Opinión

La intempestiva frivolidad de Yolanda Díaz

Si tanto quieren la paz, que liberen a los rehenes. Pero odian más a Israel de lo que aman a sus hijos

Le faltó tiempo. No pudo soportar que el PSOE le levantase la liebre del reconocimiento del Estado palestino sin que ella hubiera chupado la correspondiente cámara y sacado el suficiente rédito electoral del asunto. Tenía que ver la apuesta y doblarla. Y allá que se fue, vestidita de blanco como una comulganta, a leer malamente en el prompter un discurso vacío de todo lo que no fuera ponzoña. Tras mil frases hechas, con sus correspondientes dosis de demagogia, cursilería y violencia soterrada, -“presión” a la Unión Europea por aquí y por allá, alusiones litúrgicas que debieron parecerle al equipo redactor de lo más oportunas, como “es justo y necesario”- la reina de los bigudíes de la ultraizquierda respiró hondo para terminar el discurso con la traca final. Hizo una pausa, miró a cámara, y lo soltó. “Palestina será libre desde el río hasta el mar”.
Resulta verosímil aventurar que el silencio que debió hacerse en ese momento en todas las misiones diplomáticas españolas en el área pudo cortarse con cuchillo. Esta señora, improbable ministra de este Gobierno de los Peores, se atrevía a pronunciar, en una declaración oficial, la frase que condensa en sí misma lo que Hamás pretende hacer con Israel. Arrasarlo y que no quede nadie vivo para contarlo.

Pisarle la tostada electoral


La señora Díaz no debía ser consciente de que hay una cosa que se llama Internet y que esa manera de quemar puentes con el único objetivo de que el PSOE no te pise la tostada electoral se iba a saber en tiempo real fuera de su territorio natural de prensa amiga. Que iba a llegar a sus destinatarios últimos, esos que deben desaparecer a la fuerza desde el río hasta el mar,  y que las consecuencias no iban a hacerse esperar.
Ni Yolanda ni Pedro, en su infinita frivolidad, se pararon a pensar un momento en que España tiene dos ciudades en el norte de África, un archipiélago muy cercano a Marruecos y dos procesos independentistas en marcha en la península. Como para andarse reconociendo estados al margen de la posición conjunta europea.
No es que no sepan lo que dicen, es que no calculan el alud que desencadenan con lo que dicen. Y ya han salido los primeros textos en la prensa internacional aludiendo a nuestras propias vigas en el ojo mientras hacemos aspavientos con las pajas ajenas. El New York Times publicaba, hace un par de días, un terso artículo en el que se hablaba con total naturalidad de los catalanes como minoría étnica, “Catalans aren’t the only ethnic minority in Spain that has sought independence, only to encounter violent supression”. Gracias, Sánchez y Díaz, por poner en juego la unidad de España desde el exterior, únicamente por vuestro posible beneficio electoral.
El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí reaccionó con la tradicional celeridad, y emitió un comunicado en el que prohíbe al consulado general de España en Jerusalén, que hasta ahora funcionaba como legación oficiosa ante la Autoridad Palestina, de ejercer sus funciones con ciudadanos palestinos.

La presencia militar española en la zona

Los primeros perjudicados por la imbecilidad culpable de Sánchez y Díaz serán aquellos a los que pretenden defender. Tampoco se libran los cascos azules españoles desplazados en el Líbano. La comunicación con las fuerzas de defensa israelíes han sido cortadas, con el riesgo que eso supone para nuestras fuerzas que van a verse privadas de información absolutamente necesaria para su seguridad. Si alguno de los nuestros muere como consecuencia de ello, habrá que mirar a Pedro Sánchez y a su indescriptible vicepresidenta que, al margen de su supervivencia política y de sus rulos, no le da la cabeza para más.
Desde el río hasta el mar. Desde el Sil hasta el mar de Alborán, cruzando la península en diagonal, no cabe un paleto más defendiendo a un presunto estado que ahoga a las mujeres bajo velos asfixiantes y aterroriza a  los homosexuales por su visión arcaica e insoportable de la sexualidad ajena. Si tanto quieren la paz, que liberen a los rehenes. Pero odian más a Israel de lo que aman a sus hijos.
 Lo malo de ponernos del lado de Hamás es que el precio lo pagaremos todos y no nos quedará más remedio que comprenderlo.

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