Opinión

Y en esto llegó Aznar

González, que le despreciaba, se sintió aliviado al ver que su derrota había sido por la mínima, 300.000 votos de diferencia y 15 escaños. Tal día como hoy de hace

González, que le despreciaba, se sintió aliviado al ver que su derrota había sido por la mínima, 300.000 votos de diferencia y 15 escaños. Tal día como hoy de hace 25 años las encuestas a pie de urna auguraban una amplia mayoría para el líder del PP. A medida que avanzaba el escrutinio, el globo se iba desinflando hasta el punto de que en la calle Ferraz y en la Moncloa estuvieron a punto de descorchar algunas botellas de champán, esas que tanto le gustan al ministro Ábalos y su séquito en los viajes presuntamente humanitarios. En la calle Génova, que en paz descanse, pedían la hora al árbitro para que terminara el recuento antes de que el PSOE marcase el gol de la victoria en el último minuto.

Otro candidato con cintura

La cara de José María Aznar era un poema en el balcón de la sede donde los hinchas cantaban eso de “Pujol, enano, habla castellano”, sin percatarse de que pocas semanas después sería Aznar quien hablaría catalán en la intimidad y se firmaría el Pacto del Majestic gracias, sobre todo, al buen hacer de Rodrigo Rato como negociador del pacto para la investidura. Nadie hasta entonces había conseguido formar gobierno con 156 diputados. Incluso la resaca electoral llevó a que un editorial del diario El País le pidiera al Rey que eligiera a otro candidato con más cintura dentro de las propias filas populares. Hasta el más tonto del lugar, y bien sabe Dios que hace un cuarto de siglo los tontos eran excepción, y no como ahora que entre golfos, trileros y tontos con mando en plaza, España esta a punto de romper las costuras del censo, sabían a quién se refería el editorial en cuestión.

Cuando Felipe González se dio cuenta cabal de que su tiempo estaba vencido, se retiró y dejó al PSOE en la orfandad de la que todavía no se ha recuperado

Ruiz Gallardón era el favorito del grupo que entonces capitaneaba Jesús de Polanco con mano de hierro en guante de seda, y con una autóauctoritas por encima de la potestad de quienes heredaron un imperio hoy en cuarto menguante. Cuando Felipe González se dio cuenta cabal de que su tiempo estaba vencido, se retiró y dejó al PSOE en la orfandad de la que todavía no se ha recuperado ya que el inquilino de Moncloa tiene de socialista lo mismo que sus sucios socios de demócratas. Es una pena que los españoles recompensemos el buen hacer con mayorías absolutas.

La primera legislatura de Aznar tuvo muchos más éxitos que fracasos, gracias a que todo tenía que hablarse con socios que entonces aún no habían enseñado la patita independentista aunque en la sombra se estuvieran poniendo las bases. Fiarse de Pujol era como tener fe en un telepredicador norteamericano. Pero no quedaba otra, como le había ocurrido a González en su última legislatura. El caso es que en cuatro años disminuyó de forma notable el paro y se creó riqueza suficiente para disparar el optimismo. En la entrevista interrogatorio de Évole, Aznar mostró todavía buen músculo político, como le ocurre a González cada vez que habla. Los dos reniegan de lo que se han convertido sus respectivos partidos, pero los dos llevan demasiado en la reserva, y a ambos sus partidos han hecho lo posible por convertirlos en invisibles. El 3 de marzo de 1996 se abrió un tiempo de esperanza hasta el 11 de marzo del 2004 cuando la mentiras de unos y las manipulaciones de otros dieron paso a Zapatero, el que sembró la cizaña de las dos Españas que nos han traído hasta este callejón sin salida.

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