Opinión

La izquierda que vota a Feijóo

Pedro Sánchez fue al debate con Alberto N

Pedro Sánchez fue al debate con Alberto Núñez Feijóo como quien va a Lourdes buscando un milagro. La irritación da la medida del miedo a perder, y se nota. Ocurre que los populismos nunca triunfan por méritos propios. Logran el poder por incomparecencia de quienes deberían pararlos, pero se desmoronan cuando se encuentran con una alternativa sólida, convincente. Consolidadas las tendencias de voto, la campaña solo sirve para examinar la personalidad de los aspirantes. Ahí, el candidato socialista patina.

En ese marco se interpreta el trasvase de electores desde el PSOE a Feijóo que reflejan todas las encuestas. Se reproduce lo que ya ocurrió en Francia, con una mayoría de electores que se pasaron a Macron desde el socialismo que gobernaba. En España, el Partido Socialista se encuentra en un callejón. Necesita que crezca la Mélenchon local, Yolanda Díaz, pero no puede prescindir de esos votos para no hundirse. Resultado: se extrema el discurso ultraizquierdista que aleja electores.

Vender que Feijóo es una amenaza para las libertades, el día en el que su vicepresidenta Díaz anuncia un proyecto para quitar la licencia a periodistas críticos, desafía las leyes de la gravedad

Los hechos desmontan el blablablá estatista de 263 páginas de programa del Partido Socialista. El Banco de España acaba de publicar cómo, durante la legislatura sanchista, el número de familias que no pueden cubrir las necesidades básicas ha crecido un 22%. No hay teatro de victimización de Sánchez -modosito por la mañana, colérico por la tarde- capaz de colar ese cartel de eccehomo. Vender que Feijóo es una amenaza para las libertades, el día en el que su vicepresidenta Díaz anuncia un proyecto para quitar la licencia a periodistas críticos, desafía las leyes de la gravedad.

Poca sorpresa, pues, en la explosión de desconcierto que asola al sanchismo “cultural” y mediático, que no puede entender la fuga de votos de izquierda hacia Feijóo. Están tan perdidos que los Almodóvar-Bardem denuncian una vuelta de la censura, si gana el PP. ¿Han oído hablar de Albert Boadella? Aunque, nadie se mostró tan desorientada como Àngels Barceló. La comunicadora estrella de la SER denuncia que se está acusando de mentiroso sin motivo al pobre Sánchez. Dos ejemplos de última hora, para que la periodista de Prisa ejercite su fina esgrima habitual.

Cuando el fugado Puigdemont vuelve a ser noticia, es momento de recordar que Sánchez suprimió el delito de sedición con el argumento “homologarnos con Europa”. ¿Verdad o mentira? El presidente declara que él no ha modificado en nada la posición española sobre el Sahara, coincidiendo con la exigencia de su vicepresidenta Díaz de “volver a la situación anterior”. ¿Quién miente, Àngels? Ninguna razia por platós y estudios va a salvar a vuestro héroe.

Para comprender una campaña tan trastornada, véase la ruptura entre dirigentes históricos socialistas, comparando el artículo del expresidente González contra la irracionalidad del “no es no” con el manifiesto de varios exministros suyos a favor del sanchismo. Alfonso Guerra y Felipe González vs. Joaquín Almunia y José María Maravall. No hay mejor explicación para la migración electoral hacia Feijóo, que de momento supera el 10% de votantes del PSOE en 2019. Como Trump con el Partido Republicano, Sánchez empezó por la destrucción de su propio partido.

González y Guerra, como cada día más electores socialistas, se preguntan qué izquierda es esta que une sus votos a independentistas decididos a romper la unidad de España

Si la historia es el laboratorio de la ciencia política, será útil fijarse en la trayectoria de Fernando de los Ríos. Si viviera, habría abandonado este PSOE licuado en sanchismo que ensalza Maravall. En 1935 se fue de la Ejecutiva Federal del partido por las políticas comunistas de Largo Caballero y en 1946 salió del gobierno en el exilio de José Giral por la entrada de ministros del Partido Comunista. González y Guerra, como cada día más electores socialistas, se preguntan qué izquierda es esta que une sus votos a independentistas decididos a romper la unidad de España, y a prohibir que niños españoles hablen español en las escuelas.

Son los “abajofirmantes” sanchistas -políticos, artistas, académicos, comunicadores- quienes han elevado a Núñez Feijóo a la condición de único restaurador posible del hilo conductor que nace en la Transición, roto por los enemigos declarados del “régimen del 78” que hicieron presidente a Sánchez. Le han regalado la exclusiva de líder nacional que puede poner fin al frentismo “guerracivilista” que atizan los extremos. En ese desafío tiene el candidato popular cada vez más apoyo y el Partido Socialista, más rechazo.

Ya pueden improvisar derechos sociales para la campaña -de los 20.000 euros de “herencia” a la rebaja en la entrada de cine-, que los votos de centroizquierda seguirán fluyendo hacia Feijóo. A la hora de la verdad, el debate que importa no es derechas-izquierdas, sino sobre quiénes pueden resolver los problemas que preocupan a los ciudadanos. Como demuestra el famoso politólogo Francis Fukuyama, los derechos sociales carecen de sentido sin un Estado fuerte que los garantice. Justo lo contrario de lo que ha hecho el Partido Socialista en compañía de los acérrimos enemigos de las políticas nacionales -no confundir con nacionalistas-. De eso huyen los votantes de centroizquierda.

Adenda. Hay una falla nada sencilla a la que Feijóo debería prestar más atención. La persecución del español es un acto de fascismo inaceptable que exige una respuesta inmediata y contundente. Si no lo hace, abrirá un boquete en su liderazgo nacional. Y los vacíos siempre tienden a ser ocupados en política.

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