El exlíder de ANC Jordi Sànchez es una persona de formas afables, que acepta fajarse ante una entrevista con preguntas incómodas como la que le remitió a la cárcel ‘Vozpópuli’ hace nueve días. El modelo de pregunta y respuesta a través de formulario concede ventajas al entrevistado y obstáculos al periodista. Otorga al primero el tiempo necesario para medir sus palabras y cercena al segundo la posibilidad de insistir, repreguntar. La fórmula tampoco permite trasladar al lector las cuestiones que le resultan incómodas al personaje o ante las que necesita algo de tiempo para buscar una salida. A veces unos segundos de silencio representan la mejor de las respuestas. Pese a todo, Sànchez deja entrever un tono entre el hastío y el paternalismo en algunas fases.
En una de ellas llega a invitar a los lectores de este medio a visitar Cataluña para comprobar que en sus calles no existe “confrontación” (¿acaso cree que no hay lectores de 'Vozpópuli' en Cataluña?). Lo escribió antes de la amenaza de muerte que le profirió un joven que dice ser antifascista a los miembros de una plataforma en defensa de la unidad de España en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Cogeremos las pistolas y os reventaremos la cabeza, hijos de puta”. Nada menos. Sànchez niega que haya una situación de “ruptura” antes de que Barcelona se blinde de policías este viernes para garantizar que un Gobierno celebre un Consejo de Ministros en una parte de su territorio.
Cuando Sànchez dice que en Cataluña no existe el “miedo”, la casa del juez Pablo Llarena ya había sido atacada. “La existencia de momentos puntuales de tensión no se pueden generalizar”, dicen él y el ministro Fernando Grande-Marlaska. Sus respuestas confirman una particular visión de la realidad que le lleva, por ejemplo, a negar la huida de Carles Puigdemont a Bélgica. O a decir que la noche del 20-S, cuando encabezó una concentración de 40.000 personas ante un registro ordenado por un juez, de la Consejería de Hacienda “entraron y salieron las personas que quisieron”. Obvia que la secretaria del Juzgado tuvo que huir por el tejado. También niega haber atacado la Constitución, pese a haber fomentado un referéndum prohibido por inconstitucional...
Cuando Sànchez dice que en Cataluña no existe el “miedo”, la casa del juez Pablo Llarena ya había sido atacada
Este periódico le hizo llegar un cuestionario particularmente largo. Un total de 66 preguntas que, ciertamente, no tenía por qué responder y es de agradecer que lo haya hecho. Sólo se dejó una sin contestar, probablemente la más relevante. ¿Por qué celebraron el 1-O si en las urnas el independentismo representaba el 47 por ciento? No hay respuesta. Sin embargo, en ese silencio se explica todo lo demás. Ayuda a poner en cuestión sus palabras cuando dice creer en la democracia representativa en la que los cargos electos deben cumplir la ley sin parapetarse en la masa para dar rienda suelta a sus aspiraciones. Obliga a no bajar la guardia cuando rechaza una República en la que el interés general (nacionalista) se imponga sobre las libertades individuales.
La no respuesta a la pregunta sobre la democracia representativa -entendida como un equilibrio de mayorías y minorías sometidas al imperio de la ley como garantía de igualdad entre ciudadanos- explica su visión sobre la separación de poderes. Sobre todo cuando a unas preguntas de distancia protesta porque los jueces Llarena, Lamela, la Sala de apelaciones del Supremo, tres fiscales generales del Estado, cuatro fiscales de Sala del alto tribunal, la Fiscalía de la Audiencia Nacional, los informes de la Policía y la Guardia Civil… todos se han puesto de acuerdo para “fijar la voluntad política de todo un Estado”.
En cambio, para él las autoridades europeas sí “imparten Justicia”. Dice desconocer los datos de Democracy Index, el indicador de 'The Economist', según el cual España está en el puesto 19 de países más democráticos. Bélgica es el 32. Al final de la extensa entrevista, Sànchez confirma su carácter afable con una despedida personal. Dice así:
“Muchas gracias por la entrevista. Ofrecer verazmente a los lectores la opinión de personas que se encuentran en una posición opuesta a la línea editorial, es un ejemplo de respeto hacia esos lectores y de compromiso con la libertad de información”. No es precisamente a la línea editorial de ‘Vozpópuli’ a lo que se han opuesto Sànchez y el resto de los acusados del procés sino a la voluntad de una mayoría de catalanes y de la gran mayoría de españoles.
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