Opinión

Despilfarro de palabras

Ciento cuarenta folios para no explicar lo importante. Ciento cuarenta folios para disimular y lavar lo sospechoso. Ciento cuarenta folios. Eso necesitó Pedro Sánchez en su (no) discurso de investidura

Ciento cuarenta folios para no explicar lo importante. Ciento cuarenta folios para disimular y lavar lo sospechoso. Ciento cuarenta folios. Eso necesitó Pedro Sánchez en su (no) discurso de investidura de este sábado. Una alocución llena de autocomplacencia y vacía de razones.

Demasiadas páginas para la no explicación de su pacto con ERC. Exceso de papel para blanquear al independentismo e introducir su jerga en el discurso oficial: conflicto, desjudicializar, diálogo... Hablando como sus socios, Sánchez liquidó el asunto Cataluña de un plumazo y bajó la cerviz ante quienes pueden investirlo.

Tras una entrada con ovación, la bancada socialista mostró un entusiasmo menguante y del arrebato fueron pasando a demostraciones más modestas, incluso frías. Eso no impidió a Sánchez regodearse en su populismo de baja intensidad, que algún ramalazo bolivariano tuvo en esta ocasión, y no solo por la intención de crear ahora una ley para ir contra las Fake News, sino por el poco interés que muestra en gobernar y el mucho que posee por llegar a tocar poder.

Sin saber siquiera si le sale la cuenta entre abstenciones y los votos  promete nueva ley de educación, ciencia, universidades...

No tiene aún hecho el traje de presidente y ya Sanchez vende humo. Sin saber siquiera si le sale la cuenta entre abstenciones y los votos  promete nueva ley de educación, ciencia, universidades... ¡Hasta ley para el cambio climático! Eso sin hablar de la derogación, sin más, de la Reforma Laboral. Con que pueda aprobar unos presupuestos propios le vale. 

Ciento cuarenta folios. Eso le tomó a Sánchez su discurso. Despilfarro de palabras. Abaratamiento de palabras. Desecación y vaciamiento de las palabras. Pocas veces el lenguaje ha sido tam estéril y peligroso, vaciado de su sentido y rellenado con otro. Al diccionario de la RAE se le deben de haber borrado unas cuantas, repetidas hasta la saciedad, y sin sentido. Comienza pues la cabalgata de San Jerónimo: arrojando al aire las palabras sin valor. 

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