Opinión

Ione, Greta y otras animaladas

La Ley de Bienestar Animal va a prohibir nuestra sana convivencia y somos carne de multón

Anda mi hámster abatido el hombre y como sin ganas de vivir, ahora que ha oído en la tele, que la Ley de Bienestar Animal va a prohibir nuestra sana convivencia y somos carne de multón. No hay pipón ni rueda que le consuele y por ello decido bajarle al parque a que se airee. Y decido también (sin comentarle nada, para evitar estreses adicionales) buscar la manera de protestar por este desagradable sinsentido.

Hete aquí que, ya en la zona de arena, nos encontramos un receptivo grupo de jubilados jugando a la petanca con asombrosa destreza lumbar y procedo sin titubeo alguno a abrir debate intergeneracional sobre la manera más idónea de llevar a cabo mi protesta. Tras varios “qué majo es el bicho” y similares, y un azaroso desenvolver de caramelo mentolado, entramos de manera natural en una dinámica de intercambio de opiniones, mereciendo ser destacadas las siguientes: “Mira tú lo del hijo de la Rosa, que se ató a un árbol en agosto, pero la bicha de la mujer perdió la llave y ahí estuvo el chico al sol hasta que llegó el cerrajero”.

El nieto del Sebastián el del bingo se pegó el otro día a no sé dónde, y fue su padre a recogerle con la policía gritándole que esas cosas le pasaban por oler superglú en el colegio y que qué pena de soplamocos bien dado”. (Risas y algún carraspeo con flema). De resultas de todo esto, salgo encantada del encuentro, y descarto encadenarme y pegarme a nada, y me entrego durante la subida en el ascensor a la frustrante tribulación mental de comparar en tamaño a mi hámster con las ballenas de Grinpís. (flash mental en ByN durante salida a descansillo:

Habitación con letreros cutres en pared. En medio, cama con sabanas aburruñadas, con hombre y mujer de pelo largo. El, gafitas redondas y ella, orientalizada en rasgos y cara de mala leche. Música de fondo:

“Imagine all the people
Livin' life in peace
You-u-uuú…”

Quita. No me veo tampoco en momento legaña mañanera. Canción protesta descartada.

Lo de “ponerse en pelotas” aparece en la lista de “protestas chungas para uno mismo”, por lo de coger frío, pero también en la de “horrores estéticos”

Procedo ante mi indecisión a coger folio, boli y fosforitos y me pongo, desplegando una convulsa e inesperada actividad clasificatoria, a dibujar líneas y rellenar casillas. Relaciono, con flechas, algunas entre sí: (lo de “ponerse en pelotas” aparece en la lista de “protestas chungas para uno mismo”, por lo de coger frío, pero también en la de “horrores estéticos”). El nombre de Gandhi aparece dos veces: como ejemplo de huelga de hambre (nota de “la puedes palmar”), y también en la lista de marchas famosas (la de la Sal). Concluyo que es un crack de la protesta.

Donde pongo “cortarse el flequillo”, anoto: “¿show off?”. En la columna de “ensañarte con cosas”, resalto en amarillo chillón lo de lanzar tomate contra un cuadro y abajo del todo, a lo largo de la hoja, escribo “ojo: te puedes cargar una buena causa por la manera con que la defiendes”, remarcándolo también con el mismo color. Tacho con cruz la casilla de “cartas incendiarias de jubilado Burgos”, porque, aunque en un primer momento el acto epistolar me seduce, no quiero encabronar a Ione. Soy más de dialogar.

Cojo distancia con la hoja, la miro, y es todo tal batiburrillo de líneas, asteriscos y subrayados, que entro en caos y opto por procrastinar en la decisión del formato manifestador. Me planteo, por qué no, ponerme un lacito de color marrón hámster, o montar una recogida de firmas en alguna de esas webs que tal amablemente se ofrecen a hacerlo por ti, pero por lo visto, a la vez que recogen firmas para tu causa, recogen datos de todo quisqui, y los venden. (Mal).

Marcho a la cocina a hidratarme, y le veo al pobre en la jaula, dormidito inflando tripa y se me parte el corazón por la criatura, pero a la vez me da un chute de energía para luchar por la causa. Caigo en la cuenta, al ver el post-it en la nevera, de que he de preparar un speach (“I have a hámster…”) y fabricarme pancarta con lema. Admito, con resignación y admiración a la vez, que es imposible superar lo de “que te vote Txapote”.

Gente variopinta y básicamente hasta el moño de que alguien que en su día apareció en nuestras vidas en plan termineitor contra la corrupción, ahora se dedique a robinjudizar malversadores

Esto último me lleva a pensar en la manifestación del pasado sábado en Madrid; gente variopinta y básicamente hasta el moño de que alguien que en su día apareció en nuestras vidas en plan termineitor contra la corrupción, ahora se dedique a robinjudizar malversadores, y que alguien que confesaba alteraciones del sueño si se aliaba con ciertos entes políticos, se dedique ahora a retozar con esos mismos entes delante de nuestras narices. Entes unos que huyen al trote cochinero cuando suena el himno de España y entes otros con una osadía legislativa tal, que acaban regando delincuentes por goteo. Lo que viene siendo un sindiós.

Para terminar, un recuerdo, una ensoñación futurista, y un deseo. El RECUERDO, (yo también peco de nostálgica), es para ese millón y pico de personas que, hace ya casi veintiséis años, con las dos manos en alto, salieron en Madrid a manifestarse “por la paz y la libertad” y dijeron “basta ya” con el corazón roto por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Lo de la memoria histórica esa, fenomenal, oye; pero para todos y para todo.

La ENSOÑACIÓN FUTURISTA: Año 2078. Rubia y orondadecara señora mayor, saltea grillos en un wok mientras tararea con acento sueco “dónde estará mi carro”, de Manolo Escobar. Con look betimisiéguico (caftán imbatible para no desvelar tenaleidi), se acerca a dos niñes que le preguntan viendo álbum de fotos digital:

-¿Abuela, de cuándo es esta foto tuya en el catamarán?

-Ay, mis barnbarn… tonterías que uno hace en su juventud.

-Sonríe.

Greta es ahora terrateniente y vive en un fincón a las afueras de Jaén. Desde que conoció varón (open-minded lugareño) y gozó del sol español, se le quitó la cara de ajo, y resultó hasta mona. Juntos montaron una empresa para convertir los huesos de aceituna en energía renovable y se han forrado. Los niñes son adoptados (a estas alturas ya se ha demostrado que parir contamina), y juegan ora con andróginas muñecas, ora con espadas láser. Se hiperadaptan a todo.

En medio de esta bucólica escena, una hormiga reina aparece toda chula paseando cuerpo por la encimera. Greta la agarra haciendo pinza, musita un “traepacá” en sueco, y al wok que la lanza. Su libro de cocina arrasa en Ikea. Y el DESEO: poder decir también algún día eso de “por mí no quedó”.

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