Asistí hace unos años a la exposición de una artista cubana que exigía al visitante adentrarse en una vagina gigante -de cartón-piedra- en la que se escuchaban a todo volumen las voces de Fidel Castro y el Che Guevara. La palabra 'revolución' se repetía una y otra vez, con una insistencia insoportable. Era difícil evadirse de los gritos que brotaban de los altavoces, hasta tal punto que uno llegaba a perder la noción de que se encontraba en el interior de un coño monumental.
Las democracias pierden intensidad de una forma tan gradual que a veces resulta difícil de detectar su degeneración. La propaganda es especialmente ruidosa y machacona y puede llegar a anular el criterio de quienes la reciben, de ahí que merezca la pena activar una serie de alarmas para evitar que cualquier tiranía en ciernes nos pille con la ropa interior de ayer y sin las defensas activadas.
En la España contemporánea no se apela a la 'revolución', pero sí a la 'igualdad' y al 'progresismo', lo que viene a ser lo mismo. Es una receta idéntica, pero con distinto nombre. Lo que en el norte se conoce como anchoa, en el sur, como boquerón. Lo que aquí es un autobús, allá es una guagua, pero es exactamente igual: las mismas ruedas y el mismo mecanismo. Así que, al igual que en los Estados revolucionarios no puede haber nada por encima de la ideología ni ningún espacio libre de su proselitismo, en los que persiguen ese (falso) ideal del progreso y la igualdad, tampoco.
La campanada de Jenni Hermoso
Atendiendo a esta lógica -ningún momento de descanso, ninguna concesión al pecado- los sumos sacerdotes de esta religión pagana han elegido a Jenni Hermoso para presentar las campanadas de fin de año en Radiotelevisión Española junto a Ramón García y a Ana Mena. Quizás podrían haber pedido a Aitana Bonmatí que lo hiciera, al haber ganado el balón de oro en el año en que su equipo resultó campeón del Mundial femenino. Lo que ocurre es que su utilidad era menor que la de Hermoso, la cual sufrió la acometida de un gañán tocón, como Luis Rubiales, pero la cual fue a la postre convertida en heroína de baja intensidad por sus compañeras -que querían gobernar su vestuario- y por todo ese enorme aparato propagandístico que defiende la Igualdad.
Las mujeres les importan en realidad un pimiento a todos estos nuevos defensores del bien y de la justicia. De hecho, eligen o desechan a sus referentes en función de lo que dicte su ideología. Hay personas de ética cuestionable -como Rocío Carrasco, Juana Rivas o María Sevilla- a las que elevan a los altares porque en ese momento conviene, mientras que de otras se olvidan, como de todas esas pobres muchachas a las que destrozan la vida los violadores de algunas manadas de las que no conviene hablar. Ni que decir tiene que a quienes no comparten su ideología no le admiten en la causa feminista... o en la que sea. Ya saben: socialismo o muerte. Progreso o fascismo. Así se mueven. Polarizan la sociedad y acusan a 'los contrarios' de hacerlo.
La ideología, ante todo
Sea como sea, resulta irónico que la elección de Jenni Hermoso para dar la bienvenida al nuevo año haya trascendido el mismo día en que se ha conocido que España ha vuelto a hacer el ridículo en un informe PISA. Los alumnos contemporáneos han obtenido los peores resultados de su historia. Flojean en matemáticas y en ciencias; y su comprensión lectora está por debajo de la media de la OCDE. Cada vez más incapaces en lo técnico, cada vez más adiestrados en Igualdad. En políticas de género y eco-altruismo.
Todo esto tiene algún que otro inconveniente: la burricie podría extenderse hasta convertirse en una plaga y a la pregunta sobre el resultado de sumar 2 + 2 alguno podría responder con la coletilla de mal gusto que añaden los cuñados después de que alguien pronuncie el número 5. Ahora bien, el desastre en la educación suele derivar en sociedades peor formadas y más manipulables. En otras palabras: en el reino de las emociones. En el terreno perfecto para quienes pretenden utilizar la ideología para disimular su mal uso del poder.
Por eso, a lo mejor, mientras los españoles más cándidos celebran la elección de Jenni Hermoso por el golpe que supone para el machismo y el hetero-patriarcado, hay quien prepara entre bastidores el asalto a la institución que todavía queda por controlar; o el enésimo reparto cuestionable de cargos o fondos públicos.
A lo mejor todavía hay espacio para denunciarlo porque una parte de la sociedad aún tiene la capacidad para sumar 2 + 2. Pero quizás en unos años, si todo degenera al mismo ritmo, ni siquiera haya el espíritu crítico necesario para poder apreciar los efectos sobre la democracia del poder mal ejercido.
¿Hacia dónde camina este país? A mí no me pregunten. Yo estaba celebrando lo de Jenni Hermoso.
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