Opinión

La investidura más larga

A Alberto Núñez Feijóo se le ha hecho largo septiembre pese a que su intento de investidura tenía y tiene,

A Alberto Núñez Feijóo se le ha hecho largo septiembre pese a que su intento de investidura tenía y tiene, a mi modo de ver, una lógica aplastante: ganador de las elecciones generales del 23 de julio, se la debe a los votantes del PP y a quienes, sin serlo, están en absoluto desacuerdo y muy preocupados por la posible reelección de Pedro Sánchez previo “pago” de la amnistía a Carles Puigdemont -el lenguaje mercantil lo pone el ex presidente de la Generalitat, no yo-.

Más allá de que el intento le resulte fallido, Feijóo no podía ni quería permitirse un Inés Arrimadas, como hizo en Cataluña (2017) la ex lideresa de Ciudadanos, hoy retirada de la política. Que un ganador renuncie a la pelea solo porque a priori no le da la aritmética parlamentaria -lo que hizo ella renunciando a visualizar entonces otra Cataluña ajena al radicalismo independentista-, denota blandura, falta de casta, y siempre va a ser mal digerido por muchos de los propios; e incluso por no pocos extraños.

Y es que, si algo es una democracia, es liturgia, confrontación de proyectos ideológicos y territoriales todo lo teatral que se quiera, por supuesto, pero confrontación entendida a modo de representación de quienes les votaron y de sus intereses… Que se lo digan a aquel Sánchez que, en 2016 y de la mano de Albert Rivera, intentó una investidura fallida, previa renuncia de Mariano Rajoy a ser candidato en primera instancia.

Tenía razón Pedro Sánchez, como la tiene hoy Feijóo: una democracia nunca puede ser La Paz de los cementerios y además, te da sorpresas; por ejemplo, que Sánchez te regale una victoria por incomparecencia o, lo que es peor, dejando de comparezca por ti el ex alcalde de Valladolid Óscar Puente para enfangar el debate más importante de la legislatura.

Tras el no del PNV en julio, la falta de suspense de una trama alargada artificialmente todo septiembre hizo muy poco creíble la operación investidura de Feijóo, la convirtió en un esfuerzo inútil que, como dijo Ortega y Gasset, conduce a la melancolía; y en política la melancolía de lo que fue, o lo que no fue, acaba siempre en desencanto

Siendo todo lo anterior muy cierto, dando por bueno que la sesión de este martes le fue bien a Feijñoo gracias a Puente, no lo es menos que debióhaber exigido que se celebrará mucho antes el pleno que comenzó ayer en el Congreso. Le han sobrado tres semanas de idas y venidas, algunas inexplicables -Junts per Catalunya- y otras no del todo bien explicadas, tal que esa reunión “secreta” con el peneuvista Andoni Ortúzar el 7 de septiembre… de la que los españoles nos enteramos hace tres días; no, el candidato popular a la Presidencia del Gobierno debía haberse dado cuenta del Game over allá por la última semana de julio, cuando el PNV le dijo no, y acortar los plazos.

Porque aquel no de Ortúzar, Íñigo Urkullu & cia le quitó el suspense a su investidura, básico en cualquier relato político que se precie. Eso sí, la agenda del candidato popular -convertida en la del país por aquello de que la iniciativa la lleva él hasta este viernes- en una suerte de cajón de sastre de reuniones con portavoces de partidos, sindicatos y empresarios, muy “cordiales”, cierto, pero improductivas; una agenda que tuvo el corolario en la multitudinaria manifestación del pasado domingo contra la amnistía, convocada para hacer ver que la calle está con él manque pierda dos votaciones seguidas, miércoles y viernes.


La falta de suspense hizo muy poco creíble la operación investidura del candidato popular desde un principio, la convirtió en un esfuerzo inútil que, como dijo Ortega y Gasset, siempre conduce a la melancolía; y en política, ya se sabe, la melancolía de lo que fue, o de lo que no, es sinónimo de desencanto.

De ahí el interés del candidato por hablarnos este septiembre más de los males que van a aquejar a España si Sánchez al chantaje de la amnistía para Puigdemont, o de la ruptura emocional en el PSOE con Felipe González, Alfonso Guerra y buena parte de la vieja guardia frente a Sánchez, que de la propuesta del PP para bajar el precio del aceite de oliva, un suponer.

De ahí el interés del candidato por hablarnos este septiembre más de los males que van a aquejar a España si Sánchez al chantaje de la amnistía para Puigdemont o de la ruptura emocional en el PSOE con Felipe González, Alfonso Guerra y buena parte de la vieja guardia frente a Sánchez, que de sus propuestas para bajar el precio de la botella de aceite de oliva, un suponer.

Y, para más confusión, en un momento dado, no sé si para avivar la trama o para enredar en los tanteos de Sánchez con Puigdemont -supongo que todo un poco habrá-, Alberto Núñez Feijóo cruzó una línea peligrosa para su argumentario: se puso a tantear a Junts per Catalunya, lo cual fue lógicamente interpretado por la opinión pública como hace lo mismo que Sánchez, para este viaje no hacían falta tantas alforjasUn “despropósito”, te decían gentes del PP, no ya del PSOE.

Tanto retraso no lo han entendido ni los cuadros ni los electores ni buena parte de la prensa afín. Así que, por no haber exigido Feijóo a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, su investidura en la primera semana de septiembre, un apuremos rápido el cáliz del desencanto, presidenta, España ha vivido un septiembre político en modo cartón-piedra, que Sánchez desaprovechó este martes.

Pudiendo replicar a Feijóo en persona por su flanco más débil, la pérdida de tiempo, el presidente en funciones hizo protagonista único al aspirante popular desarrollando una estrategia de desprecio mal entendido con el discurso corrosivo de Puente, “el diputado por Valladolid”… A ver si va a ser verdad lo que comentan las malas lenguas dentro del PSOE: “No podía salir; ¿Qué va a decir de la amnistía?”.

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