Los indultos son un instrumento de los gobiernos para conmutar la pena a los delincuentes y en eso está el Gobierno. Intentando que una mayoría de españoles se abstenga de cabrearse, el ministro de Justicia asegura que cuando llegue el momento de aplicar el perdón a los delincuentes catalanes, encarcelados por sedición y malversación, hay que tomarlo con naturalidad. Los que vuelven a gobernar en Cataluña son los que intentaron, y casi lograron, dar un golpe contra la Constitución y abrieron una brecha entre los ciudadanos de su comunidad y el resto de los españoles. A los Junqueras boys eso del indulto no les gusta porque en teoría tendrían que arrepentirse, cosa que nunca harán, y seguirán siendo delincuentes aunque perdonados.
Ellos quieren la amnistía porque insisten en que son presos políticos, una patraña que ha calado en una parte de la sociedad catalana, y en esta izquierda que les tiene como aliados en Madrid y que desconocen que el nacionalismo y el soberanismo es lo más lejano a los principios de las ideologías no contaminadas por la estupidez de la socialdemocracia que en España ha muerto de la
manos de Sánchez.
Competencias penitenciarias
Pero la amnistía está prohibida por nuestra todavía vigente, aunque impúdicamente manoseada, Constitución. España es una democracia donde no existe el delito político y por eso la figura de la amnistía no tiene sentido alguno. En el Lledoners Palace, donde estos sujetos disfrutan de los favores que les concede la Generalitat al tener en sus manos las competencias penitenciarias, se han hecho pactos, trampas y trapacerías propias de quienes ocupan el Palau y la Moncloa. Una Moncloa que quiere poner en maceración nuestros cerebros bastante castigados ya por esta caricatura de gobernanza que Sánchez
representa, para que cuando llegue el momento oportuno, por ejemplo el verano que promete un júbilo que no permita ver la realidad. Desde el momento de su investidura gracias a la poción, que no moción, de censura, el señor presidente ha estado jugando al palo y la zanahoria con Esquerra que, en el fondo, se encuentra cómoda sin tener que entrar a matar con la España de un Sánchez que será capaz de todo cuando vea de verdad peligrar su trono de Faraón de pacotilla. Por eso, ante las prisas del prófugo de oro, el mediocre Pere Aragonés prefiere esperar hasta que la fruta sanchista este a punto de caer
del árbol.
¿El espejismo del PP?
El sanchismo se la juega con esta apuesta pero no tiene más remedio que hacerla aunque se exponga a un jaque mate en las próximas generales. Si el aparente ascenso del PP no es un espejismo y los dos extremos de Podemos y Vox van perdiendo fuelle, la sentencia de que los bienes mal adquiridos no aprovechan puede marcar el signo de las próximas generales. Pero para eso el PP tiene que hilar muy fino, y algunos de los colaboradores más cercanos de Pablo Iglesia tienen demasiada afición a la brocha gorda.
Una brocha que hay que dejársela a Abascal para que la España moderada termine por ignorarle. Paciencia y pensar la jugada en esta partida de ajedrez que empezó en Madrid, que debería seguir en Andalucía pero a su debido tiempo. Vox se equivoca queriendo hacer saltar por los aires el gobierno de Moreno Bonilla por su falta de cintura al no distinguir entre emigración y avalancha. Entre la actitud humanitaria y el vale todo del sanchismo. Un adelanto electoral en Andalucía puede suponer un paso atrás que nos devuelvan a los tiempos del fraude de los ERE. No es el momento de tensar la cuerda con la que Vox puede terminar por ahorcarse. En tiempos de aflicción no hacer mudanza, sobre todo cuando no se tiene a dónde ir don Santiago. Piense en su otra cara de la moneda, el desaparecido Iglesias, que ha pasado de asaltar los cielos a estamparse contra el suelo en apenas cinco años.