El director de TV3, Sanchís, convergente, él, amigo de Mas, Puigdemont y Torra; él, defensor de Rahola; él, perpetró una de esas entrevistas que se reserva creyendo que así se luce. A tal fin, llevó al plató de teleproceso a Oriol Junqueras, de profesión sus golpes de Estado, y se dispuso a hacerle decir lo que el orondo líder de Esquerra no quería, a saber, que entre el de Waterloo y Oriol hay más mala leche que en una partida de póker en un salón del Oeste.
Oriol, con sonrisa beatífica y palabras sosegadas, en actitud de cura paciente con un catecúmeno especialmente tardo, se hartó de repetir lo de siempre, a saber, que el junquerismo es amor. Oigan, y qué bien lo explicó el hombre al que suponemos sin abuela, porque los elogios hacia su persona trufaron todas y cada una de sus respuestas. Dijo, textualmente, “soy una persona honrada y eso lo sabe todo el mundo”. Ahí es nada el muchacho, echándose flores a sí mismo. ¿Alguien puede imaginarse a Churchill diciendo en uno de sus discursos lo bueno que era? Añadía que era un orgullo haber estado en la cangrí por sus ideas y que tenía la conciencia tranquila, ante lo que Sanchís empezó a subirse por las paredes al entender la hostia a mano abierta que le acababan de dar a su querido Puigdemont. El valenciano se lanzó sobre la yugular de Oriol, pero hay demasiado pliegue como para que le alcanzase la vena. Vean algunos de sus mordiscos: que si se decía que no se hablaban, que si no existía sintonía, que si ahora que el nene del flequillo iba a sacar libro a saber lo que diría de Esquerra. Nada. Junqueras, sereno cual encarnación del buda viviente, repetía que era una buena persona, que la maldad tenía su propia lógica interna – agárrame esa mosca por el rabo – y que estar preso por tus ideas no era ninguna novedad en su familia, citando como ejemplo a su madre y a dos de sus bisabuelos. Segundo uppercut al hígado del de Bélgica, con un historial familiar franquista de cuidado.
A los cinco minutos se vio que había demasiado entrevistado para tan poco periodista, porque ni el rubicundo Junqueras entraba al trapo ni Sanchís supo hacer más que adoptar el tono insolente del chivato de la clase
A los cinco minutos se vio que había demasiado entrevistado para tan poco periodista, porque ni el rubicundo Junqueras entraba al trapo ni Sanchís supo hacer más que adoptar el tono insolente del chivato de la clase. Excuso decirles que ni el reo se arrepentía de nada ni el otro siquiera entró en el asunto. En TV3 hay presos políticos, exiliados y dos presidentes y no se hable más. Eso sí, el capitoste republicano dijo algo, como poco, singular, al referirse que ahora había que estar más unidos que nunca debido a la terrible crisis económica que padecía Cataluña por culpa de la pandemia. Eso lo dice quien fuera responsable de economía cuando el intento de golpe de Estado, el mismo que vio cómo se marcharon miles de empresas sin mover un solo músculo y el que se había jactado de que, si quería, podía paralizar la actividad empresarial catalana. En eso, al menos, hay que decir que su éxito ha sido rotundo. Los trabajadores de la Nissan que vieran la entrevista debieron tener un ataque de nervios al escucharlo. Tampoco se mencionó para nada que a la familia Pujol se la vaya a sentar en el banquillo acusada de organización criminal, porque lo sustancial es acabar con la monarquía borbónica corrupta y lo demás son tortas y pan pintado.
Otro momento divertido fue cuando, con el mismo tono de encíclica, Junqueras afirmó que no preveía ningún tripartito con el PSC, gente ruin y mala de toda maldad, porque no podrían aguantarle la mirada después de haber aplaudido la represión y la cárcel de él y de sus compañeros. O sea, que estamos ante el Gandhi, es un símil, catalán, el Luther King del separatismo, el Kennedy de la bollería industrial, el católico que entiende el cielo como un privé para él y los suyos.
Escuchando a este caballero y sabiendo que, detrás de bambalinas, Esquerra y socialistas tienen una hoja de ruta para sacarse de encima a los neoconvergentes, hemos de convenir que Junqueras es muy buena persona
Escuchando a este caballero y sabiendo que, detrás de bambalinas, Esquerra y socialistas tienen una hoja de ruta para sacarse de encima a los neoconvergentes, hemos de convenir que Junqueras es muy buena persona. Lo dice él y la historia - presumió de historiador más que una vedette de su boa de marabú – que ha de dejarlo, no lo dudamos, como el culmen de los catalanes que tenemos más que ver genéticamente con los franceses que con los españoles, según una curiosa teoría que desarrolló el interesado hace años en un artículo en el que hablaba de dividir Europa por franjas raciales horizontales, como un puzle. Algo de eso debe unirlo con Carmen Calvo, que sitúa la pandemia en función de si se está más aquí o más hacia allá.
Lo dicho; muy, pero que muy buena gente. Y leídos.
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