Empezaremos por resolver la duda. ¿Qué tienene en común la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la ministra de Igualdad, Irene Montero? Que no pueden conceder entrevistas en tiempos de pandemia. O eso parece. Una por llorar y otra por reír, tanto da, pero los custodios del orden políticamente correcto consideran que deben estar calladas. O tapadas, mejor dicho. Porque en realidad los linchamientos que ambas han padecido por sus entrevistas en estos tiempos, cada uno con sus matices, responden a una realidad más esencial, primigenia, biológica, incluso diríase que es lo único que realmente las une: son mujeres.
Este miércoles Irene Montero era noticia por su entrevista a Vanity Fair. En poco tiempo se multiplicaban tuits, artículos y comentarios, miles de comentarios en los foros más variopintos para opinar sobre el particular, sobre todo con todo tipo de improperios contra la ministra. Las críticas, que sólo son legítimas cuando son educadas, aunque ya no lo parezca en estos tiempos, se centraban en las imágenes y en la presunta frivolidad por aparecer en ese medio.
De esto último huelga decir cualquier cosa que no sea recordar que Vanity Fair es una publicación de calidad en todos los sentidos. El problema del posado es que Montero sale favorecida. O sea, maquillada y elegante. Y, según los corsés ideológicos que gobiernan tantas mentes atolondradas, una mujer de izquierdas, progresista, anticapitalista o cualquier otro adjetivo terminado en "ista" que ustedes prefieran elegir no tiene derecho a aparecer así en una publicación como esa.
Cuando unas semanas atrás el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, apareció en la misma publicación que Montero, no hubo semejante revuelo
Tampoco tiene derecho a ataviarse con ropas de marcas tan caras y exclusivas como Mango o Pedro del Hierro. Esos mismos corsés tan ancestrales y tan machistas estipulan, por tanto, que Montero tendría que vestir de forma desastrada, a poder ser con una camiseta cutre y con alguna rasta, y por supuesto sólo podría ser entrevistada en el programa que presenta y dirige Juan Carlos Monedero. Nada nuevo bajo el sol porque ya ocurrió con su reciente entrevista en Diez Minutos.
La comparación con Díaz Ayuso no es caprichosa. Cuando en mayo, en pleno auge de la pandemia, a la presidenta de la Comunidad de Madrid se le ocurrió conceder una entrevista a El Mundo, los ataques también se multiplicaron contra ella por tierra, mar y aire. También emanaban de su posado, claro, porque a muchos esas imágenes les parecían igualmente lamentables, por supuesto, si bien la diferencia fundamental es que en ese caso quienes más vituperaban a la política procedían de la otra orilla ideológica. Ya le ocurrió, unos años atrás, a Soraya Sáenz de Santamaría. Y le seguirá ocurriendo a mujeres de toda condición ideológica.
Una de las críticas más recurrentes en los dos casos citados tenía que ver con el momento elegido para hablar. Para ellas parece que nunca es el momento. Cuando unas semanas atrás el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, apareció en la misma publicación que Montero, no hubo semejante revuelo. ¿A alguien se le ocurre plantear que Albert Rivera no debe presentar ahora su libro por los rebrotes? ¿O no acudir a El Hormiguero? Sí, claro, Rivera ya no está en política, pero lo que cuenta sigue teniendo interés informativo.
A Montero y a Díaz Ayuso habrá que criticarlas por lo que digan y por lo que hagan en sus cargos, no por cómo vistan o porque aparezcan más o menos bellas o tristes en sus entrevistas
El mismo interés informativo que tenía preguntarle al alcalde madrileño por su presunta relación con alguien de su partido. Justo el mismo interés que tiene leer que, como titulaba acertadamente este medio, por primera vez la ministra se sinceraba sin tapujos sobre la relación con su pareja, el vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Claro que todo ello tiene suficiente interés. Pero ahora muchos se rasgan las vestiduras. Son los mismos que devoran la entrevista mientras denuncian la frivolidad del asunto.
Es una obviedad que provoca pereza, pero, visto lo visto, toca insistir. A Montero y a Díaz Ayuso habrá que criticarlas por lo que digan y por lo que hagan en sus cargos, no por cómo vistan o porque aparezcan más o menos bellas o tristes en sus entrevistas. Nadie con una mentalidad abierta, liberal o propia del año 2020 puede defender o avivar estos linchamientos machistas salvo que, como suele ocurrir, le nuble su ideología. Pero eso, en este hermoso país, es costumbre.