No puedo dar muchas lecciones de nada porque de joven fui comunista. No hablo de una idea pasajera ni de una estrategia para caer bien, sino de que llegué a asumir sus postulados con la fe de un converso. Incluso me presenté a unas elecciones en una lista de Izquierda Unida, en un pueblo castellano en el que habré estado un par de veces. Sacamos 39 votos. Era tan comunista que le eché la culpa al bipartidismo y al capital de la derrota. “La gente está alienada y ni lee ni tiene conciencia crítica. Piensa en función de lo que escucha en la tele”, expresaba, sin darme cuenta de que era un completo imbécil. Hablaba del materialismo histórico sin entender lo que significaba, guardaba tres pañuelos palestinos en mi armario y en la pared de mi habitación había un cartel con Yuri Gagarin y Brézhnev. Vaya elemento...
Con ese currículum, no podría ser confesor ni auditor de nadie, pero al menos estoy facultado para opinar con conocimiento de causa sobre las conexiones neuronales que llevan a Jorge Javier Vázquez a entregar su apoyo a Pedro Sánchez con tanto fervor. No hablo del típico aplauso del marxista que está convencido de lo suyo, pero ni entendió las sagradas escrituras de Marx y Engels; ni nunca ha podido descifrar el significado del tercer verso de La Internacional, que tararea, pero no ha memorizado. Me refiero a algo más explícito. A una fotografía de Jorge Javier Vázquez en bañador, en la playa, encabezada por la siguiente frase: “Perro, hazme tuyo una vez más”.
Como cojeé del mismo pie, puedo llegar a deducir que el votante socialista de nuestros días está plenamente convenido de que Pedro es necesario o, al menos, que representa el mal menor. Los pueblos analfabetos siempre se pronuncian en función de lo uno o de lo otro. Sus ciudadanos se entregan a los sofistas de su época y renuncian a la lógica más básica para apoyar a quienes dicen que les protege del malvado, sin tener en cuenta que los peores representantes son diablos que dicen luchar contra el maligno. Las sociedades catetas sólo entienden las historias de 'buenos' y 'malos'. La España polarizada de nuestros días es así. Hay garrulos con boina, pero también con pluma y silla de tertulia; y con zapatillas New Balance, peinado degradado, un piso alquilado en Malasaña y múltiples carencias económicas y culturales. Votan a Pedro porque les dice que mantendrá sus derechos, pero no así el PP y Vox. ¿Pero qué derechos si no tienen dónde caerse muertos?
La lógica de votar a Pedro
Atendiendo a esta lógica de sociedad dividida, de cerebro menguante, el votante socialista apoyará la amnistía, la proclamación de un Estado plurinacional y desequilibrado e incluso el establecimiento de programas de recortes del gasto similares a aquellos contra los que se manifestó en 2011. La crítica de esta parroquia se dirige casi en exclusiva al rival político. Su mente escribe guiones similares a los que lee El Gran Wyoming en su programa. El PP siempre es más culpable. Díaz Ayuso es radical y desalmada, al contrario que Félix Bolaños u Óscar López. Una recorta en sanidad. Los otros, nunca. Una mata ancianos. Los otros los protegen con un escudo social. Y cuando todo parezca torcerse como consecuencia de la inflación, del incremento de la deuda pública o de alguna corruptela que sea mucho peor a la que Sánchez empleó para presentar la moción de censura contra Mariano Rajoy... se recurre al comodín de Franco.
Votan a Pedro porque les dice que mantendrá sus derechos, pero no así el PP y Vox. ¿Pero qué derechos si no tienen dónde caerse muertos?
¿Cuántas veces advirtió Jorge Javier a las señoras que veían su programa del riesgo de que los tiempos venideros podrían ser muy oscuros si ganara la derecha? Prácticamente, las mismas que el marido de su hermana (la del lector de este artículo) puede llegar a decir en una misma cena que todos son igual de corruptos, pero, al menos, el PSOE se gasta el dinero de los impuestos en pensiones, bonos sociales y descuentos en el tren, en lugar de en la Gürtel o en la Púnica. ¿Que Cristina Fernández es una ladrona y el dinero de los argentinos cada vez vale menos? ¿Y qué más da? Sería peor si gobernara la derecha. El paralelismo con la realidad argentina es tan certero que a lo mejor muy pronto se ve por aquí lo que allí actualmente es un drama.
Si algo aprendí de mis tiempos de comunista es que la izquierda siempre tiene un argumento bajo la manga para justificar el desastre. Ellos nunca yerran. Siempre hay un factor externo o un enemigo interno al que echar la culpa de las tormentas que generan mientras gestionan lo público. Aquí se culpa al bloqueo del CGPJ, a los jueces, al heteropatriarcado o a los propietarios de viviendas. En otros lares, al bloqueo de Estados Unidos o a ese enemigo invisible que es el capitalismo.
Ellos crean el adversario, lo engordan, le atribuyen poderes inmensos y posteriormente se erigen como los únicos que verdaderamente están dispuestos a combatirlo. Si no los apoyas, formas parte del bando de los bárbaros. Eres barbarie. Un insolidario, un fascista o algo peor. La izquierda polariza la sociedad y se alimenta de mendrugos como Jorge Javier Vázquez, quienes acusan a la derecha de cavar las trincheras que construyeron con su agitprop. Lo hacen, además, a la espera de que el Gobierno se acuerde de ellos cuando les va mal.
Podría pensarse que los dizque progresistas de nuestro tiempo deberían oponerse a los nacionalismos, en cuanto a que son el principal obstáculo para conseguir la redistribución equitativa de la riqueza y la justicia social. Pero Pedro ha jurado y perjurado que la amnistía es fundamental, al igual que el perdón de la deuda de Cataluña, así que opinarán lo contrario.
Podría pensarse que los dizque progresistas de nuestro tiempo deberían oponerse a los nacionalismos, en cuanto a que son el principal obstáculo para conseguir la redistribución equitativa de la riqueza y la justicia social. Pero Pedro ha jurado y perjurado que la amnistía es fundamental, al igual que el perdón de la deuda de Cataluña, así que opinarán lo contrario. Y lo harán por lo de siempre: porque es el mal menor y porque Pedro es necesario.
Si alguno tiene dudas, podrá escuchar a la Barceló o a Antonio Papell en las tertulias -demasiado bien pagados- para terminar de comprender las razones. Le machacarán todos los días con las medidas verdades de sofistas peligrosos, que es lo que son. Y, al final, se las creerá. Que viene la derecha, le dirán, mientras los cimientos de su casa se resquebrajan, su economía empeora y su cintura adelgaza. Como yo fui comunista, sé bien de lo que hablo.
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