La FIFA anunció los nominados a sus premios anuales The Best hace unos días. Y Jorge Vilda (Madrid, 1981) no aparece entre los cinco aspirantes al galardón de mejor entrenador en categoría femenina. Estamos quizá ante una de las decisiones deportivas más vergonzosas e injustificables que se recuerdan.
Vilda ha hecho campeona del mundo a la selección española y como director deportivo del fútbol femenino español, que lo era, puede presumir de ser al mismo tiempo campeón del mundo sub 17, sub 20 y absoluto. A pesar de este hito, que probablemente ningún país pueda igualar jamás, no tiene hueco entre un repóquer de candidatos a mejor técnico del planeta.
La FIFA ha actuado con la cobardía propia de una institución podrida. Tampoco nadie ha pedido explicaciones en España. Vilda ha sido arrojado al pozo del olvido tras ser destituido por la Federación, traicionado por sus jugadoras, ninguneado por los medios y vilipendiado por una clase política mediocre que utiliza el fútbol femenino con fines ideológicos y que lo abandonará cuando ya no le sirva para atacar al adversario.
Un monumento para Jorge Vilda
A los diputados se les da muy bien agarrarse los rubiales contra lo que sea si les dan la orden. De fútbol femenino, eso sí, ni la más pajolera idea
A Jorge Vilda deberíamos ponerle un monumento en España. Su caso es único en el mundo, porque este entrenador ha hecho un recorrido profesional en los banquillos similar al de cualquier futbolista que asciende desde la cantera a la élite. Y ha llevado directa o indirectamente a las tres categorías principales del fútbol femenino a ser campeonas del mundo.
Ni es una casualidad, ni todo se ha hecho mal. Más bien, al revés. Y este éxito debe ser compartido con la apuesta que clubes como el FC Barcelona, Real Madrid, Athletic de Bilbao o Atlético de Madrid, entre otros muchos, han hecho por el fútbol femenino.
Cuando a nadie le importaba esto, Jorge Vilda cogió a la selección femenina sub 17 y la hizo campeona de Europa. Tenía 28 años. Vilda había asumido el equipo de manos de su padre Ángel Vilda –histórico preparador físico en nuestro país- que en la Euro previa había perdido 7-0 contra Alemania en la final. Cuando Vilda, Jorge, ganó aquel torneo era la tercera vez que se disputaba un Europeo sub 17 en categoría femenina. Alemania había ganado los dos anteriores. Vilda, Jorge, volvió a ganar la Euro sub 17 el año siguiente.
En 2014, después de una impresionante colección de medallas, campeonatos y subcampeonatos, tomó las riendas de la sub19. En 2015 se convirtió en seleccionador absoluto sustituyendo en el cargo a Ignacio Quereda, que estuvo 27 años ininterrumpidos como entrenador de España. A Vilda se le ha acusado de haber crecido deportivamente en la federación bajo la protección de su padre. La realidad es que tuvo los resultados que avalaban su nombramiento y que en aquel entonces nadie, ni la propia federación, daba un duro por las categorías femeninas.
El motín de las 15
Vilda es un pionero. Por aquellos títulos en inferiores fue nominado varias veces a esos premios de la FIFA que hoy le dan la espalda. Es cierto que su etapa como seleccionador nacional tuvo reveses deportivos en los principales torneos, pero nada comparado a que 15 jugadoras –entre ellas las más importantes del equipo- exijan tu cabeza como condición indispensable para vestir la camiseta de la selección.
Uno de los argumentos que se usaron entonces es que Vilda nunca había entrenado a un equipo profesional. El comunicado de las 15 se hizo público después de ganar el Mundial sub 20 en Costa Rica. Cuando más daño hace, cuando se tiene el foco. Lo mismo que ahora, solo que con el doble de foco por el caso Jenni Hermoso.
La RFEF actuó como debía actuar. Nada, ni nadie están por encima de la selección española. Si se cede a una petición de estas características, el equipo nacional muere. Una plantilla debe ser naturalmente escuchada, participar en las decisiones del equipo y, por supuesto, reclamar cuando cree que se están cometiendo injusticias. Hubo injusticias, muchas, cuando la Federación no se tomaba en serio la preparación de las profesionales para Mundiales y Eurocopas. Lo que no pueden hacer los y las futbolistas, de ninguna manera, es imponer esas decisiones bajo la amenaza de declarase no seleccionables. Eso es un chantaje.
Raúl y Luis Aragonés
No hay un caso similar al de Jorge Vilda, que consiguió rehacerse del motín para llevar la selección al título. Se han vivido situaciones de tensión con entrenadores de la absoluta masculina, pero casi siempre en campañas organizadas desde un sector de la prensa. Un ejemplo se recuerda ahora en el magnífico documental ‘La España de Clemente’ en M+. O cuando Luis Aragonés dejó a Raúl González Blanco fuera de la selección y los medios convirtieron su vuelta en una cruzada que puso en jaque a todo el equipo.
Raúl demostró en ese momento lo que es anteponer los intereses de la camiseta nacional a los suyos personales. Si el delantero del Real Madrid hubiera querido, Aragonés no duraba un día en el cargo. En lugar de eso, se sentó junto al seleccionador que le había apartado y pidió en una rueda de prensa histórica que por favor se respetase el criterio del entrenador. Raúl es pieza fundamental del ciclo glorioso que empezó España en 2008, porque sin su gesto Aragonés jamás hubiera podido armar aquella selección ganadora. Luis Rubiales, sí Rubiales, hizo bien en aguantar ese pulso. Vilda, como entonces Aragonés, fue decisivo para ganar el Mundial.
La FIFA, la Federación, la prensa, las jugadoras y los políticos han querido enviar a Jorge Vilda a las mazmorras del olvido. ¿Por qué? ¿Por aplaudir a Rubiales? Ya pidió perdón. ¿Por qué exactamente? ¿Por no entrenar como quieren las jugadoras? ¿Por qué no les dejaba salir en las concentraciones? ¿Por qué? ¿Por ganar?
No hay una explicación razonable. Vilda ha sido víctima de la furia canceladora de los tiempos modernos y la obsesión de un grupo de jugadoras. Jorge Vilda y Vicente del Bosque son los dos únicos técnicos que han hecho a España campeona del mundo de fútbol. Jorge Vilda está en paro con 42 años, porque nadie le deja hacer lo que ha hecho toda la vida.
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