Opinión

De aplausos, indumentarias y el septiembre que vendrá (o no)

El análisis de los aplausos registrados en el Pleno del día 25, y la descripción del aliño indumentario de los portavoces, puede anticipar las actitudes que los grupos observarían de ser convocados en septiembre

Los resultados de la segunda votación en la que se dilucidaba la confianza de la Cámara al candidato socialista Pedro Sánchez -346 votos emitidos; 124, a favor; 155, en contra; 67 abstenciones- cerraron el jueves 25 de julio a las tres y cuarenta y cinco de la tarde la cuarta sesión plenaria de la XIII Legislatura, dejando los síes a falta de 32 escaños para superar los noes. Cara a septiembre, en el caso de que volviera a designarse candidato a Sánchez, los 124 votos favorables, conseguidos en los plenos de los días 23 y 25 de julio, parecen de acero inoxidable, indestructibles, dado que 123 son de obediencia socialista y el otro es del PRC cántabro, que también está fuera de discusión. En cuanto a los votos en contra, los aportes del PP (66), de Cs (57), de Vox (24) y de Navarra Suma (2), alcanzan 149 que forman una aleación inatacable por los ácidos de las presiones. Superar esa cifra, llegar a los 150, requeriría que en una votación de septiembre del total de 67 abstenciones actuales al menos 26 migraran al sí, partiendo de la base de que ninguna de las 41 restantes abstenciones optara por transmutarse en no.

El análisis de los aplausos registrados en el Pleno, así como la descripción del aliño indumentario con el que se presentaron los portavoces puede anticipar las actitudes que los grupos observarían de ser convocados en septiembre, si es que hay septiembre, cuestión que el portavoz de Esquerra Republicana de Cataluña se permite poner en duda. Según registran las acotaciones del Diario de Sesiones se produjeron 62 aplausos en los 135 minutos que duró la sesión plenaria, es decir, un promedio de más de uno cada dos minutos, si se descuenta el tiempo empleado en la votación. A falta todavía del aplausómetro, que en próximas sesiones plenarias medirá en decibelios la intensidad acústica de cada uno de ellos, cabe distinguir ya tres tipos: los que figuran como aplausos, los anotados como prolongados aplausos y en la escala superior los prolongados aplausos de los diputados del grupo puestos en pie.

Según registran las acotaciones del Diario de Sesiones, se produjeron 62 aplausos en los 135 minutos que duró la segunda sesión plenaria, es decir, un promedio de más de uno cada dos minutos

En esta ocasión, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Manuel Iglesias, Santiago Abascal y Gabriel Rufián fueron aplaudidos antes de iniciar sus intervenciones al hacer el paseíllo desde su escaño hasta la Tribuna de oradores. Un aplauso especialmente meritorio para los grupos de Vox y ERC, de menor dimensión numérica, cuyos efectivos tienen asientos asignados en los altos del hemiciclo, zona que en la jerga se denomina el gallinero. Sus diputados se comportaron como minorías inasequibles al desaliento acompañando con palmas el trayecto de ida y también el de vuelta hasta que el líder había regresado a su escaño arriba del todo. Aclaremos que ni Laura Borrás (JxC), ni Ana Oramas (Coalición Canaria), ni José María Mazón (Partido Regionalista Cántabro) tuvieron aplausos de bienvenida. También que Aitor Esteban tampoco los tuvo al finalizar, y sólo recibió palmas y risas al considerar el mundo al revés que el Abascal que parafraseara a Unamuno. Risas y aplausos por tres veces suscitó Rufián al declararse miembro de la banda, al decir que Abascal era del comando y al asegurar que la derecha ya se habría puesto de acuerdo incluso en los sobresueldos. Pero su momento más brillante, cuando inquirió si habrá septiembre, pasó en blanco. A Carlos García Adanero se le aplaudieron por tres veces sus menciones críticas a Bildu y tanto Óscar Matute (Alternatiba) como Joan Baldoví (Compromis) se fueron en blanco.

Volviendo a los cuatro de la primera división, a Pedro Sánchez le aplaudieron a rabiar las seis menciones críticas a Pablo Manuel Iglesias, la que hizo a Pablo Casado y la que dedicó a Albert Rivera. Al líder del PP le aplaudieron sus autoelogios y la convocatoria a esa tarea común con Sánchez para ampliar el espacio central de la moderación y hacerlo tan grande que de nuevo los dos partidos puedan ganar en él. De Albert Rivera se aplaudió su entrega al léxico del hampa para hablar de la banda y de la discusión por el reparto del botín, que provocó ovaciones hasta por tres veces. En cuanto a Pablo Manuel Iglesias, cosechó hasta cinco ovaciones contradiciendo la versión socialista de las negociaciones fracasadas. O sea que Pedro y Pablo Manuel se trataron como únicos adversarios y Casado y Rivera sólo tuvieron críticas hacia Sánchez.

En cuanto a la indumentaria, primó el respeto, merced a temperaturas climatizadas que para nada precisaban de ser combatidas privándose de ropa

Llegado aquí es obligada la referencia a Santiago Abascal, quien recibió palmas de los suyos cuando tildó de marioneta a Pedro Sánchez, cuando le acusó de haber obtenido el salvoconducto del golpismo de ERC, destructora de la convivencia y la unidad nacional, cuando habló de la soberbia del PNV y cuando aseguró que nunca apoyarán un gobierno que ponga en riesgo la unidad nacional, el orden constitucional y las libertades de los españoles. Y por último, según el orden de intervenciones, la portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra, que fue aplaudida en las nueve menciones críticas que hizo a Podemos y a Pablo Manuel Iglesias. De los demás, nada tuvo que decir. Todo un presagio para septiembre.

Esta crónica, como se había prometido, concluye con un leve apunte indumentario. Dígase que sin rigorismos, primó el respeto al lugar que merced a los sistemas de acondicionamiento climático estaba mantenido a temperaturas que para nada precisaban de ser combatidas privándose de ropa. Los caballeros comparecieron con chaqueta y muchos con corbata. En su línea, Pablo Manuel lucía camisa de cuadros -las lisas las reserva para las ocasiones de misa mayor- remangada hasta los codos. La fotografía del día siguiente le mostraba en la tribuna de oradores dirigiéndose a Pedro Sánchez en la cabecera del banco azul. En la recta que podía trazarse entre sus ojos podía verse a dos ujieres -varón y mujer- con sus uniformes -pantalón, falda y chaquetas- que carecen de versión de verano. El cronista pensaba que este abandono de las formas en el vestir en vez de un acto de acercamiento al pueblo es un signo de distancia, porque los empleados del Congreso no pueden aliviarse de sus ropas pero el diputado Iglesias se obstina en exhibir su superioridad presentándose en camisa. Como bien dijo el presidente Bono al ministro Miguel Sebastián, “por respeto a los ujieres póngase la corbata”, al menos mientras ellos no puedan quitársela.

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