Opinión

Izquierda y española, ¡milagro!

Llega Izquierda Española, un nuevo partido a la palestra política española. Lo primero que hay que decir es que lo va a tener muy difícil. Mucho. Sin estructuras, sin gente conocida y sin dinero, pero con mucha fe y voluntad.  La f

Llega Izquierda Española, un nuevo partido a la palestra política española. Lo primero que hay que decir es que lo va a tener muy difícil. Mucho. Sin estructuras, sin gente conocida y sin dinero, pero con mucha fe y voluntad.  La fe mueve montañas, piensan los que no tienen otra cosa, y en eso está su líder y promotor, el joven abogado Guillermo del Valle. Entre la fe y la razón.

Lo segundo es que llega sin ningún rubor y sin complejo alguno por llevar a España en su sigla: Izquierda Española. Lo mismo pudieron hacer otros, pero la palabra España sigue provocando urticaria en una buena parte de la izquierda. El PSOE solo saca la roja y gualda para atenuar su rendición ante Puigdemont y otros nacionalismos. Y, así a Errejón le faltó valentía para llamar a su pequeño partido Más España y se conformó con Más País. Ahora Más País está dentro de otra pequeña formación de nombre incierto -Sumar-, que no ha conseguido ser un partido pero sí lo contrario de lo que predica. Será partido, según anuncia Yolanda Díaz, el 23 de marzo, después de unas elecciones gallegas en las que Sumar no sacará ningún escaño. Bonita manera de nacer.    

La gran oportunidad de las europeas

Pero no nos interesa Sumar, muleta del Psoe y descanso del líder que pisa tierra firme en un camino de cáscaras de huevo. Llega un nuevo partido por la izquierda. ¿Qué izquierda? A tenor de lo que anuncian, una izquierda española que no quiere parecerse a la actual y, sobre todo, al partido de Sánchez. Algunos sociólogos y otros tantos politólogos aseguran que tiene opciones, pero eso quién lo sabe hoy. IE lo fía a una fecha, el 9 de junio, día de las elecciones europeas, y recuerda que fue en las europeas de 2014 cuando Podemos obtuvo 5 eurodiputados, el 7,96% de los votos, y un millón doscientos mil sufragios. El sistema electoral de estos comicios no es el de las generales, porque los votos tienen la misma ponderación y el país funciona como una gran sección del Parlamento Europeo, razón por la que Izquierda Española cree tener su gran oportunidad.   

A los jacobinos de IE, con tan poca historia y con tanta ilusión, hay que pedirles unas cuantas cosas, pocas en realidad, antes de que se hagan mayores. Que no se contaminen demasiado pronto al arribar al territorio en el que descansa la política española donde impera la ley del más canalla y mentiroso: todo por lo mío. También, que su sigla diga la verdad. Que el acrónimo en el que se explican y apoyan tenga fuste, fundamento, y sea refractario a la mercadotecnia política que cambia las ideas y las torna en razones.

Unas pocas ideas, pero claras

Con que sea un partido de izquierda que luche contra el estado cantonal al que nos dirigimos. Con que tenga una idea sólida de la igualdad de los españoles y de la redistribución de la riqueza. Con que denuncie que no podemos seguir enriqueciendo territorios que ya fueron ricos e insolidarios con Primo de Rivera, la República y Franco, ya se conforman muchos que, huérfanos políticos desde Zapatero, han dado la espalda a un partido que juega caprichosamente con la convivencia y sacrifica el interés general porque la polarización les funciona y va bien.  

Hace bien Guillermo del Valle en abominar de experiencias políticas en forma de bisagra. Se es derecha, se es de izquierda y se es Sánchez, no veo más opciones

Esos huérfanos de partido político se quedaron así cuando la segunda legislatura de Zapatero acabó con el Psoe más tradicional y pragmático; cuando UPyD decidió, tras un golpe de soberbia y miopía política suicidarse. Cuando Ciudadanos, en otra paso de esa mismo jaez creyó que podría alcanzar los cielos y dejar para el arrastre al PP.

Del desastre de estas formaciones tiene mucho que aprender Izquierda Española. A los españoles nos gusta el centro político, pero luego resulta que no lo entendemos. Y por eso hace bien Guillermo del Valle en abominar de experiencias políticas en forma de bisagra. Se es derecha, se es de izquierda y se es Sánchez, no veo más opciones.

Los medios más cercanos al Gobierno recelan y menosprecian el sueño de un puñado de jacobinos. Los desprecian porque están siendo capaces de despertar del letargo político a miles de frustrados ciudadanos que, después de votar toda su vida al Psoe, han convertido a Sánchez en su última opción. Y ni siquiera. El argumento es falaz, pero no tienen otro que acusarles de que serán el partido de izquierda preferido de la derecha. Claro, con permiso de Puigdemont y del PNV, habría que recordar a los voceros del sanchismo. Es curioso cómo esos medios atacan una idea sobre una fo que aún no ha nacido y como callan cuando el Psoe va enjaretando pactos con partidos que no desean gobernar España, tan sólo fracturar a su Estado. Si como dice Sánchez la verdad de las cosas es la realidad, esta es la suya, presidente. Otra cuestión es que esa realidad la conviertan en relato para evitar los ardores de estómago cada vez que reparan en lo que se han convertido.

Unas cuantas ideas muy claras

A los que tengan interés en saber qué piensa su joven promotor les recomiendo que vean aquí, en Vozpópuli, la entrevista que Gabriel Sanz acaba de hacerle a Guillermo del Valle. A estas alturas, que alguien se explique y se le entienda, que se exprese con claridad y fluidez y que demuestre tener unas cuantas ideas muy claras, empieza a ser revolucionario. Si fuera el director de comunicación de Yolanda Díaz, Santos Cerdán, la ministra Montero o Sánchez, les pondría el vídeo de la entrevista. Y no para que lo mejoren, lo que es imposible. Para que escuchen cómo suena las verdades cuando estás bien dichas. Hace ya tanto tiempo que…Con una idea que es casi un sueño se ilusionan muchos que, hace lustros creyeron que jamás dejarían de votar al partido que los acompañó desde la Transición. Pero ya ni el partido, ni el país ni la dignidad política importan un carajo. Y yo, la verdad, a estas alturas, no le voy a quitar la razón a Gregorio Morán.

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