Opinión

La burbuja de las cripto ha estallado

Los precios de las criptomonedas no tienen argumentos para subir y, como ya está pasando, todo activo especulativo que no sube acaba bajando

La frase del título se ha repetido muchas veces en referencia al bitcoin, que es la principal y más antigua de las criptomonedas. En su azarosa existencia de casi 14 años, ha registrado desplomes desde máximos que han llevado a muchos a pensar incluso sobre la posible brevedad de su existencia. En 2010, recién estrenada en el mundo especulativo, cayó de 0,17 a 0,1 centavos lo que supone una caída del 94%. Fue el mayor retroceso de su historia seguido del de 2013 a 2015 (de 1.166 a 170, -85%) y del de 2017 a 2018 (de 19.783 a 3.122, -84%). Ahora ha llegado a perder “sólo” un 60% desde los máximos históricos de noviembre pasado y, aunque lleva ya 6 meses bajando, ronda los 30.000 dólares tras el rebote del viernes, un nivel aún históricamente alto. Entonces, ¿por qué esta vez me creo más que la burbuja ha estallado?

No sólo se ha desplomado su precio, también el interés de los inversores. Tiene sentido ya que no hablamos sólo de bitcoin puesto que ahora hay más de diez mil criptomonedas

La gran diferencia entre las caídas anteriores y la actual es, sobre todo, que durante todos estos años la política monetaria ultra expansiva ha alimentado a los activos de riesgo, y ha convencido a muchos que el bitcoin sería un buen refugio contra la pérdida de valor de las divisas tradicionales y contra la inflación. Y ya se ha comprobado que esto no es cierto. Doce años después de su primera transacción, el bitcoin es una historia de éxito como activo pero ni de lejos es un sustituto del dólar. Se mueve en paralelo al Nasdaq porque está considerado por los especuladores como algo que comprar cuando se busca más riesgo y que vender cuando aumenta el miedo. Y, como se está viendo los últimos meses, no funciona como una especie de “oro digital” y, por tanto, no sirve para protegerse contra la inflación. Ha subido mientras los bancos centrales inyectaban liquidez barata, pero en cuanto la Fed ha cambiado el discurso, su precio se ha deslizado a la baja, así como el volumen de negociación. No sólo se ha desplomado su precio, también el interés de los inversores. Tiene sentido ya que no hablamos sólo de bitcoin puesto que ahora hay más de diez mil criptomonedas.

Reconozco que en su momento fui muy escéptico con el bitcoin, en el desplome de 2015 creí que era un proyecto fracasado. Me equivoqué. El crear un activo con unos algoritmos que tuviera una limitación numérica muy clara, al final convenció a muchos. Ya hay emitidos 19 millones de bitcoin y el límite son 21 y para minar (crear) esos dos millones que faltan se tardarán décadas con lo que la idea de su fundador o fundadores -bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto- empezó a tener sentido en un mundo en el que los bancos centrales no paraban de crear más y más dinero de la nada. El gasto energético fue algo que no tuvieron en cuenta pero, como dicen sus defensores, también lo hubo extrayendo oro para luego guardarlo en cámaras acorazadas. Sin embargo, una vez que empezaron a crearse nuevas criptomonedas, la limitación numérica del bitcoin ya no era garantía suficiente ya que la creación de más criptoactivos resulta un movimiento similar al de los bancos centrales aumentando balance.

Si en el 2000 hubo un estallido de la burbuja .com porque las expectativas de monetización de internet fueron excesivas, ahora podríamos estar en un momento similar para los activos digitales

La mayoría de criptomonedas no tiene ninguna utilidad, y puede que este “criptocrash” reduzca su número notablemente tras unos desplomes brutales como el vivido por la llamada Luna. Sin embargo, alguna como la segunda en capitalización, el Ethereum, y aunque no tiene límite en número por lo que traiciona el espíritu de los creadores del bitcoin, sí sirve más allá del valor del token digital en sí; y es que se usa para transacciones en el mundo virtual, y en eso que se ha dado en llamar metaverso. Si en el 2000 hubo un estallido de la burbuja .com porque las expectativas de monetización de internet fueron excesivas, ahora podríamos estar en un momento similar para los activos digitales. Es decir, puede que muchas criptomonedas se hundan o incluso desaparezcan (como pasó con muchas webs entonces) pero eso no significa que alguna del sector no tenga futuro. Y es que al menos en el mundo del ocio, en el que más se ha desarrollado el metaverso (aunque podría tener muchas más aplicaciones), las posibilidades de crecimiento son enormes, más con una población cada vez más envejecida y, por ello, más deseosa de encontrar entretenimientos que no impliquen esfuerzos físicos.

El hecho de que se creen y comercien activos digitales como los NFTs (token no fungibles) no significa que los precios que se han visto no sean desorbitados. La base del valor de un NFT es la misma de un cromo antiguo o de una firma de un famoso o de un vestido que llevó una actriz en una película legendaria: el que un experto que la autentifique le dé. Es decir, no tienen utilidad por sí mismos pero se consideran valiosos. La mayoría no sabemos diferenciar un cuadro de Picasso de una copia exacta realizada por otro artista, y sin embargo la diferencia de valor es enorme. En el caso del arte lo determina un entendido (o alguien al que consideramos así), y del mismo modo el que un NFT sea único está determinado gracias a la tecnología blockchain y en ello es muy importante la red Ethereum.

Aparte de bitcoin y Ethereum (una por su “escasez” y otra por ese vínculo con el metaverso que, repito, no tiene nada que ver con la idea original de Satoshi Nakamoto), las otras criptomonedas más importantes son las stablecoins, que son aquellas que sirven para los que negocian en criptomonedas pero están en liquidez y no han vuelto a cambiar a su divisa original emitida por un banco central. En teoría, la mayoría está respaldada por otros activos (traicionando de nuevo el propósito original del bitcoin) e incluso alguna sólo con un algoritmo. Estos días alguna de estas stablecoins la peor parada ha sido UST de la red, curiosamente, llamada Terra, que en teoría deberían replicar con exactitud el valor del dólar, han cotizado por debajo ante el aluvión de ventas que ha llevado a que algunos clientes quisieran retirar efectivo de sus billeteras de criptomonedas. Y esto es especialmente grave porque dispara la desconfianza de todo aquel que creía que poseer una unidad de stablecoin era igual que tener un dólar.

En resumen, en un contexto de aversión por el riesgo y de política monetaria que retira liquidez del mercado, los precios de las criptomonedas no tienen argumentos para subir y, como ya está pasando, todo activo especulativo que no sube, acaba bajando. Y más allá de que puedan tener o no rebotes especulativos el bitcoin o el Ethereum o alguna más, la existencia de la mayoría de las criptomonedas peligra por su falta de utilidad y por la desconfianza creada por la poca estabilidad de las stablecoins.

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