Opinión

Juguetes contra Garzón

Es una costumbre de la izquierda arrogante el creer que su misión es corregirnos con prohibiciones y obligaciones para que seamos “progresistas”

Es muy probable que alguien que cree que el comunismo es la felicidad piense que los muñecos cobran vida cuando no estamos delante. Esto no tendría más importancia si no fuera porque ese “alguien” es ministro de una cosa llamada “consumo”.

Cuando aún no nos habíamos repuesto del gasto de 80.000 euros por un collage tuneado de gente diversa, concluido con una denuncia al ministerio de Igualdad, ahora aparece Garzón. Entre canciones de “Los chikos del maíz”, pines de la perrita Laika y sudaderas de la RDA, Alberto, el ministro, decidió que paguemos una campaña contra nuestra libertad.

Justo cuando le llovían las críticas sobre su impermeable pudor por estar cinco meses puño sobre puño, hoz sobre martillo, sin hacer ni el huevo, decide sacar unos folletos para decirnos cómo tenemos que ser. Si Vd. no es nuevo sabrá de sobra que es una costumbre de la izquierda arrogante el creer que su misión es corregirnos con prohibiciones y obligaciones para que seamos “progresistas”.

Alberto tiene sus expertos. Sí, esas comisiones de técnicos que simpatizan con el proyecto transformador del ministro mientras siga pagando los informes

Veamos el argumento del ministro. Usted y “usteda”, que diría Yoli, es un mal progenitor A (o B) porque compra juguetes sexistas a su prole. En consecuencia, el ministerio ha decidido que ciertos objetos son propios de niños y otros de niñas. A esta concepción binaria de los géneros, cerrada y cerril, le quieren poner un correctivo. No se queje: Alberto sabe más de paternidad que cualquiera porque lo vio en un episodio de “La bola de cristal”.

No nos distraigamos con su formación intelectual, porque Alberto no lo hace por capricho ideológico, o consolarse en ausencia de gulags o revoluciones culturales. Alberto tiene sus expertos. Sí, esas comisiones de técnicos que simpatizan con el proyecto transformador del ministro mientras siga pagando los informes.

Ojo, porque además el bueno de Alberto piensa multiplicar las guías como Cristo los panes y los peces. En su obsesión por el reparto de la riqueza, y como buen economista virgen en ejercicio, cree que 45.000 folletos sirven para cubrir una población de 47 millones de almas.

Quizá no ha reparado porque siempre va en coche oficial, y su jefe en Falcon y Puma, en lo que ha subido la gasolina desde que es ministro

No critique el lector al futuro editor y firmante del folleto. ¿Vd. rechazaría el encargo de un manual sobre juguetes por 50.000 euros? No me extrañaría que quien hizo el presupuesto haya timado al pobre Alberto. ¿Sabe el ministro lo que cuesta ganar ese dinero? Digo a la gente común, no a los arrogantes progres que le rodean. No olvidemos que Alberto dispara con pólvora de la Tercera República.

Si Alberto supiera lo que es ganar el bollycao con el sudor de la frente haría un folleto contra la “pobreza energética” en España convertida ahora en “conciencia medioambiental”. Quizá no ha reparado porque siempre va en coche oficial, y su jefe en Falcon y Puma, en lo que ha subido la gasolina desde que es ministro. ¿Para cuándo un folleto al respecto? O mejor, un musical.

Tampoco estaría de más hablar de lo que ha subido la bolsa de la compra desde que está en el Gobierno la “coalición de progreso”. ¿O eso no es consumo? No vale decir que la culpa la tiene Putin porque la inflación ya estaba disparada por encima del 7% antes de la guerra.

Mucha gente dice que hay ministros que deberían volver a casa y que su Ministerio podría convertirse en Dirección General o en nada, que da lo mismo

Quizá, en lugar de luchar contra los estereotipos de género debería hacerlo contra los clichés políticos. Mucha gente dice que hay ministros que deberían volver a casa y que su Ministerio podría convertirse en Dirección General o en nada, que da lo mismo. Hay otros incluso que piensan que es un estereotipo un político comunista que vive como un millonario. Incluso hay gente que piensa que los políticos son unos manirrotos que gastan el dinero que no tenemos en cosas que los niños ya aprenden en el cole.

Nunca veremos a un político combatiendo los estereotipos sobre la clase política. Al revés, se dedican a reforzarlos. A estas alturas, por ejemplo, no descarto que lo próximo sea una campaña de Alberto para que los padres pregunten a los juguetes de qué género se sienten y que los hablen con lenguaje inclusivo para no ofender. Cosas más extravagantes hemos visto, como a un comunista ministro de Consumo.

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