Opinión

Pensar en italiano

A ver si va a resultar que, como dicen que ocurre en Italia, la política, o la no-política, no influye tanto en la vida cotidiana como nos creemos o como nos hacen creer

  • El Parlamento italiano

Me consta que en Italia no se habla todo el rato de política. Menuda paz. De hecho me dicen que en la calle se habla entre muy poco y nada en absoluto. No es extraño. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los italianos han tenido 67 gobiernos y muy pocos de ellos han durado más de dos años. Llevan, por tanto, tres generaciones acostumbrados a que la política no resuelva y se han acostumbrado a hacer su vida sin contar para nada con lo que los responsables políticos puedan decir o hacer.

Mientras nuestros vecinos se lo toman con tanta calma, aquí, desacostumbrados como estamos al caos, todavía nos alarmamos -yo el primero- ante el panorama de que tengamos que volver una vez más a las urnas y nos asombramos al ver que la nueva política, que venía a sustituir al “espantoso” sistema de la transición, no consigue cuajar los acuerdos necesarios para que siquiera se formen gobiernos estables. Y así llevamos desde 2015. Mucho para nosotros, aunque sea una anécdota para los italianos.

Sin embargo, la vida sigue y en medio de tanto revuelo hemos sabido que la Comisión Europea ha mejorado las previsiones de crecimiento del PIB para España, pasando del 2,1% previsto al 2,3%. No está mal. ¿A ver si va a ser que la política, o mejor dicho la no-política podrá retrasar cosas importantes, pero al cabo no influye tanto en la vida cotidiana como nos creemos o como nos hacen creer?

Estamos cerca de que la política pase al plano del espectáculo para iniciados; como el deporte, que levanta pasiones pero no cambia la vida de la gente

Visto lo que hay, hacernos políticamente italianos tal vez no sea tan mala idea. Bastaría con olvidarse de la política, abandonar la atención que ahora nos causan sus cuitas y, por ejemplo, dejar de leer columnas como esta. Las empresas que esperan ahora impacientes las decisiones políticas que les abrirán nuevas oportunidades, o les cerrarán las que tenían, que se olviden de las prisas y que sigan adelante, al tran-tran, sin angustias y dejando las inversiones estratégicas para ya veremos cuando. Los trabajadores y las clases medias que perdimos dinero y condiciones con la crisis, a seguir tirando, sin otra esperanza de mejora que la que nos busquemos nosotros mismos o nos venga de un crecimiento moderadito y sin alardes, ajeno a decisiones políticas que no se tomarán.

Ya vamos viendo que lo de las pensiones va para largo después de que saltara el Pacto de Toledo, que el mercado de trabajo seguirá como está, con todo lo malo que tiene para trabajadores y empresas, que el sistema impositivo seguirá diseñado para industrias convencionales, sectores maduros y empleos antiguos y estables, justo las cosas que ya escasean, que la financiación de las autonomías seguirá vegetando en las carencias habituales (con las siempre animadas polémicas de los conciertos vasco y navarro) y que en los órganos institucionales como el Constitucional o el CGPJ que requieren de mayorías cualificadas para su renovación, seguirán las mismas personas, con una sensación de interinidad que hoy les puede incomodar pero que mañana puede que no, si se acostumbran a pensar como italianos.

Si todos nos acostumbramos a pensar así, la posible repetición de elecciones no nos quitará el sueño, porque nada esperaremos de ella, las polémicas políticas adquirirán su auténtico valor, que es ninguno, si acaso el de un tuit y nada más, pero, sobre todo, la política pasará al plano del espectáculo para iniciados, como el deporte, que tiene sus apasionados y ocupa mucho sitio en los medios pero no cambia la vida de la gente, ni lo pretende.

De momento, en las encuestas los políticos vuelven al top de preocupaciones de los españoles, lo que indica que aún nos importan algo, pero es evidente el peligro de que una política atascada e incapaz de avanzar se convierta en una carga definitivamente inútil mientras la sociedad se resigna a avanzar por su cuenta y sin atenderla y sin esperarla. Lo malo es que tal vez nos cueste pensar como italianos, no sepamos reaccionar con tanto desapego como el que ellos derrochan y la liemos si en noviembre nos dan la oportunidad. Yo no me fiaría.

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