“Rodrigo ha tenido una contribución decisiva al éxito de Banco Santander en los últimos 30 años (…) Ha sido persona de confianza en las grandes decisiones (…) Su liderazgo ha sido fundamental para completar con éxito la compra e integración de Banco Popular”. Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O'Shea (57) agradecía de este modo los servicios prestados por Rodrigo Echenique (72) durante más de tres décadas a la causa de convertir un pequeño banco de provincias, acostumbrado a cerrar la clasificación de “los siete grandes” en la década de los ochenta y primeros noventa, en el primer grupo bancario español y uno de los más importantes del panorama europeo.
El anuncio del abandono de sus labores ejecutivas, efectuado este lunes, ha pasado desapercibido en la turbamulta de asuntos políticos que ahora copan la actualidad española, de modo que apenas un ramillete de notables con mando en plaza se ha detenido a valorar la relevancia del pase a la reserva de un personaje sin el cual no podría entenderse el espectacular desarrollo de la marca Santander y su influencia en el devenir de la economía y las finanzas hispanas, y naturalmente también de la política, con particular incidencia en la (mala) salud de nuestra democracia, por no hablar de su determinante actuación a la hora de inclinar, cual moderno Beltrán Duguesclín, la balanza da la presidencia del banco en favor de Ana y en perjuicio de su hermano Javier, tras la súbita muerte del padre de ambos.
Ninguna obra humana importante puede ser concebida sin la colaboración activa de un grupo de hombres valiosos trabajando bajo las órdenes de un gran patrón. El propio Napoleón, quizá el primer gran tirano de la historia contemporánea, no hubiera sido nada sin una pléyade de mariscales capaces de sacarle las castañas del fuego en aquellas campañas que tiñeron de sangre los campos de Europa. “No podréis ser más poderoso de lo que sois, Sire, pero podríais ser más querido por vuestros hombres”, le dice un mortalmente herido mariscal Lannes, el único de los generales que tuteaba al emperador como amigo, en plena batalla de Essling (“Quel massacre! Et sans resultat”), alrededores de Viena, mayo de 1809. Sobre el campo de batalla de la Ciudad Financiera (la “ciudad sin ley” como se le conoce en la casa), Emilio Botín Sanz de Sautuola García de los Ríos ha ejercido un poder absoluto arropado por un pequeño número de mariscales a los que ha utilizado siempre por separado y a su antojo.
Nadie fue tan importante en el entorno de Botín y su familia como el abogado del Estado Echenique, al servicio desde 1984
Un hombre para cada batalla, un experto para cada ocasión. De las relaciones con las instituciones, Moncloa incluida, se ocupaba esa especie de ministro de Exteriores que fue Matías Rodríguez Inciarte; Si de arreglar un lío mediático se trataba, ahí aparecía siempre la experta mano izquierda de Manolo Cendoya; si el problema era de jueces y fiscales (los tradicionales gatuperios judiciales de don Emilio), salía a escena el camaleónico Ignacio Benjumea; cuando había que perfilar un nuevo golpe de mano en Iberoamérica para seguir agrandando el imperio, saltaba al ruedo Francisco Luzón; y si la cosa iba del día a día bancario, de hacer funcionar el negocio minorista, en ese río nadaba como nadie el amigo García-Candelas. ¿Y qué hacía Alfredo Sáenz? El “pico de oro”, como le llamaba el gran Pedro de Toledo por su habilidad para hacer suyas las aportaciones de quienes le precedían, es un pequeño misterio, porque nadie nunca en BS le consideró un banquero. Nadie despachaba con Alfredo (todos directamente con el patrón), convertido en una especie de jarrón chino tras el pelotazo que para los Buddenbrook cántabros significó su traición a Emilio Ybarra, presidente del BBV, con ocasión de la subasta de Banesto (el caso de la plica ganadora que llegó sin firma).
Nadie nunca fue tan importante en el entorno de Emilio Botín y de su familia como el abogado del Estado Echenique, al servicio de la casa desde 1984, al tanto de todos sus secretos, fiel perro guardián, criado dispuesto a todo por don Emilio, dispuesto incluso a ir a la cárcel si de evitar semejante trance al patrón se tratara, si el guion lo hubiera exigido, fiel hasta el final, exactamente hasta la noche del 9 al 10 de septiembre de 2014, pero ni un minuto más. Algunos han escrito estos días que como consejero delegado de BS (1988-1994) fue responsable de aquel éxito que fue la “supercuenta”. Nada más lejos de la realidad en un hombre que no tenía idea de banca. De lo que sí fue plenamente responsable, como buen Abogado del Estado, fue de aquel escandaloso asunto de las “cesiones de crédito”, un invento que en cualquier otro país hubiera llevado a la cárcel a jefe y subordinado, ambos dos de la manita. Una modalidad de inversión mediante la cual el banco traspasaba a un tercero el riesgo de un crédito contraído con una empresa, sin que se practicaran las retenciones a Hacienda.
La vergüenza de la “doctrina Botín”
Para sacar a don Emilio del trance fue necesario enfangar la ya de por sí frágil democracia española con aquella vergüenza denominada la “doctrina Botín”, mediante la cual nuestra clase política y judicial consintió en cargarse la acusación popular como figura plenamente vigente en nuestro ordenamiento constitucional. De los consiguientes enjuagues con el universo de jueces y fiscales se encargó el irreemplazable Benjumea, que con el propio Echenique tuvo también que hacer frente al hilarante episodio de los más de 2.000 millones perdidos y hallados en el templo. Distraídos en el templo suizo del HSBC, por cierto, y por cuya repatriación la familia (Emilio y su hija Ana, el hermano Jaime y sus cinco hijos) se avino a pagar al fisco 200 millones de nada. Como albacea del abuelo, Emilio Botín II, Rodrigo debía estar perfectamente al corriente del dinero off-shore desviado por la fabulosa familia. La Audiencia Nacional, que abrió causa por presunto fraude fiscal, la cerró con premura (juez Andreu).
Incontables serían las hazañas bélicas de este gallardo mozo de aspecto siempre impecable, elegante y derecho, estirado como un palo de escoba, de pocos amigos tirando a ninguno, menos querido aun que Napoleón por sus mariscales, temido, sí, dentro del banco, durante años entrando y saliendo (presidente de NH Hoteles, de Vocento, y de muchas cosas más) para volver siempre a la rada Botín, siempre recogido puntualmente por don Emilio cuando era menester. Pocas ocasiones tan renombradas como la del escándalo Madoff, un envite donde la familia estuvo a punto de perder hasta la camisa en una gigantesca estafa piramidal. Guillermo Morenés, marido de Ana, y Javier Botín, eran los distribuidores de los productos Madoff a través de Banif y de toda la Banca Privada del holding. Cifras muy importantes. Largo tiempo bajo la lupa de la justicia USA. Era domingo, y Rodrigo tomó el jet del banquero y se largó a Nueva York para discutir, en el penthouse de Bernard con vistas a Central Park, las condiciones de un arreglo que debía exonerar de responsabilidad a la familia frente a sus clientes.
No había descanso para el cancerbero de la familia, para el hombre dispuesto a complacer al amo con cualquier capricho
Domingos y fiestas de guardar. No había descanso para el cancerbero de la familia, para el hombre dispuesto a complacer al amo con cualquier capricho, sacarlo de cualquier apuro, coger el avión privado para llevar en Nochebuena un smoking que se había olvidado en Madrid. Siempre solo, llanero solitario, siempre en la zona de sombra, y siempre por dinero, condotiero, mucho dinero, que don Emilio fue muy generoso con sus mariscales de campo. Siempre en los aledaños, en los márgenes del campo sin pisar la hierba, siempre al acecho y en espera del error del contrario. Caro terminó pagándolo Paco Luzón, un hombre que hoy riñe singular batalla contra el ELA asesino, tras no ocurrírsele cosa mejor que contarle a Rodrigo sus dudas sobre el futuro del banco y la sucesión de don Emilio. A tumba abierta le confió sus planes. Y a Rodrigo, siempre la daga por la espalda, le faltó tiempo: “me ha dicho Paco que primero va a por Alfredo y después a por ti”. El 19 de enero de 2012, exclusiva Vozpopuli, BS confirmaba la "renuncia voluntaria" de Luzón como consejero ejecutivo y responsable de la División América del banco. Número tres del grupo.
En la cuneta quedó también el cadáver del propio Alfredo Sáenz. En enero de 2011, la Sala de lo Penal del Supremo le condenó a ocho meses de prisión, multa e inhabilitación especial para cualquier empleo bancario, por delitos de acusación falsa y estafa procesal. En realidad, le inhabilitó como eventual sustituto de don Emilio en la presidencia del Santander, asunto del que se estaba hablando con fruición en la villa y corte. Pero, se preguntaban los mariscales de Napoleón en la “ciudad sin ley”, ¿cómo ha permitido el banco que le condenen por esta chuminada? ¿Cómo no lo ha impedido don Emilio? ¿Por qué no han movido sus peones Ignacio y Rodrigo? Se lo cargó el aparato del capo cántabro, que, magnánimo, logró luego su indulto del Gobierno Zapatero, siempre el rojo ZP: le conmutó la pena de arresto pero, the beauty of the thing, no la de inhabilitación. A correr.
Apostar por Ana Botín
En realidad hacía tiempo que Rodrigo había decidido apostar por Ana para el futuro del banco. Tutelando mucho a Ana, ocupándose mucho de Ana. Uniendo su suerte a la de Ana. Profundamente preocupados ambos por el secreto a voces en que acabó convertida la relación amorosa que don Emilio mantenía con María Sánchez del Corral, directora de Marketing Corporativo de BS, con la que pensaba casarse antes de la navidad de 2014. Otro asunto que en Estados Unidos, por ejemplo, le hubiera costado la presidencia. Todo se vino abajo, incluso la vida, en el dramático atardecer del 9 de septiembre del mismo año, cuando un ataque al corazón en su apartamento privado se lo llevó por delante. Aquellas horas vividas en la sede de Boadilla están por escribir. Nadie mejor que el propio Echenique, que con urgencia reunió a la Comisión de Nombramientos que presidía un hombre de paja como Fernando Asúa y, en contacto directo con una Ana Patricia que en Belgravia recogía apresurada cuatro cosas y se ponía camino de Madrid en plena noche, la nombraba presidenta del BS. Cuando su hermano Javier aterrizaba al día siguiente en Barajas procedente de Brasil, ya estaba todo el pescado vendido.
Echenique reunió con urgencia a la Comisión de Nombramientos y nombraba a Ana Botín presidenta antes de que llegara a Madrid su tío Javier
Ana Botín lo premia nombrándole vicepresidente de BS y presidente de Santander España, un ente de razón desde el punto de vista jurídico, puesto que Santander España no es una Sociedad, sino solo un “área de negocio” del holding a nivel mundial, de modo que sus activos y pasivos cuelgan directamente de Banco Santander SA. También lo hace presidente de Banco Popular. El fiel Rodrigo dispuesto a comerse los marrones que de los tribunales puedan derivarse tras la polémica compra del antiguo banco del Opus Dei. Se va Echenique convertido en un hombre rico, muy rico, todo por dinero, aunque seguirá ligado a la Casa –como vicepresidente de BS- y a los secretos de la familia. Se va porque Ana Botín necesita imprimir un aire nuevo a un banco obligado, como la propia democracia, como la clase política española que tanto consintió a bancos y banqueros durante décadas, a soltar lastre, a regenerarse y abrir las ventanas del Santander a los nuevos aires que recorren la sociedad española. Así se escribe la historia.
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