Ojo a los jóvenes. La primera semana del año ha comenzado con un mensaje para Pedro Sánchez y los suyos de parte de su antiguo Rasputín, el spin doctor Iván Redondo en su artículo del lunes en el diario de Godó: "El 2023 serán doce meses de polvareda interestelar. El último año de legislatura suele estar gobernado por intensas y turbulentas corrientes de aire que amenazan a candidatos y partidos...".
Redondo, el mismo que dio el pistoletazo de salida hace meses a la 'candidatura presidencial' de Yolanda Díaz, lanza un serio aviso a Sánchez, al PSOE y a sus socios de Gobierno sobre las dos elecciones de 2023: "Cuando la Moncloa está realmente en juego el escudo gubernamental se diluye y cada bloque arde. Y, de partida, con una diferencia entre bloques de nueve puntos a favor de la derecha (46% vs 37%) la llamarada no solo te alcanza y quema sino que cobra dimensión solar".
Y continúa en su análisis demoscópico: "Con algunos agujeros negros para la izquierda, como por ejemplo, que casi el 40,3% de los nuevos votantes estén dispuestos a votar a una de las dos marcas de la derecha. Una señal inédita. Más aún en una semana en la que Financial Times ha confirmado a través de un estudio que los millennials británicos y estadounidenses ya no se vuelven conservadores a medida que cumplen años. Añadan a este punto que tener 18 tampoco implica ser progresista".
El FT, en su artículo del 30 de diciembre, daba por caducado aquello de que "si a los 18 no eres comunista, no tienes corazón, y si a los 35 lo sigues siendo, no tienes cabeza", que el diario atribuye "a Winston Churchill. O el presidente estadounidense John Adams. O tal vez el rey Oscar II de Suecia…". Ser joven ya no es sinónimo de izquierdista pero, tampoco, envejecer supone abrazar a los conservadores.
Los jóvenes europeos, a la derecha
En este cambio del electorado abunda un estudio de la Fundación Fondapol, de París, de mayo del año pasado sobre los jóvenes europeos. En él se destaca que los electores del continente de entre 18 a 24 años "se sitúan a la derecha, más incluso que segmentos de edad conservadores -como los mayores de 65 años-". "Nuestro estudio revela que las nuevas generaciones se autoposicionan a la derecha", aseguraba el director del estudio, Víctor Delage, a La Vanguardia.
¿Sucede lo mismo -o con la misma intensidad- entre los jóvenes españoles? ¿Cada vez, frente a quienes auparon hace 8 años a Podemos y al 15-M, hay una generación -despectivamente llamada 'de cayetanos'- que ya no tienen ningún complejo en reconocer que votan a la derecha? Según afirmaba al mismo diario el politólogo y profesor de la Rey Juan Carlos, Javier Lorente, autor del estudio "Los jóvenes y la división izquierda-derecha en Europa en los últimos 30 años", "tenemos ahora la juventud más identificada con los valores de la derecha de los últimos cincuenta años".
La realidad de los gobiernos de la UE corrobora esta apreciación: solo 6 -incluida España- de los 27 países miembros son gobernados por la izquierda o el centroizquierda. Según el director de Fundapol, esta inclinación "derechista" de la juventud europea a la que no es ajena la española se explica por "la desconfianza que expresan respecto a las instituciones y al sistema político en su conjunto: la decepción derivada de las promesas incumplidas por la democracia social (seguridad, justicia social y progreso) les lleva a contar sólo con ellos mismos".
En la encuesta de Fondapol hay datos tan reveladores como que a la pregunta "¿qué segmento de edad es el más convencido de que los parados podrían encontrar trabajo si de verdad lo deseasen?", los encuestados de 25 a 34 años son el grupo que en mayor cantidad responde afirmativamente (58%), seguidos de la franja 18 a 24 años (56%).
Toda la ilusión que se puso en el 15-M se ha ido por el sumidero de un casoplón en Galapagar mientras que lo de "no hay pan para tanto chorizo" se ha disuelto cual azucarillo en la aprobación entusiasta por Podemos y el PSOE de la rebaja del delito de malversación
Tampoco la izquierda ha sabido dar respuesta a los problemas ligados a la seguridad y la inmigración. Según el mismo estudio europeo, "un 56% de la franja de 25 a 34 años cree que hay muchos inmigrantes en mi país".
En España, la juventud cada vez tiene más claro que el Estado "es incapaz de garantizar un provenir digno y estable", que van a ser "la primera generación que viva peor que sus padres" y que toda la ilusión que se puso en el 15-M se ha ido por el sumidero de un casoplón en Galapagar mientras que aquello de "no hay pan para tanto chorizo" se ha disuelto como un azucarillo en la aprobación entusiasta por Podemos y el PSOE de la rebaja del delito de malversación.
A ello, y como peculiaridad española, hay que sumar que en el campo y en los pequeños municipios, esa fijación del ecologismo y el animalismo mal entendido ha estigmatizado a miles y miles de jóvenes que viven la caza, el campo o los toros de una manera que la izquierda ecologista urbanita ha sido incapaz de entender. Por eso, en las elecciones andaluzas, las encuestas llegaron a dar al partido de Abascal como el favorito entre los jóvenes de 18 a 24 años en los municipios de menos de 20.000 habitantes.
El 28 de mayo tendrán lugar las elecciones municipales y autonómicas: un auténtico plebiscito sobre Pedro Sánchez -por mucho que les pese a los 'barones' socialistas que, tras tragar y tragar, ahora piden que se les vote por su gestión y no por la política del inquilino de Moncloa- y sobre Podemos, que ve cómo Yolanda Díaz espera con la guadaña preparada para saltar sobre el cadáver morado y lanzar su candidatura tras meses de separarse de Pablo Iglesias y de sus mujeres en el Gobierno.
Jóvenes y el 4-M de Ayuso
¿Se pasarán los jóvenes a la derecha? En Andalucía ya lo hicieron. En Madrid, también: en las elecciones en las que arrasó Isabel Díaz Ayuso, la suma de PP, Vox y los restos de Cs ganó el voto juvenil con 10 puntos más que PSOE, Podemos y Más Madrid, según datos de Gad3. Iván Redondo, el FT, la Fundación Fondapol... todos lo avisan: los jóvenes serán decisivos en sacar de Moncloa a Pedro Sánchez y sus socios. El aforismo de Winston Churchill -o quien lo dijera- pasará a la historia.
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