La monarquía es un anacronismo. Sencillamente sobra. También sobran otras lacras sociales como el sistema electoral, la desigualdad en el trato autonómico, la asombrosa prohibición de estudiar en español a los niños catalanes, el blanqueo de la violencia de ETA, la amnistía con el único objetivo de glorificar a Sánchez, la reactualización de la guerra civil ochenta años más tarde, el aspectismo o rechazo a la mujer que no alcanza el canon de belleza, el abandono de la alta tasa de suicidios, la soledad de uno de cada cuatro jóvenes… Sin embargo, la monarquía de Felipe VI nos viene bien. Si la comparamos con el despilfarro sanchista resulta muy adecuada en la relación gastos / beneficios, incluso, o sobre todo, cuando el presidente de la nación se desentiende de ella.
El exilio de don Juan Carlos, sus visitas a España para bodas o regatas y sus traspiés, nos tiene, sin embargo, trastornados. Y no sin razón. Ya nos gustaría saber cómo lo va a tratar la historia. ¿Depende de quien la cuente y con qué intención? En busca de la objetividad se lo he preguntado a alguien que parece neutro en estos asuntos, la inteligencia artificial, el Chat GPT, que cuesta todavía saber cómo funciona, pero tiene una reputación indestructible. ¿Quiénes son los reyes de España que han favorecido el desarrollo? Y me ha contestado con cinco soberanos dentro de los mil años de monarquía, desde Fernán González hasta Felipe VI. Diez siglos de historia y solo cinco nombres. Es fácil deducir que lo normal es, como sucede ahora, contar con gobernantes mediocres o sencillamente malos, pues los buenos son, qué le vamos a hacer, la excepción.
Para el Imperio romano, que en general hizo las cosas bien, recordamos con excelencia también a cinco, Julio César, Augusto, Trajano, Adriano y Constantino… y pocos más… Y claro que hay muchos más, pero no tan grandes. Si a la corona francesa no llega Luis XIV, que reinó 77 años y le dio un empujón al arte y la cultura que todavía perdura, los franceses habrían tenido en el mundo una representación mucho más moderada.
Pero vayamos al grano. La inteligencia artificial destaca, entre nuestros monarcas, a Fernando III el Santo (s. XIII) por su papel en la Reconquista y por la unificación de los reinos cristianos, todo ello inspirado en la elogiable personalidad que impuso en su reinado.
Aparecen a continuación los Reyes Católicos, tan capaces de sentar las bases de la España moderna, de asumir importantes reformas en busca de la unidad, entre ellas el final de la Reconquista.
Se salta el robot artificial a Carlos I. Sus razones tendrá ese sujeto anónimo, inmaterial y no humano que sabe de todo, o al menos eso creemos, y que considera que los datos de los que dispone no son suficientes para incluir al primer monarca de los reyes Austrias.
Cita con pleno derecho a Felipe II. Por entonces España se convirtió en la potencia europea más importante y se expandió por el Caribe, América Latina y el Pacífico. El Rey del imperio donde no se ponía el sol impulsó el desarrollo cultural y artístico y mandó construir el Monasterio de El Escorial.
Los españoles no le perdonan sus aventuras, ni siquiera porque otros reyes tuvieron el mismo privilegio en riquezas y desaliño en amoríos. Pero la época de las grandes prebendas ha concluido
De ahí pasa a Carlos III (1759 y 1788), un rey humanitario que promovió la construcción de hospitales y escuelas, que realizó reformas administrativas, judiciales y educativas, y que mejoró el funcionamiento de la monarquía. Y con un enorme salto sobre el siglo XIX y los tres primeros tercios del XX nos plantamos en Juan Carlos (1975-2014) quinto monarca seleccionado, artífice de la transición pacífica a la democracia y a la modernización del país.
Seguro que no todos los lectores estarán de acuerdo. Unos ven más sombras que luces. A pocos les gusta ver al Emérito haciendo ostentación de sus amantes y sus riquezas. Los españoles no le perdonan sus aventuras, ni siquiera porque otros reyes tuvieron el mismo privilegio en riquezas y desaliño en amoríos. Pero la época de las grandes prebendas ha concluido, ahora toca la del servicio a al reino.
La fortuna de Juan Carlos I ha sido objeto de especulaciones y controversias. ¿Herencia familiar? ¿Dotación del estado? ¿Donaciones? ¿Inversiones? Cuando no se conoce bien, se especula con comisiones ilegales y paraísos fiscales.
Y en cuanto sus amoríos, se han vinculado a él Marta Gayá, Bárbara Rey, Sol Bacharach, entre otras, pero el escándalo surgió con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una amante altiva y consumida por los celos. Fernando de Aragón tuvo amantes, y no por eso perdió el título de Católico. Una de ellas, Aldonza Ruiz de Ivorra le dio un hijo, Alonso de Aragón, que desempeñó importantes cargos eclesiásticos y políticos.
Felipe II cumplió con la tradición real. Además de sus esposas oficiales, Isabel de Osorio, diez años mayor que él, frecuentó como amante favorita los aposentos reales durante quince años, y le dio dos hijos, Bernardino y Pedro. Su otro amor apasionado fue Ana de Mendoza, la princesa de Éboli, casada con Ruy Gómez de Silva. El idilio se vio afectado, como el del Emérito, por los celos y las intrigas.
Carlos III fue conocido como el soltero más codiciado del mundo.
Un problema de discreción
Lo que le ha fallado a Juan Carlos es algo indispensable, la discreción. Si se hubiera conocido su vida íntima después de su muerte o dentro de veinte años no tendría ninguna importancia, ni siquiera a qué dedica su fortuna. Lo grave no es que sea rico y tenga amantes, sino que se conozca en vida. Adolfo Suárez, por ejemplo, una vez dejado el cargo, no tuvo la oportunidad de meter la pata como Felipe González, ahora amenazado por el sanchismo para taparle la boca.
Bien vendría citar a los dirigentes que han hundido a la nación, pero eso es asunto de otro artículo. Creo, mientras tanto, que los cinco monarcas que cita la inteligencia artificial representan, con inteligencia natural, grandes cambios positivos en la historia de España.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación