El mismo movimiento feminista que dio sentido a la carrera política de Irene Montero ha sido el mismo que va a acabar con ella. La licenciada en Psicología se fue colando poco a poco en los entornos comunistas y de izquierdas hasta acabar en Podemos. El partido morado le sirvió para conocer el amor, formar una familia, mudarse a un lujoso chalet en Galapagar y llegar a ser ministra de Igualdad.
La orgullosa ex cajera no sólo consiguió un puesto en el Gobierno, en un ministerio que aún hoy nadie sabe para qué sirve, sino que además logró ser la voz cantante de la cuarta ola del feminismo, convenciendo a millones de mujeres –y hombres– de que en España había desigualdad entre sexos, géneros y viceversa.
Al más puro estilo Goebbels, y desde el Ejecutivo, consiguió colar el 'heteropatriarcado' y la brecha salarial en el Congreso y en la calle, presentando a las féminas como seres inferiores a los hombres en todos los ámbitos de la vida. Y no sólo eso. Cuando el coronavirus campaba ya a sus anchas por España, logró impulsar su discutible Ley Montero en tiempo récord y mantener las manifestaciones del 8-M en todo el país.
El 8-M fue una trampa mortal
Mantener las manifestaciones del 8-M fue una temeridad. Hasta hoy éramos muchos los que lo pensábamos, y hoy es el propio Gobierno el que lo reconoce, entre líneas.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha confesado este miércoles que el foco máximo de infectados por coronavirus en la Comunidad de Madrid se produjo a finales de febrero, esto es, una semana antes de la manifestación. Miles de personas estaban incubando el virus que luego contagiaron a diestro y siniestro entre vítores morados el 8 de marzo.
El pico de contagios por el Covid-19 se produjo tras la manifestación feminista del 8 de marzo, y mantenerla fue una temeridad
El propio Ejecutivo reconoce así que las feministas se infectaron –esta vez literalmente– unas a otras, y da a entender que el pico de contagios por el Covid-19 se debe a la manifestación encabezada por Montero, Begoña Gómez, Carmen Calvo –enfermas por el virus– y otras muchas políticas del Gobierno.
El feminismo actual no tenía ni pies ni cabeza, pero al menos contaba con la baza de que no había puesto en juego la vida de nadie. Aunque cada vez había más mujeres que alzábamos la voz contra esta corriente radical, el movimiento seguía en pie y con visos de durar años. Pero la pandemia parece que lo va a arrastrar (casi) todo.
Feminismo pandémico
A partir de ahora, el feminismo será relacionado con la pandemia, con el coronavirus, con muertes y con infectados. Con estado de alarma, con confinamiento y con cuarentena. El movimiento que en teoría iba a salvar a las mujeres fue el mismo que las acabó llevando al hospital, cuando no a otra parte peor.
Aunque mucha gente olvide e intente olvidar, Montero pasará a la historia como la ministra que se infectó por un virus en una manifestación multitudinaria que ella misma alentó y a la que arrastró a miles de mujeres españolas, lanzándolas también a la enfermedad sin ser muy consciente de ello.
El movimiento que en teoría iba a salvar a las mujeres fue el mismo que las acabó llevando al hospital, cuando no a otra parte peor
Ahora, en plena crisis sanitaria y económica, con más de 3.400 muertos por coronavirus y las empresas del país paralizadas, quizá no es momento de exigir responsabilidades, pero sí se debe ir aclarando quién y quiénes fueron los causantes de que ya seamos el país con más muertes por Covid-19 del mundo.
Veremos cómo hace el Gobierno para esconder el moribundo feminismo de Podemos y si les acaban abriendo diligencias, pues cada día somos más los que exigimos justicia, la misma que Montero y compañía pedían en las calles el 8 de marzo, cuando pusieron sus ideales por encima de la salud de todos los españoles.
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