Irene Montero está encantada: gracias a la ‘violencia política’ –el nuevo término de moda que desde anoche y en los próximos días va a dominar todos los mensajes políticos de la izquierda política y mediática- nadie le recordará que gracias a su chapucera ley del ‘solo sí es sí’, otro violador de una niña ha visto hoy rebajada su pena dos años en Valladolid.
Todos sabemos que el campo está inclinado y que la misma frase y las mismas acusaciones no tienen el mismo calificativo ni la misma condena cuando se hace desde la parte izquierda del terreno de juego. Todos sabemos –y ahí están las hemerotecas- que Pablo Iglesias, el ‘macho alfa’, se vanagloriaba al decir en público que el único mérito de Ana Botella para estar en política era ser “esposa de", "nombrada por" y colocada por “los amigos de su marido".
Que los defensores de los escraches a mujeres, a Soraya Sáenz de Santamaría a las puertas de su casa; a Cristina Cifuentes perseguida por una acera por una turba hasta tener que refugiarse en una tienda mientras su hijo veía la escena desde el balcón; a Begoña Villacís embarazada y cubierta de escupitajos en el Orgullo… que todos ellos –y sus socios que lanzaron cal viva en el Congreso- se lleven las manos a la cabeza por lo que diga una diputada a la que diariamente llaman “machista”, “fascista” y “xenófoba” desde los escaños hoy indignados, es un ejercicio de hipocresía de libro.
Pero el resultado de que Carla Toscano acusara a Irene Montero de que “lo único que ha estudiado en profundidad ha sido a Pablo Iglesias” es que la ministra, que hoy debería ser sometida al repudio por su chapucera ley del ‘solo sí es sí’, va a escaparse de rositas entre la victimización de sus filas y sus socios y las acusaciones del “y vosotros antes” de los contrarios.
Porque desde anoche, y esta mañana, en las tertulias primero y en el hemiciclo después, nadie ha hablado de cómo arreglar el desaguisado provocado por una ley ideológica sin las mínimas garantías jurídicas. Porque nadie ha vuelto a pedir su dimisión o su reprobación y porque solo se habla de si Pablo Iglesias lo hizo primero o si Vox ha traspasado los límites.
En Podemos están encantados: el tiro se ha desviado a los ataques personales a Irene Montero y a su martirologio. En el PSOE, más de lo mismo: hasta las acusaciones de Toscano de anoche, ministras socialistas como María Jesús Montero insistían en revisar la ley y veían en su compañera de Consejo de Ministros uno de los mayores problemas de imagen. Ahora, todas callan y cambian el discurso para cerrar filas con la “agredida”.
Y al otro lado del hemiciclo, el PP ve cómo toda su estrategia para arrinconar al Gobierno de coalición por la ley del ‘solo sí es sí’ y por la supresión de la sedición que se vota hoy, se echa a perder. En Ciudadanos coinciden y están desolados.
Y en Vox, sin embargo, se sienten de nuevo en el centro de la polémica. Vuelven a estar en el foco–tras unos meses distraídos y con menos pulso por el problema de Macarena Olona- y se nota cómo les gusta jugar en la polarización frente a Podemos. Todo lo contrario que busca el PP de Feijóo, que gana en las encuestas por el centro y sufre cuando los extremos se adueñan del tablero político.
Mientras se habrá perdido la ocasión de poner a la peor ministra del Gabinete contra las cuerdas".
Podemos y el Gobierno van a seguir explotando el papel de víctima de Irene Montero y Vox seguirá defendiendo que son unos hipócritas. Y mientras se habrá perdido la ocasión de poner a la peor ministra del Gabinete contra las cuerdas y seguirán, como en Valladolid, rebajándose penas a los violadores. Y su pareja, Pablo Iglesias, seguirá ejerciendo el matonismo contra los periodistas que antes le parecían objetivos y hoy han osado criticarle. Es lo que tiene ser el macho alfa de la manada.
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