Es la gran pregunta que se está haciendo mucha gente tras leer y releer entre líneas la deposición pública de la magistrada Mercedes Alaya en las páginas del Abc de Sevilla. Por cierto, que nadie vea maniobra rara en la elección del medio, hay que anotarlo en la profesionalidad de la periodista María Jesús Pereira, unida a una circunstancia que sin duda habrá influido entre entrevistadora y entrevistada: son vecinas y eso da un valor añadido, sin duda, al trabajo de Pereira por su conocimiento del personaje.
Hasta ahora Alaya solo había expresado sus ideas críticas y aceradas en algunos foros universitarios y lo hizo siempre apuntando maneras, diciendo tras el arranque de la vista oral de los Eres que tenía una “incertidumbre fea”. A los alumnos de la Facultad de Comunicación en Sevilla les explicó, entre otras cosas, que “los fiscales no son independientes”, porque los maneja el Gobierno.
Uno de los grandes errores de Alaya fue la carta remitida al CGPJ contra su sustituta, María Núñez Bolaños, cargada de bilis y escrita con tono de patio de vecindad
Leyendo las cosas que ha querido expresar esta vez la Sra. Alaya lo primero que sobresale es que está certificando desde su autoridad como juez y desde su evidente liderazgo social algo que es de dominio público desde que lo dijo Pedro Pacheco, quien después de años de cárcel saldrá en días para trabajar en Cáritas haciendo uso de su tercer grado. “La Justicia es un cachondeo”, proclamó el exalcalde jerezano, pero Alaya ha añadido letra y música a la copla: que quienes ocupan las más altas funciones en el sistema judicial español se prestan al manejo de los políticos, verdaderos dueños del destino de sus carreras y de ahí para abajo en casi todo el escalafón judicial.
Presiones ni demostradas ni denunciadas
Porque la gran denuncia de la juez sevillana es precisamente esa tóxica anomalía del sistema, aunque luego se haya destacado por los medios la denuncia de unas supuestas presiones –ni demostradas ni denunciadas donde y cuando debió– con nombres y apellidos de la política como el de Susana Díaz o Alfonso Guerra.
Lo más trascendente de este ‘Yo acuso’ de Mercedes Alaya es haber puesto en circulación el nombre del presidente del TSJA, Lorenzo del Río, como supuesto partícipe activo de un engaño a la sombra de la política y del que solo le ha faltado recordar que la Junta le paga su vivienda en Granada.
Alaya ha levantado acta pública con su propia voz sobre circunstancias que eran intuidas por todos, pero que nadie confirmaba. Por ejemplo, la operación de cómo y por qué se la apartó de la instrucción de los macroprocesos que tenían sin sueño a media Andalucía política, particularmente al PSOE-A.
La magistrada en su relato sobre este punto dice verdad, aunque no toda, y cuenta con naturalidad y desparpajo que obtuvo el compromiso de quien podía comprometerse a que, una vez logrado su ascenso a la Audiencia volvería a retomar el Juzgado Nº 6 en comisión de servicio. Dice también que de haber sabido que la iban a engañar no hubiese concursado hasta concluir el que ha sido el caso de su vida.
Alaya se cree víctima no solo de una conspiración, sino de algo peor, de la traición de sus viejos amigos del PP, empezando por Juan Ignacio Zoido
Una vez ocupada su nueva plaza en la Audiencia fue cuando Alaya comprueba que de lo acordado nada de nada, por parte de quienes en Granada y Madrid (CGPJ) le habían prometido apoyarla en su deseo de continuar lo poco que quedaba de los Eres y lo mucho de la Formación. El TSJA se ha limitado a contestar que ese relevo fue una decisión reglada, algo que formalmente es cierto.
Para acabar de redondear el nuevo panorama que se le presentaba a la “jueza del troller”, es nombrada su sustituta María Núñez Bolaños en el juzgado Nº 6 sobre la que escribe una carta cargada de bilis al CGPJ y en la que la pone como hoja de perejil en tono de patio de vecindad, desaconsejando a Bolaños en una instrucción penal “para la que no estaba preparada” porque no tenía experiencia y, sobre todo, por su amistad manifiesta con altos cargos socialistas, entre otros el exconsejero de Justicia, hoy de nuevo fiscal en activo, el aristócrata extremeño Emilio de Llera Suárez-Bárcenas.
Caída desde la cumbre
En esas fechas Alaya sabía muy bien que su gran obra magna, situada sobre aquella pirámide de la que un día lejano habló en un Auto refiriéndose sin nombrarlos a Chaves y Griñán, tenía los meses contados. De ahí su irritación con la situación que estaba por llegar y que no tardaría en dar la cara. Comenzaron los sobreseimientos, archivos de muchas piezas, autos contradictorios e incluso con solicitud de disculpas en papel judicial por “errores” de instrucción contra personas inocentes que quedaban liberadas tras años de padecer la imputación de Alaya.
Durante meses la popular juez ha sido sufridora en silencio y conforme pasaban los días ha ido confirmando sus sospechas de que había sido víctima no solo de una conspiración, sino de algo peor, de la traición de sus viejos amigos del PP, empezando por Juan Ignacio Zoido.
Se especula sobre su supuesta intención de colgar la toga y meterse en el fango de la lucha política. Pero, ¿con quién? La única hipótesis viable sería la de Ciudadanos
Pero por qué el PP, que tanto le debía a esta funcionaria judicial, que había trabajado con ellos codo con codo en un clima de extrema complicidad y confianza contra la corrupción socialista, la deja sin la escalera, agarrada a la brocha. La respuesta nunca se aportó con tanta claridad como lo ha hecho la juez, denunciando públicamente un pacto oculto entre PP-PSOE para no investigar los miles de millones de Formación. Los dineros públicos que han ido a la gente guapa de la izquierda y de la derecha en Andalucía.
A estas alturas no hay que ser experto jurista para estimar que de continuar la dinámica judicial actual de desmonte de las instrucciones de Alaya – ahí quedó el precedente de la sentencia de Mercasevilla, todos absueltos– la foto final de la magistrada en la historia judicial de los Eres será patética, la peor de todas, y esa puede haber sido la clave fundamental para romper su silencio ahora, alzar la voz y gritar, llegando a acusar de “vago” a un juez de refuerzo que se iba de copas, lo que motivó el jueves una breve nota de los jueces contra Alaya. Los jueces de Sevilla solo criticaron ese punto de sus declaraciones.
Contra la política, pero con un discurso político
Las declaraciones de Doña Mercedes tienen más de confesión y justificación que de denuncia, de poner la venda antes de que salga el grano; de contar su verdad, la que permita pensar a la opinión pública que ella es una víctima más del Sistema, que ha hecho bien su trabajo y que los que llevaban el paso cambiado eran todos los demás.
La Juez, que critica con dureza a los políticos, mantiene sin embargo un discurso eminentemente político en su comparecencia periodística. Algo que ha permitido especular sobre una supuesta intención de colgar la toga y meterse en el fango de la lucha política. Pero, ¿con quién? En esta hipótesis quedaría descartado el PP que la traicionó. La única hipótesis viable sería la de Ciudadanos, partido muy dado últimamente a colorear su cartelería con nombres lustrosos. Jugaría a su favor que es una mujer muy conocida y admirada por muchísima gente y en su contra que, en los carteles, sin toga y sin troller, se convertiría en el pim pam pum de la campaña, especialmente por parte del PSOE para quien sería una gran noticia el cuerpo a cuerpo con ella para ajustarle las cuentas. Hasta Chaves y Griñán, si resultasen absueltos, volverían a los mítines.
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