión interior con crédito exterior. Al ser países con mercados financieros cortos, incompletos e insuficientes, además de con una escasa capacidad de ahorro, sus expectativas de crecimiento se basan sobre todo en la capacidad de atraer recursos del exterior. Para ello tratan de forma insistente en crear cierta confianza, habitualmente manteniendo tipos de cambio más o menos fijos, endeudándose en moneda extranjera o elevando tipos de interés para compensar el riesgo. Estos flujos de capital suelen generar, al contrario y por impulso de la demanda interna, déficits en las balanzas comerciales y, de igual modo, déficits fiscales. A cambio, las reservas en divisas suele aumentar gracias a dichos flujos de capital.

Sin embargo, las instituciones políticas de tales países generan la erosión que poco a poco va restando credibilidad, tanto en el país como en la moneda, que los inversores exigen para poner en ellos sus recursos financieros. México con sus Tesobonos, la revuelta zapatista o Argentina con sus ministros de economía, todos ellos terminaron por generar la desconfianza suficiente que poco a poco se instala, detonando tarde o temprano un terremoto que libera la energía acumulada de años de tensión. En este caso, la crisis turca, las amenazas comerciales de Estados Unidos que puede afectar gravemente a una economía ya debilitada. Ese día, de repente, el inversor inicia la corrida y todos, como manada de ñues asustados por los rugidos de una leona hambrienta, salen encabritados del país. Este es el inicio que nadie puede ya parar. Es el hombre en la playa tratando de defenderse de un tsunami que lo arrolla. Es el inicio de una historia muy diferente y, por seguro, nada positiva. Solo cabe sucumbir y esperar a que la tormenta o, en este caso,, ganándose de nuevo la confianza de los mercados recibiendo una hermosa inyección de 15 mil millones de dólares desde Qatar.

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