Opinión

Jubilados indignados: el 15-M de Rajoy

Si reprochable es que las pensiones hayan vuelto a la arena de la polémica política, más lo es aún que en dos décadas no se haya esbozado una estrategia que aporte seguridad a los jubilados

El tiempo que les queda libre después de cuidar de los nietos y de calmar los achaques les ha bastado a los pensionistas españoles para salir a las calles, revolucionar la escena política, meter el miedo en el cuerpo a los partidos políticos y orillar de las portadas el tema catalán. En 1995, cuando se empezó a ver que el sistema de cotizaciones y pago de pensiones empezaba a experimentar dificultades, se puso en marcha el Pacto de Toledo, que apartaría el asunto de la contienda partidista. Veintitrés años después, aquella buena intención ha saltado por los aires con la crisis y ha sucumbido a la tentación de señalar como culpable al adversario, preferentemente al partido gobernante.

Si reprochable es que las pensiones hayan vuelto a la arena de la polémica política, más lo es aún que en dos décadas de pacto no se haya esbozado una estrategia que aporte seguridad a la legión de jubilados que han tomado estos días las calles. Las políticas cortoplacistas en este asunto sólo se entienden por el temor a una revuelta entre ese sector de votantes que sigue apoyando mayoritariamente al bipartidismo y en el que los nuevos partidos quieren pescar ahora que se ha abierto la veda.

Los mayores representan el 60% del voto a los partidos de siempre, porcentaje más que suficientes para justificar la inquietud en las oficinas electorales de PP y PSOE"

En este segmento de edad los populares triplican en intención de voto a Ciudadanos y el PSOE hace lo propio con Podemos. Las maniobras de los partidos en el tema de pensiones van a ser estudiadas con detalle, pero buscando el fallo del rival y usando la calculadora para contar votos, no para estudiar cómo garantizar nuestro sistema de pensiones en el largo plazo. Lo que demuestra que solo ahora, cumplidas en tiempo y forma las reiteradas predicciones de que la hucha de la Seguridad Social se agotaría, y ya con los pensionistas en la calle, es cuando se empieza a hablar de ver si se hace o no algo.

Es de temer que no vaya a haber reformas de gran calado, ya que necesariamente habrían de ser restrictivas, como fue la reforma del PSOE y como están siendo las decisiones del PP. En todo caso, soluciones difíciles de ”vender” a unos mayores indignados que, según datos del CIS, tienen una la tasa de abstención electoral que ronda el 10%, mientras que en los jóvenes alcanza casi el 30%. Por si fuera poco, el 36% de los mayores de 65 años que dicen a quién votan lo hacen al Partido Popular, y un 25,8% al PSOE (un altísimo 19% no responde). Los mayores son, por tanto, el 60% de los votantes de los partidos de siempre. Más que suficientes para justificar la inquietud en las oficinas electorales de los grandes, sobre todo porque los jubilados van a seguir peleando por sus pensiones que, además, millones de ellos necesitan para ayudar a sus familias en apuros.

Los pensionistas son el último dique defensivo que le queda a Mariano Rajoy. Están jubilados e indignados, y su irritación puede gestar un cataclismo electoral si deciden cambiar sus preferencias de voto dejando a Rajoy a las puertas de su propio 15-M.

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